Como usuarios de las redes sociales y medios en general, antes de divulgar y de recibir información, es nuestra responsabilidad verificar su validez y también cuestionarla, asegurar que toda información sea de fuentes confiables.
Bessy Munguía
EL LIBERTADOR
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En la época actual, donde no solamente interactuamos en el mundo físico, sino también en un mundo digital, donde estamos expuestos a una amenaza que puede llegar a ser aún más letal que cualquier arma, pero mucho más sutil que esta: las redes sociales. Estas se han vuelto parte de nuestra vida cotidiana, nos levantamos de nuestras camas y lo primero que solemos hacer (al menos los de mi generación), es revisar el celular.
Muchos tenemos cuentas en redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter y recientemente TikTok. Incluso las personas que no poseen una de estas, usan la aplicación de WhatsApp para estar en contacto con sus amigos y familiares. Las redes sociales nos entretienen de diferentes maneras, pero estas pueden ser un arma de doble filo. Uno de los riesgos más graves, es caer en la desinformación, “fake news” o noticias falsas. El peligro es que no sólo niños o jóvenes caen en desinformación, las personas adultas y las mayores son las más propensas a dejarse llevar por la manipulación, debido a la falta de experiencia navegando por plataformas digitales.
Pero… ¿qué es exactamente la desinformación? La Real Academia Española la define como: “Dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines”. Básicamente es divulgar información que es total o parcialmente falsa buscando fines o intereses convenientes a quien lo divulga.
Actualmente, gracias a las redes sociales, es mucho más fácil difundir información que, en ocasiones, resulta muy difícil comprobar su origen exacto, lo cual suele ser de mucha utilidad para campañas políticas o personas con un determinado fin. Por ejemplo, en la actual guerra entre Ucrania y Rusia, tanto simpatizantes rusos como ucranianos han divulgado información falsa para crear una narrativa que favorezca a sus respectivos intereses.
Otro ejemplo surgió con la cuarentana del COVID-19, donde se divulgó bastante desinformación acerca de las vacunas o el virus. El arma de la desinformación ha sido utilizada, sobre todo, con fines político-ideológicos, especialmente en época de elecciones, ya que los candidatos buscan tratar de desprestigiar al opositor mediante noticias falsas que son fáciles de difundir y, generalmente, las personas no verifican si son verdaderas o no. Esto sólo ayuda a mantener a la sociedad polarizada, haciendo que el diálogo entre partes opuestas, sea cada vez más difícil o hasta imposible.
La desinformación puede escalar hasta en tragedias como guerras, terrorismo, crímenes raciales o histeria colectiva. Como usuarios de las redes sociales y medios en general, antes de divulgar y de recibir información, es nuestra responsabilidad verificar su validez y también cuestionarla, asegurar que toda información sea de fuentes confiables.
Actualmente existen plataformas para verificar información como: Factcheck.org, TinEye o Poletika, creadas para combatir este fenómeno. Cuando compartamos información debemos velar que sea de las páginas oficiales de organismos o instituciones. Cualquiera puede modificar un video, una imagen o una narrativa a su conveniencia. La desinformación es una gran manera de permanecer en la ignorancia, recalcando una frase célebre de Simón Bolívar: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”.