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LA ESQUIZOFRENIA DE JUAN Y UN PSIQUIÁTRICO HECHO HONDURAS

LA ESQUIZOFRENIA DE JUAN Y UN PSIQUIÁTRICO HECHO HONDURAS

Los dueños del psiquiátrico “Honduras” han estado 200 años soportando las insolencias de los pacientes, con semblante demencial han empezado a vender el territorio a bucaneros exiliados de países con fuerte política social; quienes tienen el verdadero mando no han podido hacer frente al ejército de cabezas rapadas que imponen la mentira como realidad.

 

El “paciente cero” o caso más grave en el lugar, sigue siendo un enigma, modifica todo a conveniencia, todo es relativo, menos el absoluto descaro, y en este juego de tronos el “Rey loco” dice que es “presidente” y que todo le pertenece, de hacer el bien ¡ni hablar!

 

Pero no está sólo en el complot, lo acompañan otros enfermos mentales, el “dios de la guerra” en la diplomacia f-5, un copero que ahora quiere su poder, la imaginaria titular de la Salud y hasta una “cipota” mosqueada, hija del voto rural.

 

Reflexión

EL LIBERTADOR

redaccion@ellibertador.hn

 

Tegucigalpa. La estrecha luz que se filtra por la hendidura de la percochosa ventana, desdibuja el rostro airado de nuestro terrorífico personaje, bien podría ser la mutación del monstruo del Dr. Frankenstein que creó Mary Shelley o el señor Hyde del dramaturgo Stevenson, pero con una semejanza interior desproporcionada al cuadro que guarda el alma de Dorian Gray, sin la elegancia de Oscar Wilde. Noches de tortilla en café como cena, llantos perdidos en montañas adonde rara vez llega un extraño y deseos de todo lo que se ve en otras manos; en medio de extrema pobreza y ni en sueños alimentación balanceada para desarrollar un cerebro saludable, así construyeron a nuestra criatura que conseguía el hierro comiendo tierra, pero llegó a creerse eterno y en su psicodelia de placeres hizo del centro de atenciones, exactamente el nombre, Honduras. – 14 millones de vacunas – ¿Dónde están?, pregunta sereno un hombre mayor, de lentes y vestido de blanco. – Vacunación masiva, masiva, responde el paciente atado a una silla. – ¿Dónde están vacunando?, repregunta. – Oigo voces. ¡Bienvenidos al psiquiátrico!

 

A los dueños de este manicomio, los hemos tenido por dos siglos, soportando las insolencias de los pacientes, desde el venido a menos que se cree Dios o el que se piensa libertador –hemos mantenido una tolerancia parecida a la ingenuidad del avestruz- aguantando el delgadísimo hilo de cordura temporal en los permanentes trastornos de estos enfermos, unos se roban hasta los tenedores, todo lo que ven mal puesto y otros son asesinos seriales o se creen el soberano y algunos asumen que son el marido de Temis o la mujer de Zeus; todos tienen el común de sentirse “héroes patrios”, mientras el techo se nos viene encima, el valle de Sula vuelve a inundarse y el terreno se vende por pedazos a cualquier vago oportunista.  

 

De todas las criaturas hay una que brilla por su obscuridad, por alguna razón nuestro esquizofrénico amigo –diagnosticado así hace unos ocho años, aunque para algunos expertos él es un enigma– cree que es el presidente del lugar y que es dueño de todo lo que hay. Este cuento nunca fue divertido, pero hoy ya se tornó pesadilla y fosas comunes. Pero sólo no está, siempre una pacotilla de otros afectados mentales lo siguen con vehemencia, quizá por miedo o tal vez porque consiguen buenas cosas; ustedes pensarán que tal y como la autoridad, somos negligentes por no parar a este demente, pero siempre lo cuida un grupo de bien pagado, unos cabezas rapada con complejo de fuerza de seguridad. En el rescate del centro, hemos sido dañados.

 

Encerrado en sus cuatro paredes mohosas e impúdicas, él da alocados discursos de progreso, de sistema de salud de primer mundo, de educación finlandesa, donde ya se perdieron las fronteras de la verdad y la mentira, en la calle dicen que la peor “paja” es la que uno termina creyendo, obviamente su trastorno es justamente ese, pensamientos desconectados de la realidad, habla o comportamientos desorganizados y disminución de la participación en las actividades cotidianas, es posible que tenga que ver con una combinación de factores genéticos y ambientales y de la alteración de las sustancias químicas y las estructuras del cerebro. Nuestro nene, sin duda, no está bien.

 

En ese espacio-tiempo de locura, entre sus seguidores tenemos el que se piensa como un canciller, enojadísimo, una copia barata del mito de Ares, a la primera cosita que no le agrada nos manda sus aviones F5 a que nos destruyan; hay otro que lo encontramos vendiendo tamales y se cree “Secretario de secretarios” en la presidencia (el dios estómago), mano derecha y copero; hay otra que piensa que es secretaria de Salud, pero del tema sabe lo que su jefe entiende de gerencia general. En este terreno imaginario de fantasía, cualquiera puede llamarse importante ¿imaginan el daño que harían si esto fuera una realidad? Hasta un bigote desaliñado anda con ellos, iracundo, tirando vasos al primero que halla en su camino, pensamos que realmente no tiene ninguna dificultad mental, es solamente un vividor de esos que se engordan con las migajas en las esquinas sucias de la habitación, sólo traga, no piensa.

 

Les copiamos intacto el último comunicado que le redactaron: “Soy el presidente dentro de este centro, aquí mando yo y a quien no le guste que hable con mis rapados moteados ¿Es que no pueden ver que hemos reducidos los delitos? –dice, mientras se embolsa un celular que miró por ahí–; les he dado salud, inauguramos uno, pero vamos hacer 80 ó 92 como esos –aquellas cajas de cartón se caían entre palabra y palabra–; desde que yo estoy aquí, les he dado una vida mejor, ya nadie se quiere ir del centro –mientras un grupo de pacientes, sin poder soportar la situación forcejean la puerta para largarse–; hemos sido los más transparentes, hasta una oficina de eso hicimos –una muchacha greñuda al fondo, le zumban las moscas–; además en unos meses voy dejar de ser su líder y mediante elecciones limpias y transparentes –hace un guiño a los tres que parecen magistrados electorales–“.

 

“Pero si lo desean –dice con vocecilla picaresca, de las que ponen los extorsionadores en “son de paz– me puedo quedar más tiempo y lo entendería, pues ustedes me necesitan, yo no quiero ya administrar el lugar, aunque sin duda he hecho un trabajo magnifico, los dejaré en las manos del hombrón trabajador que miran allá –jodiendo un árbol, está un despersonalizado que anda con sus burritos y todos sabemos que le obedece en todo al mitómano-. Finalmente les prometo que no me voy a quedar en este altar de privilegios, ni tengo miedo que me lleven a otro centro, allá en el norte para que me evalúen. Fin del comunicado, imaginario”.

 

Nubarrones acechan peligrosamente este centro especializado en tratar con enfermos y estamos a las puertas de que sean ellos los que terminen administrando el lugar y los pacientes seamos nosotros. Hay un hecho que siempre ocurre, despertar de una pesadilla agrada y deja lecciones, pero de la locura hay que preguntar a los ángeles – Si ustedes existen en el Paraíso ¡Pucha, pucha! ¿Por qué no me dijeron que existía el infierno? 

 

Posdata: Hay más requisitos para contratar un conserje en una empresa privada, que para ser funcionario en Honduras. Los exámenes psiquiátricos deben ser obligatorios y endurecer la exigencia de actitudes y aptitudes para gobernar el Estado. En serio, los locos nos están matando. 

 

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