La comunidad artística hondureña despide a Danilo Adolfo Lagos, actor, titiritero y fundador del Grupo Teatral Bambú, quien falleció tras luchar durante varias semanas contra una complicación de salud. Con casi cuatro décadas dedicadas al arte escénico, su legado deja una huella imborrable en el teatro nacional.
Redacción Central / EL LIBERTADOR
Tegucigalpa. La luz de los escenarios hondureños se ha apagado con la partida lamentable del maestro Danilo Adolfo Lagos, figura emblemática del teatro nacional y parte del elenco del Grupo Teatral Bambú que, tras semanas de lucha tras sufrir un derrame cerebrovascular, falleció este martes a eso de la 10:50 de la mañana.
Durante casi cuarenta años, Lagos construyó un puente entre la imaginación y la realidad, habitando personajes con la misma pasión con que moldeaba títeres y guiaba generaciones emergentes.
Su nombre resonaba con el peso de la experiencia en cada rincón del país, desde teatros capitalinos hasta plazas remotas donde llevó el arte con recursos mínimos, cargado solamente de voluntad y corazón.


Su formación comenzó en la modesta, pero vital, Escuela Nacional de Teatro; luego emprendió un itinerario de aprendizaje que lo llevó a más de catorce países, participando en talleres, intercambios culturales y puestas en escena internacionales.
En una entrevista brindada a la Revista Coquimbo en 2022, Lagos reflexionaba sobre su trayectoria artística y su compromiso con el arte como herramienta de transformación social.
“La actuación es lo que más me apasiona, aunque también he dirigido obras. Uno va experimentando y encontrando en qué parte encaja mejor dentro del teatro”, expresó en aquella ocasión.
Lagos también se distinguía como formador, fue docente en la Escuela Nacional de Arte Dramático y orientador de jóvenes interesados en el oficio escénico.


Como actor, su carta de vida incluye títulos como La cantante calva, Edipo Rey, Morazán y los brujos, entre otras piezas que frecuentaron tanto salas “oficiales” como escenarios al aire libre o aulas.
En paralelo, creció su presencia como titiritero, integrando la sensibilidad del títere con el vigor del teatro tradicional.
El Grupo Teatral Bambú, fundado en Tegucigalpa en marzo de 1990, refleja esa filosofía, una compañía itinerante, dispuesta a moverse más allá de las convenciones escénicas, llevando teatro —aun con lo mínimo— a pueblos, plazas, escuelas y comunidades aisladas.
Las obras de Bambú, muchas veces concebidas con recursos limitados, no han dejado de dialogar con la realidad hondureña ni de abrir puertas al público en rincones donde pocas veces llega lo artístico.
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