El pueblo hondureño y la ONU se han manifestado con indignación por el asesinato del “amigo de los ríos y montañas”, José Antonio Teruel, acribillado el pasado domingo junto a su esposa y otros familiares; en los tribunales aún esperan justicia las mártires Berta y Margarita, mientras en calles continúa la depuración de los defensores de la vida, de los guardianes del ambiente y del derecho a informar lo que en verdad acontece en el poder y en el país.
El Observatorio del Crimen de EL LIBERTADOR (OCEL), registra más de 90 masacres en 2020, este organismo contabiliza también los crímenes dobles considerando la magnitud de la violencia con que opera el crimen en Honduras, las víctimas quedan en el olvido para la autoridad y los familiares se resignan ante el imperio de impunidad.
Redacción Central / EL LIBERTADOR
Tegucigalpa. José Antonio Teruel, era de esos raros humanos que transpiran humildad, temperamento firme y alegre. Buscaba paz y reconciliación, siempre. Era de esos seres donde se dignifica la humanidad, de esos hombres que no deberían morir por su utilidad social. Amaba la vida en todas sus formas, amó y defendió los bosques y los ríos de Honduras hasta anteayer cuando fue masacrado. Cada tres días matan en grupo a los hondureños, según el Observatorio del Crimen de EL LIBERTADOR (OCEL).
Los defensores de la vida y la verdad en Honduras están en peligro de extinción y no tienen garantías de un Estado que los salve de la muerte o, mínimo, castigue a los malhechores que apagan las vidas. Durante la pandemia el crimen se reactivó antes que la economía, asesinando periodistas, ambientalistas y secuestrando a cuatro líderes garífunas hace más de dos meses y que organizaciones de derechos humanos responsabilizan al gobierno Hernández.
El pasado domingo en un acto criminal múltiple en San Fernando, municipio de Patuca, Olancho, ubicado a unos 184 kilómetros al oriente de la capital hondureña se reportó que el maestro, luchador social y ambientalista, José Antonio Teruel, fue acribillado junto a su esposa Francisca Aracely Zavala y un amigo Marco Tulio Zavala.
El Observatorio del Crimen de EL LIBERTADOR, registra más de 90 masacres en 2020, este organismo contabiliza también los crímenes dobles considerando la magnitud de la violencia con que opera el crimen en Honduras, las víctimas quedan en el olvido para la autoridad y los familiares se resignan ante el imperio de impunidad; no obstante, a veces estos crímenes cobran la vida de personas ilustres de este país.
Es el caso de Teruel, el “amigo de ríos y montañas”, un destacado ambientalista que fue ejecutado por un grupo de asalto que irrumpió en su vivienda con armas de grueso calibre, donde como acontece en estos atentados, las víctimas no tuvieron tiempo para reaccionar, fueron ejecutados en el acto. Según el reporte policial, sólo eran dos pistoleros y se presume hubo una cuarta víctima hasta ahora no identificada.
Igualmente pasó en los asesinatos de las ambientalistas y luchadoras sociales Margarita Murillo y Berta Cáceres. Margarita fue liquidada cuando se hallaba sembrando la tierra, hasta ahí llegaron los sicarios. En tanto, Berta fue asesinada en 2016, en horas de la madrugada cuando descansaba en su casa de habitación.
En esa ocasión, en el caso de Berta, los primeros informes de la Policía Nacional dieron a la prensa un móvil pasional, separando la lucha social, quedó claro con el tiempo que se pretendió ocultar el vínculo entre militares activos y exjefes con la empresa DESA. En el crimen contra Teruel, se dice que presuntamente fue “enemistad personal”, sin que haya una investigación científica que precise las verdaderas causas del homicidio.
Cabe mencionar que el ambientalista se desempeñó por varios años como coordinador de Participación Ciudadana en el brazo social de la iglesia Católica, Caritas-Honduras, donde se caracterizó como un hombre de armonía, lejos de una personalidad sembradora de enemistades personales.
Aparte de ferviente defensor de la naturaleza, destacó, además, como defensor de la voluntad ciudadana participando de manera activa en veeduría de procesos electorales, sin embargo, su amplio andar se desarrolló en la defensa militante de los bosques, ríos y, en general, de la biodiversidad hondureña.
El nororiente hondureño está en peligro, a la fecha el sector colindante con La Mosquitia, ha caído en manos del narcotráfico, la deforestación para construcción de pistas clandestinas y para expansión de la actividad ganadera, eso y otros factores han puesto en riesgo la vida silvestre de esa zona y, obviamente, la vida de quienes la protegen como Teruel.
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