NI DE LA IGLESIA, NI DEL ESTADO… MI CUERPO ES MÍO

Ya es hora de que se ponga las “cartas sobre la mesa”, el rechazo de las iglesias y los grupos pro-vida a la PAE se trata de poder, no de fe, porque el hecho de que las mujeres seamos dueñas de nuestros cuerpos y decisiones modificaría el control social existente.

Belinda Portillo*
Columnista
EL LIBERTADOR
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Una de las noticias relevantes del 3 de abril, fue “Salud buscará un diálogo con la Iglesia por prohibición de las PAE (Píldoras Anticonceptivas de Emergencia)”, con el objetivo de abordar la eliminación de la prohibición del uso de la píldora anticonceptiva de emergencia. Este llamado a diálogo sería natural en países confesionales como Somalia, pero en un país que, desde hace 146 años, su configuración jurídica e institucional responde a los principios de la laicidad, lo que significa que cualquiera que sea su régimen político, debe prescindir de lo sagrado y de los poderes religiosos como mecanismo de obtención de legitimidad. Este llamado al diálogo es totalmente absurdo. En los cuatro países con mayor número de cristianos (EE.UU., Rusia, Brasil, México) el uso de la PAE es legal y esta legalización no ha minado los cimientos de la cristiandad, ni se han perdido adeptos.

A raíz del golpe de Estado de 2009 el Congreso de Honduras emitió un decreto que prohibía el uso y la comercialización de la PAE a lo largo del territorio nacional y convirtiéndonos en el único país de América donde su uso es prohibido. Los “padres de la patria” de ese entonces, haciendo gala de una desfachatez impresionante, celebraron por todo lo alto, un acto inconstitucional como fue el golpe de Estado y por otro, prohibían el uso de una pastilla anticonceptiva, y con ello obligando a muchas mujeres a buscar alternativas no legales, morir en un aborto clandestino o ir a la cárcel. Olvidando convenientemente que, en un sistema democrático, las opiniones de los políticos, sus convicciones religiosas, principios morales y demás consideraciones, importan menos, mucho menos, que los derechos de la sociedad y los principios y valores democráticos.

¿Qué pretenden lograr las autoridades de Salud con este diálogo?, obtener la aprobación de las iglesias y de los empresarios “pro-vida» para que se suspenda la prohibición del uso de esta pastilla, aprobación que sabe muy bien, nunca la darán, o lavarse las manos al mejor estilo de Poncio Pilatos y así evitar dar un paso a favor de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, en un país que tiene una de las tasas más altas de embarazo adolescente, donde un porcentaje altísimo de estos embarazos son producto de una violación y la violencia sexual es el pan de cada día.

Todos sabemos que ni la iglesia católica ni la Confraternidad Evangélica van a ceder, su argumento para negar la PAE, es ya conocido: “Este fármaco evita que el espermatozoide llegue al ovulo, por lo tanto es abortiva”, esta argumentación muestra la pobre formación intelectual de las autoridades de las iglesias católica y evangélica, será que la modernidad e ingreso al siglo XXI provocó un empequeñecimiento de su intelecto; porque en el pasado la iglesia se distinguió por tener una intelectualidad de religiosos como San Agustín y Santo Tomas de Aquino, que eran capaces de distinguir “el ser en potencia del ser en acto”. Lamentablemente, el conocimiento filosófico, teológico de la iglesia se perdió irremediablemente, para dar paso al dogmatismo barato a la charlatanería y a la obsesión enfermiza sobre la sexualidad que repiten desde el púlpito los líderes religiosos, discursos que no sólo van en contra de la ciencia y del pensamiento racional, sino que incluso carecen de base o precedente alguno de las enseñanzas que los Evangelios atribuyen a Jesús.

Ya es hora de que se ponga las “cartas sobre la mesa”, el rechazo de las iglesias y los grupos pro-vida a la PAE se trata de poder, no de fe, porque el hecho de que las mujeres seamos dueñas de nuestros cuerpos y decisiones modificaría el control social existente de las mujeres por parte de los hombres; control social que es ejecutado por instituciones regidas por hombres, las Iglesias entre ellas. Los políticos y funcionarios que justifican su rechazo con base en el dogma religioso creen que son abanderados de la fe, en realidad, solo son instrumentos del control social que encubren con un discurso religioso.

El rechazo a la píldora del “día después” no es más que una denegación de derechos a efectos de ejercer una supremacía. Las decisiones sobre la salud sexual y reproductiva de las mujeres no deben depender ni del Estado, ni la iglesia… porque el cuerpo es mío.

Las mujeres y las niñas de este país tenemos puestas nuestras esperanzas, en que la presidenta Xiomara Castro cumplirá con su promesa de campaña de que protegerá nuestros derechos honrando los convenios internacionales de los que el Estado hondureño es signatario en materia de derechos de las mujeres, especialmente a los referidos a los derechos sexuales y reproductivos; y que en su calidad garante de derechos cumplirá con su obligación de ampliar y hacer valer los derechos de las mujeres y no las convicciones religiosas de los funcionarios y políticos. El Estado debe limitarse exclusivamente a la protección de la libertad individual. Como bien decía John Locke: «El fin de la ley no es ni abolir ni restringir, sino el preservar y engrandecer la libertad [individual]».

*Economista con estudios de maestría en Planificación y Política Económica, con más de 30 años de experiencia en el área de Derechos humanos de La Niñez y Derecho de las Mujeres; 20 años de trabajo en ámbito internacional en esos temas. Actualmente se desempeña en el sector Salud como representante en Honduras de la empresa “Procesos Inteligentes”, de capital colombiano.

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