AL MOMENTO DE SU RETIRO… «ARREPIÉNTASE CARDENAL»: MARTHA REICHMANN

En el marco del retiro del cardenal hondureño, Óscar Andrés Rodríguez, como arzobispo de Tegucigalpa, doña Martha Alegría Reichmann, autora de “Traiciones Sagradas” –y quien junto a su esposo Alejandro Valladares (embajador por décadas de Honduras en el Vaticano), fuera su íntima amiga, como familia fueron sus protectores cuando lo hospedaban en Roma y don Alejandro influyó en la Santa Sede en el ascenso a cardenal (príncipe de la iglesia católica)–, ha enviado desde Italia una carta a EL LIBERTADOR para instar al clérigo que muestre arrepentimiento por actuar de forma contraria a lo que demanda la fe cristiana contra ella y su esposo.

“Mi tarea está cumplida. He librado una gran batalla teniendo puesta la armadura de Dios y llegó la victoria porque usted está desenmascarado, pero la victoria no es mía, la victoria es de Dios. Yo he sido solo su humilde instrumento”, dice doña Martha en esta carta que, por su interés nacional e internacional, reproduce íntegramente EL LIBERTADOR.

 

Redacción Central / EL LIBERTADOR

Roma, 13 de noviembre 2022

Señor Cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga:

A pocos días de su inminente retiro, le envío estas líneas para su propia reflexión.

Durante el trayecto de su vida, nadie duda que hizo algunas cosas buenas, pero la balanza se inclinó notablemente por lo malo. El ser humano no puede ser bueno y malo a la vez, es contra la naturaleza. Siendo así, se deduce que lo bueno que hizo, fue para que pensáramos que era una buena persona. Al descubrir su ambigüedad con la cual tenía engañado a todos, me vi obligada a tomar una decisión: o Dios, o el hombre… Y me decidí por Dios.

Mi denuncia se concentra en un libro ya traducido a cuatro idiomas. Un libro que a usted lo ha dejado mudo y paralizado porque sabe que no hay mentiras, engaños o exageraciones. Pero a lo bajo, casi en secreto, ha usado la calumnia y la difamación como única arma ante su impotencia de poder defenderse dignamente como hombre. Ha tenido que recurrir a lo más bajo, el arma más sucia y vil que pueda existir.

Al retirarse, usted deja una Arquidiócesis contaminada por un porcentaje de sacerdotes de moral baja, un clero aburguesado y con curas que nunca debieron ser ordenados, como por ejemplo uno de sus favoritos, un sacerdote de Lempira, de cuerpo muy robusto quien fue expulsado del Seminario San José de la Montaña de San Salvador por razones que por delicadeza, prefiero no mencionar. Fue rechazado por el Concejo Presbiteral para recibir las órdenes pero usted lo envió a un seminario en Colombia y lo ordenó en Tegucigalpa a escondidas, de manera clandestina para evitar que el nuncio George Panikulam y Mons. Luis Alfonso Santos, que se oponían, detuvieran la ordenación. Existen denuncias contra este sacerdote incluso en instituciones de Derechos Humanos pero usted le ha otorgado todos los cargos de poder que una sola persona pueda acumular en una curia y es el cómplice necesario para la administración opaca que usted realiza a falta de Juan José Pineda. Si hago público esto, es porque se sabe que usted lo quiere como obispo de Tegucigalpa, seguramente para seguir gobernando a través de él.

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Al momento de retirarse, y según datos confirmados, usted deja una Arquidiócesis hundida, una Conferencia Episcopal dividida y una estadística del 47% de católicos en fuga.

Deja un pueblo que lo repudia llenándolo de insultos y hasta los lectores católicos de su periódico Fides le escriben durísimos mensajes. De nada sirvió tanta promoción que se hizo a través de su canal católico ensalzando su figura porque contrariamente usted se manejó con una personalidad basada en la mentira, el engaño y la actuación fingida, como se ha demostrado, por eso al final se ha derrumbado.
Los talentos que Dios le dio los puso al servicio de Satanás y se ufanó públicamente porque habla varios idiomas, pero se le olvidó aprender el más importante, que es el de la salvación, el idioma con el cual nos habla Dios.

Al momento de su retiro, ha tenido que pasar por varias investigaciones ordenadas por el propio Vaticano. La primera fue realizada por el Obispo argentino, Jorge Pedro Casaretto, usted logró ser encubierto por el papa Francisco, a quien ya tenía capturado bajo su embrujo. Con la segunda investigación, realizada por el visitador apostólico, Mons. Guy-Real Thivergel, finalmente el papa quedó desencantado y decepcionado porque se sintió traicionado por su consejero, pues se demostró que junto con el rector Elio Alvarenga usted estaba a punto de adjudicarse nada más y nada menos que la Universidad Católica, pero estuvieron a tiempo de detener el traspaso.

La tercera investigación fue hecha por el visitador apostólico, cardenal Ricardo Blásquez de Valladolid. En esa indagación se descubrieron más cosas terribles: intrigas, mentiras, falsificaciones y tantas cosas apestosas que terminaron de aniquilarlo. Cuando se le acusó de recibir un millón de lempiras mensuales de la Universidad Católica, dijo que los gastaba en los pobres pero se demostró que recibía otro cheque paralelo por la misma cantidad a nombre de la diócesis y de ahí era que hacía esos gastos. Pero se lo quedó callado. Mintió. Del cheque a nombre suyo jamás dio explicaciones.

Al momento de su retiro, lo único que queda por rescatar son los escombros de una Iglesia abochornada, débil y tímida. Rebajó la profecía de la Iglesia al nivel de una «amante» fácil del Gobierno de turno y se arrastra como boa ante quienes ejercen el poder, del partido que sea, sin escrúpulos ni dignidad o vergüenza, tal como actuó en la visita a la presidenta Xiomara Castro, habiendo sido usted partícipe en el golpe de Estado, porque lo importante para usted es rogar que no le quiten los 88 millones de lempiras que el Gobierno le otorga anualmente a la iglesia, ni sus privilegios mundanos ni su escolta uniformada, porque sin ella no es capaz de dar un paso. Usted es el único cardenal en el mundo que necesita que lo cuiden con arma en mano porque es el único que ha fabricado sus propios enemigos.

Al momento de retirarse, se menciona que no quiere dejar Villa Iris, entonces ¿para qué hicieron la casa para sacerdotes retirados? Recuerde que doña Iris quería donar su propiedad para una escuela, pero usted la embrujó y terminó donándola para casa arzobispal pero no personalmente a usted. Ese episodio está detallado en mi libro y queda claro cómo se apoderó de esa casa. A estas alturas usted se acostumbró a la vida de faraón que no quiere abandonar. Pero si usted no estuviera protegido por los cardenales masones y se le aplicaran las leyes canónicas y las civiles, iría a la cárcel y sería excomulgado.

Al momento de su retiro, se sabe que están trabajando intensamente para terminar el hospital de la Universidad Católica para entregarlo y darse méritos ante el pueblo, pero recuerde que desde hace muchos años cuando se abrió la facultad de medicina, les ofrecían a los alumnos el hospital y nunca cumplieron, obligándolos a hacer sus prácticas en hospitales públicos. Ese hospital, que más bien es un «elefante blanco» es un derecho que tienen los estudiantes por ley. No es una generosidad de su parte, o sea, no trate ni de engañar ni de confundir sacando pecho con mentiras.

Al momento de retirarse, ha participado en la persecución que actualmente practica la Iglesia en perjuicio de los prelados fieles a Cristo, porque pretenden que solo queden los «perturbados» y buscan cualquier pretexto para destituir a los buenos sacerdotes como fue el caso del Obispo de Arecibo en Puerto Rico donde a usted se le acusa de haber participado.

Ocho años dirigió el Concejo de Cardenales armando gran parte de las atrocidades que se están develando ahora. Planes macabros de una falsa iglesia contra la verdadera Iglesia de Cristo. Por esa razón usted es más traidor que Judas Iscariote.

Quiero aclararle que yo no lo juzgo, cardenal, porque de eso se encargará Dios. Yo solo me he dado a la tarea de desenmascararlo con la verdad y con pruebas. Eso me lo permiten las Sagradas Escrituras y me lo permite también el Derecho Canónico. Me lo pide mi dignidad y mi conciencia… y me lo ordena Dios.

Usted de su vida, hizo fiesta; de Villa Iris, un prostíbulo; del seminario, un nido de inmorales comandado por Pineda; y, abandonó el rebaño dispersando las ovejas. Terminó avergonzando a nuestro país peor que cualquier mundano político corrupto porque a diferencia de ellos, usted lleva un crucifijo en el pecho.

Da mucha pena que sacerdotes salidos de su escuela digan que usted deja un gran legado. Pero un legado ¿de qué? Ciertamente un legado de mentira, falsedad, corrupción, hipocresía, inmoralidad… ése es su verdadero legado. Hasta las bases de la Arquidiócesis las deja corroídas. ¡Pero claro! los curas hechos a su medida tienen que halagarlo porque más que pensar en Dios, piensan en su futuro.

Recientemente fue hackeada la información del periódico digital confidencialHN, allí estaban publicadas las investigaciones de don David Romero (QEPD) y muchísimos artículos probando su corrupción. Pero sepa que esas publicaciones están reproducidas hasta en otros idiomas en infinidad de blogs regados por el mundo.

Nada hay oculto que no haya de saberse. Lucas 12, 1-7
Es evidente que Dios ha querido sacar la verdad a la luz, como se manifiesta en varios versículos de la Biblia. Ha llevado tiempo pero el Señor, que todo lo hace perfecto, fue poniendo piezas claves en lugares estratégicos, como el ex-nuncio en Honduras, monseñor Novatus Rugambwa y el actual, monseñor Gabor Pintér, quienes por su rectitud, su compromiso con el cumplimiento del deber y su lealtad a Dios, no se dejaron envolver por las artimañas suyas y actuaron.

Al momento de su retiro, usted ha sido denunciado por muchos medios internacionales que reproducen lo que sale de Honduras. Acusaciones con pruebas salidas directamente del Seminario de Tegucigalpa. Acusaciones con pruebas salidas de la Universidad Católica. Valientes artículos de «Laicos de Honduras». «Periodismo de investigación», que investigó cómo usted escondió a curas prófugos por ser violadores de niños.

Usted recorrió el mundo recibiendo premios y en Honduras los más altos honores mientras tenía a los buenos sacerdotes Domingo Salvador y Francisco Torres exiliados de la Iglesia, sin ningún cargo, abandonados a su suerte, muriendo en absoluta pobreza por el simple hecho de haberle informado a usted de la conducta de Pineda. ¿Y qué decir del caso del padre Bernardo Font y otros sacerdotes?

Después de tanta evidencia, sus admiradores y admiradoras que lo creían «santo», se han quedado mudos tragándose sus propias palabras. Por mi parte, no podía permitir de ninguna manera que unas vestiduras sagradas fueran usadas para esconder tanta maldad y perversidad, y decidí emprender mi batalla para sacar todo a la luz con la convicción de que las batallas no las gana siempre el más fuerte.

Quiero terminar esta carta con las certeras palabras lanzadas recientemente por monseñor Isidro Fuente Ochoa, en vista de los lamentables acontecimientos que tienen hundida a la Iglesia y dirigidas a los prelados como usted: “Lobos feroces que vienen a matar, a destrozar las ovejas, el rebaño de Cristo, pero vestidos con piel de oveja. Por fuera parecen buenos pastores, verdaderos profetas, pero por dentro son el mismo satanás, el mismo demonio. ¡Engañan! Pero Nuestro Señor Jesucristo nos da un criterio: ‘por sus frutos los reconoceréis’”.

No es mi costumbre hacer leña del árbol caído. No. Yo comencé a hacerlo leña cuando usted estaba robusto, henchido de poder y prepotente, protegido por los masones del Vaticano, pero yo tenía la absoluta seguridad de que Dios estaba conmigo y seguí adelante con mis denuncias. Me bastó saber que lo que estaba haciendo era lo correcto y me bastó confiar y seguir solamente la voz de Dios. En ese transcurso él me ha enviado grandes bendiciones y me ha mantenido en completa paz y serenidad, lo cual prueba que estoy bajo su dominio y protección, dándome la gracia de no tener miedo para seguir en el camino y que se cumpla su santa voluntad:

Lucas 12,3: por lo cual, todo lo que habréis dicho en la oscuridad se oirá en plena luz y lo que habréis susurrado a puerta cerrada se gritará desde los techos para que todo el mundo lo oiga.

Mi tarea está cumplida. He librado una gran batalla teniendo puesta la armadura de Dios y llegó la victoria porque usted está desenmascarado, pero la victoria no es mía, la victoria es de Dios. Yo he sido solo su humilde instrumento.

Arrepiéntase cardenal. Es lo mejor que le puedo desear.

Martha Alegría Reichmann

 

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