LEGADO DE POLÍTICOS: LA CULTURA DE “TODO VALE”

En todos estos años que los diferentes partidos políticos que llegaron al poder convirtieron al país en una piñata para beneficio exclusivo de sus allegados, fueron fomentando una sociedad donde el “todo vale”, un lema que hoy funciona en muchos espacios. Porque el “todo vale” conduce al camino fácil, para anular la moral, las buenas costumbres, la honradez y hasta la cordura.

Belinda Portillo*
Columnista
EL LIBERTADOR
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Todos los días, los hondureños somos testigos mudos de las acciones que provoca la cultura del “todo Vale”, y, “si él lo hace por qué yo no”; como consecuencia de la falta de sanciones ejemplares y de un entendimiento de la ciudadanía y de las autoridades de la importancia del respeto a la ley y las normas como un valor fundamental de nuestra sociedad, hemos terminado por aceptar ciertos comportamientos como parte de nuestra cotidianidad.

Es normal el conductor irrespetuoso que roba la vía y además te insulta, valerse de apellido o de la posición social para obtener ventajas en lo profesional o deportivo, aunque no se tengan los méritos suficientes; maltratar a un niño, maltratar un animal, pasarse el semáforo en rojo y hasta victimizarse y mentir cuando se ven acusados de un delito. Para no hablar de la extorsión, la mordida e, inclusive, el asesinato.

Ninguno de estos delitos o malas prácticas nos producen indignación real actualmente, se ha ido afianzando en el imaginario social una desvalorización del Estado de Derecho y del acatamiento a las normas. Un Estado de Derecho, como señalan juristas internacionales, supone que los ciudadanos respeten la ley no solo por el temor a la sanción que implica su incumplimiento, sino porque entienden y aprecian las funciones que estas cumplen en la sociedad y el Estado.

En un país como Honduras, con altísimos índices de desigualdad, donde el 10% de la población es dueña del 90% de los recursos del país, la ciudadanía ha puesto sus esperanzas y anhelos de cambio en la clase política que, lamentablemente, desde siempre ha fallado porque ha sido incapaz de llevar al país por una senda de crecimiento y desarrollo; hoy todavía seguimos siendo la cola de los países latinoamericanos en todo aspecto económico, social y cultural. La población ha visto surgir fortunas de la noche a la mañana del compañero del barrio que se metió a la política.

En todos estos años que los diferentes partidos políticos que llegaron al poder convirtieron al país en una piñata para beneficio exclusivo de sus allegados, fueron fomentando una sociedad donde el “todo vale”, un lema que hoy funciona en muchos espacios. Porque el “todo vale” conduce al camino fácil, para anular la moral, las buenas costumbres, la honradez y hasta la cordura.

Por esto, y por estar hartos de la corrupción la sociedad hondureña anhelaba un cambio, éste no lo hemos visto por la incoherencia de los políticos de turno que prometieron hacer una cosa y han terminado haciendo lo mismo de gobiernos anteriores, hemos sido testigos de las intermitencias de nuestros diputados, ministros y hasta del Ejecutivo, los que son maestros en travestismo político no entienden que esto denigra al que lo hace, con independencia de si el resultado de la farsa le sea favorable.

Hoy, aunque no guste, la opinión de un porcentaje considerable de los votantes, sobre todos aquellos que no votaron por un partido político en particular sino por el cambio, ha calado con profundidad la idea de que la política es una actividad nefasta y que todos los políticos son igual de ineptos y corruptos y, su incoherencia y falta de ética, son posiblemente las pruebas más claras de que esa percepción es la correcta.

La población entiende que corrupción no es solo es robarle al erario, es corrupción también utilizar la política en beneficio propio o de sus familiares, tanto sea para enriquecerse injustamente o contratar a familiares en puestos públicos, corrupción es también alterar el orden y justicia de las cosas produciendo perjuicios a los intereses generales y dañando a las personas. Los políticos no pueden ignorar el rechazo de la sociedad y los ciudadanos debemos de vigilar y exigir a los políticos actuaciones claras e inequívocas por la transparencia y contra la corrupción.

¿Tenemos todavía esperanzas de cambio o consideramos que todo está perdido? Creo que si se puede recomponer o recuperar las pautas sociales para no rendirnos ante la cultura del “todo vale”, porque cuando todo vale, en realidad, nada vale… nada. Para ello, Honduras necesita una sociedad civil organizada, fuerte y capaz de determinar un nivel mínimo de moralidad exigible que determine el de competencia y eficacia, el de honradez y decencia de forma integral; es decir, capaz de señalar las malas prácticas no solo de los ciudadanos comunes sino también de los funcionarios de los diferentes poderes del Estado, en pocas palabras una sociedad civil que no se pliegue o se venda. ¿Tenemos esa sociedad civil así organizada? Todo indica que no o que, al menos, no lo suficientemente asentada, ni lo suficientemente organizada e independiente.

Pero que esto no nos desanime la mayoría de los hondureños somos personas honradas, por eso no podemos permitir que la cultura del “todo se vale”, y, “si él lo hace por qué yo no” siga prevaleciendo dentro de la ciudadanía, recordemos que de esto depende el presente y el futuro del país.

*Economista con estudios de maestría en Planificación y Política Económica, con más de 30 años de experiencia en el área de Derechos humanos de La Niñez y Derecho de las Mujeres; 20 años de trabajo en ámbito internacional en esos temas. Actualmente se desempeña en el sector Salud como representante en Honduras de la empresa “Procesos Inteligentes”, de capital colombiano.

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