PUNTO FINAL DEL ORLANDISMO, EL “PEZ MÁS GRANDE” VOMITARÁ SORPRESAS

La última versión de Juan Orlando que verá la sociedad hondureña es la del símbolo de un sistema derrumbándose, gritando, desesperado; lejos, muy lejos queda la soberbia del “caiga quien caiga”, de pronto las postales del hermano “Tony” vienen a la memoria, gozando el “jogo bonito” en Brasil y con la manita en la barbilla pidiendo agüita al agente DEA; el reycito yace en la red de los ojos azules que le juraron amor eterno, también lo alimentaron hasta transformarlo en el pez más grande y ahora participará en la nueva temporada del “Honduras canta”.

Ocho años en la cúspide fueron naufragio social y tiempo de perdición, ya no es útil, son nuevos tiempos en la galaxia como “Lord Palpatine” –Star Wars– cuando hizo que el “elegido” decapitara al intelectual “Conde Dooku” y luego ordenó hacer caer toda la “Federación del Comercio”; el pez mayor vomitará nombres que sorprenderán; Juancito cometió el error de los soberbios, nunca entendió su lugar en la cadena alimenticia y siempre hay depredadores más poderosos.

 

Reflexión
EL LIBERTADOR
Redaccion@ellibertador.hn

Tegucigalpa. Pasa de prisa e irrumpe la cómoda habitación del “Reycito Sol”; entonces, los medios de comunicación alineados lo llamaban “presidente” y los más descarados llegaron al colmo de considerarlo “estadista”; Ana era la “mejor vestida” y publicaban –como hoy con los nuevos–, las increíbles virtudes de la familia gobernante. Flores para oídos débiles. –Señor presidente –interrumpió Ebalcito o el otro enano que no recuerdo el nombre – ya le hemos hecho el pago de los abogados fueron… millones. –El Reycito no estaba satisfecho, entonces era un dios entre los zalameros. – ¿Vos crees que los vayamos a ocupar? ¡Esos gringos me la pelan! –Sí, señor –respondió–, pero es mejor pagar, jejeje, y hoy podemos de la bolsa pública.

Quizá, ese día de la transacción, el Covid mataba cientos de personas, otras cerraban sus empresas y los más desgraciados buscaban entre muerte un pedazo de pan, sólo quedaba alzar los ojos al cielo y hablarle a algún dios; pero para la clase gobernante, que siempre ha vivido en otras esferas celestes, su verdadera agenda era “arreglar” los detalles por sí los gringos se lo llevaban. Y se lo llevaron. Pero nosotros nos quedamos, con nuestros muertos, con las finanzas rotas, el país altamente endeudado, con un nuevo Gobierno que aún genera más preguntas que respuestas y, finalmente con la imagen de “Narco-Estado” y el sometimiento “gringo”.

Nasry Asfura, Juan Hernández y su esposa Ana García en centro de cómputo durante elecciones de 2017, cuyos resultados fraudulentos le permitieron la ilegal reelección presidencial.

¿Por cuánto tiempo la sociedad hondureña ha tenido que cargar los parásitos estatales? Personajes sombríos incapaces de vivir si no es con nuestro dinero, con nuestra vida. La función pública se ha equivocado con una pasarela de divas y “rockstars”, los que deben ser adorados, vestidos de soberbia y con ese “tufito” a pose de monarquía; los más radicales olvidan pronto las calles y las bases, las gorritas descoloridas del Che y las aguas negras del imperio ya no son tan malas, ya no importa Palestina y sus desplazados y muertos, hasta parece que Lisandro sigue como canciller. Los niños abajo del Hoyo de Merriam, nacen, crecen, se reproducen y mueren; casi como subhumanos, no votan, la democracia no los alcanza, no comen e inventaron un nuevo idioma: el de la calle. En un futuro “apocalíptico” serán perseguidos como diablos (mareros) como ya pasa en El Salvador, sin que haya propuesta de prevención a través de un cambio del sistema.

¡A la mierda en estas tierras las Hojas de Hierba de Whitman o Los Pobres de Roberto Sosa!, nos han engañado con ilusión de democracia, siempre tan frágil entre la anarquía social y el enriquecimiento ilícito de los otros y el Orlandismo que fue la extensión del golpe de Estado fue el último suspiro del sistema muriendo –antes de adaptarse al nuevo orden–, por eso gente de poca monta llegó a ser funcionario, “la isla de la fantasía” la llamamos desde EL LIBERTADOR, por eso “la Profe” pudo llevar a todo su barrio a la gestión pública y por eso Marcia F. podía gritar: “¡Los medios publican lo que nosotros les decimos!”, y llamar “empresarios” a un grupito de ladrones que gracias a la corte de amigos, ya no van ni a firmar el libro (verdad Elvincito).

Desde su arresto el pasado 15 de febrero, activistas nacionalistas han «atrincherado» el edificio del Poder Judicial, para apoyar a JOH en cada audiencia.

El Orlandismo representó para el hondureño el descaro final de una clase podrida, cansada de latir, agonizante y sostenida entre armas y cardenales viejos que también ya van de salida, pastores prestidigitadores, que llevaron la farsa a un grado profesional, llegaron incluso a confundirnos y creer que es lo mismo comunicación que periodismo o que quien tiene una grabadora es periodista y llaman balance a la complicidad y la manipulación, el único buen balance que conocen es el que está entre “me pagas y me callo”. Ya en el aniversario de este periódico, hablaremos más a detalle de eso, tranquilos.

Juan, fue el símbolo del sistema derrumbándose a pedazos, gritando desesperado por auxilio, donde las milicias eternamente jóvenes, ahora son un club de la tercera edad y el Partido Nacional busca quitarse como loco el mote de narcos, corruptos y fraudulentos. Juan fue la punta de lanza del crimen y al mismo tiempo el último enlace la de la hipocresía internacional. Nuestro “Reycito Sol” tiene razón: los gringos lo abrazaron, ellos lo abalaron, hasta que ya no les era útil y lo desecharon como bagazo en el campo. ¿Podría haberse sostenido sin la falsedad de la comunidad internacional? ¿De los prestamistas internacionales? ¡Naaaah! El pecado más grande de nuestro muchacho no fue ser corrupto, fue ser pendejo al no entender en esa cadena de mentirosos y ladrones, cuál era su lugar. Hoy mientras corre al lado de la piscina en los Cobras, quizá comience a meditar en medio de los ataques de nostalgia, ya no montará en corceles pura sangre.

Luis Almagro, Juan Hernández y el entonces canciller Arturo Corrales; en 2017, la OEA reconoció a Hernández como ganador de la contienda electoral, pocas horas después que lo hiciera EE.UU.

¿Cuántos de los que sabían de los negocios turbios lo llamaron presidente sin empacho? Al final del camino muchos se prestaron para que la marioneta viviera, con un palo en la columna vertebral, para que el pichingo no se cayera, ¿por qué ASJ no ha hecho escandalo? ¡El Estado de Derecho! ¡Democracia! ¡Gobernabilidad! ¡Por Dios Santo! ¿O es que de ahí no se puede sacar un chequecito a los cheles? ¿Qué pasó con la academia? ¿No están invitados a ser lugares de luz, donde se hagan los grandes debates? ¿Y los foros? ¿Los analistas? O sea, ¿todos los días los cheles piden un gobernarte por narco? mucho silencio en el reino… para un escándalo tan grande.

Juan lo sabía. Sentado en la silla del presidente de la Corte, queriendo ser fuerte, con su saquito nuevo y tratando de sonreír quiso mostrarse inquebrantable, pero “los ojos chico, los ojos”, esa luz que se apaga, esa mirada que dice adiós, esos gestos que incriminan a tantos –a algunos nos sorprendería–, pero al Reycito le cae el peso de la ira de Dios, por supuesto que sabe que esto apenas empieza y, a diferencia de otros, él es miedoso, un niño que solo busca aceptación, nuestro Reycito si hablará, claro que va a buscar un acuerdo con los cheles, pero por supuesto que el pez más grande de Honduras hablará y esa será otra reflexión.

El hondureño como etnia, ha vivido en manos de estos criminales las peores atrocidades, no es ninguna locura pensar que un día esto desaparecerá, quizá en medio del caos. Nuestro Director-Fundador, Jhonny Lagos, lo escribió en un editorial, a falta de 10 días para el golpe en 2009: “No se trata que abandonen sus empresas, ni que regalen el dinero, solo es compartir un poco, no van a perder si la gente tiene salud, educación y dignidad”.- Hoy, esas palabras, se las volvemos repetir, aunque no lo escuchen o lean, la ignorancia está en todos los estratos sociales y, especialmente… arriba.

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