EL REGRESO DEL “SEÑOR OBSCURO”, VIENEN TIEMPOS TENEBROSOS Y PUEBLO SENCILLO QUE OLVIDÓ

Los “sangre sucia” vitorean la libertad del narco, en un espacio más exclusivo algunos alistan su perdón, el Orlandismo nunca se fue del Partido Nacional, subsistió escurriendo jueces, diputados y empresarios; en los barrios y colonias donde se levantó insurrección, ya lo saben “vienen tiempos obscuros”, la maldad resurge hacia la luz, nuevo fraude y es grave la lección: la magia estaba en la memoria que decidieron ignorar.

Honduras necesita nuevo modelo educativo, un pueblo digno perece por los sucios con traición en la sangre, medite un poco estimado lector, no tome a la ligera las voces de esos nuevos diputados contra Libre porque “perdió” bajo el sistema nefasto, esos no quieren repetir la elección y mucho menos marchar en las calles, véalos repitiendo el “respeto a institucionalidad” que pide Cossette.

Y cómo pesan las palabras del doctor Fasquelle, ¿extradición en lugar de revolución?, la institucionalidad nos falló otra vez como pueblo; ¿alguien ubica al canciller o la Corte –como Ministerio de Magia mudos cuando Voldemort regresó a conquistar–? ¿Recuerdan delito de traición patria en 2017 o las palabras del juez Castel? Pero no todo es maldad, el hondureño vio el “Expecto Patronum” reflejado en la presidenta de “la Resistencia” y, desde este teclado, lo prometemos: la rebelión volverá, está escrito en el Cáliz de Fuego.

Reflexión
EL LIBERTADOR
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Tegucigalpa. En Honduras, el anuncio del “regreso” del bipartidismo y Juan Orlando —palabra que parece sacada de un conjuro osbcuro— cayó como una ráfaga fría en la nuca del país. Lo que en Harry Potter fue la resurrección de Voldemort, aquí toma la forma de viejos caudillos que nunca se fueron del todo, solo mudaron de oficina, de peinado o de vocero. En los pasillos del poder se siente el murmullo espeso de los que juran que no tienen nada que ver, mientras afilan contratos y pactos a la luz de un foco amarillento. El pueblo consciente, que carga años de promesas vencidas, represiones y muertes, reconoce el olor: es el mismo de 2017, 2013, 2009… un perfume agrio que mezcla corrupción con nostalgia. Cada quien lo percibe a su forma: unos suben el volumen, otros esconden la billetera, otros buscan pasaporte. Y en medio de esa escena, es inevitable que alguien —el estudiante, la señora del mercado, el emprendedor hastiado— repita la frase que ya es advertencia nacional, conjuro y epitafio político: “Vienen tiempos oscuros”.

Salvador Nasralla junto al extinto Bloque de Oposición (BOC) que reunión, además, figuras del golpismo hondureño, quienes actualmente sostienen el fraude de los audios de Cossette López.

El eventual retorno de Juan Orlando no es solo la reaparición de un expresidiario, aunque ya sabemos que indulto no borra delitos, pero su simple salida de prisión, es la resurrección de un estilo, un método, un ecosistema entero que funciona con la precisión de un ejército de mortífagos (seguidores del señor Obscuro) administrativos. El Partido Nacional, que siempre vuelve como esas tormentas que el pronóstico niega, pero todos sienten en las rodillas, empieza a moverse con su viejo ritmo: silencios coordinados, sonrisas ensayadas, y un entusiasmo casi religioso por recuperar el “Altar” que consideran hereditario. Y mientras las cucarachas anuncian “renovación”, el país observa cómo las piezas regresan a su sitio original, como si se tratara de un ritual que ya vimos demasiadas veces. Las colonias comentan, las redes arden, y en las redacciones se afilan titulares por si la noche vuelve a ser más larga de lo previsto. Entonces, lector, Honduras entera escucha aquella frase que mezcla advertencia y resignación, sarcasmo y miedo: “Cuatro años más”.

Imagen del juicio de Juan Hernández donde fue condenado a años de prisión por tráfico de drogas.

En el mundo mágico, los “muggles” (seres sin magia) siempre fueron los más fáciles de engañar: les borraban la memoria, les cambiaban la realidad con un hechizo barato y seguían caminando como si nada, dormidos e ignorantes a la terrible realidad. En Honduras, la historia es la misma, pero sin varita: al final, los ciudadanos —nuestros muggles tropicales— olvidaron demasiado rápido a su verdugo. Olvidaron los hospitales móviles convertidos en retablos de impunidad, olvidaron a los muertos del Seguro Social que jamás tuvieron funeral, los 20 mil muertos del Covid, olvidaron el saqueo que todavía respira debajo de cada recibo, cada fila en el hospital, cada salario que no alcanza, olvidaron el delito de traición a la patria. Y como en Harry Potter, cuando el Ministerio negaba el regreso de Voldemort mientras el caos crecía en silencio, aquí también abundan los que juran que “no fue tan grave”, que “ya pasó”, que “hay que ver para adelante”. Pero la memoria selectiva es un hechizo cruel: tarde o temprano, cuando los viejos fantasmas reclamen su trono y la oscuridad vuelva a tocar la puerta, estos mismos muggles tendrán que aprender por el peor camino lo que se negaron a recordar cuando aún había luz. ¡Lumos cerebral!

Protesta del 12 de enero 2018, días previos a la segunda toma de mando de Herrnández.

Se les advirtió por cuatro años, lo que les prometieron los tradicionales durante más de un siglo se les hizo realidad, donde había tierra se les hizo carretera; donde había centros de salud carcomidos se les hizo hospitales; se les subsidió la vivienda, el gas y el combustible; por fin no hubieron gases lacrimogenos, una gobernante nos llenó de dignidad donde fuera; sin embargo el discurso de los “dementores” se impuso, seres espectrales encapuchados que se alimentan de la felicidad humana, dejando a su paso desesperación y frío intenso, hoy celebra un mortifago como Luz Ernestina (qué ironía de nombre) porque su ascenso al Congreso, está “asegurado” —su rostro químico ni se mueve al sonreír de felicidad, pero al mismo tiempo su candidato desespera, otra vez le roban la presidencia, cero colectividad ¿y les importa Honduras? Mmmm—; así como otras decenas de seres siniestros, unos con el rosario, otros con el micrófono y otros financiando a los lobistas gringos, todos hicieron su hechizo.

Imágenes del 28 de enero 2018 cuando Hernández tomaba posesión de segundo mandato (ilegal).

En la saga, la serpiente de Voldemort, Nagini, no atacaba de golpe, primero se deslizaba entre las sombras, sigilosa, paciente, oliendo el miedo antes de clavarse en la yugular del mundo mágico. En Honduras, esa serpiente tiene otro nombre: corrupción, y hace años que serpentea bajo el piso nacional con una calma aterradora, como quien sabe que el país está lo suficientemente débil para tragárselo sin esfuerzo. La vemos asomar el hocico en contratos inflados, deslizarse entre Secretarías, enroscarse en partidos que prometen salvación mientras mastican presupuestos enteros. Y nadie la escucha hasta que ya está dentro de las paredes, comiéndose la casa desde adentro, como Nagini rondando en silencio antes de devorar un alma más. Porque la corrupción no muerde para matar: muerde para adueñarse, paralizar, convertir al ciudadano en presa resignada y al país en Zede. Y mientras avanza, lenta pero segura, uno entiende que no es una metáfora ni una advertencia literaria: es el reptil real que ya está bajo la cama del país, esperando el momento de abrir la mandíbula y hartarse todo a su paso.

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Al final, Honduras queda como ese castillo de Hogwarts en la última batalla: humeante, agrietado, con los fantasmas rondando los pasillos y una población que empieza a entender que la magia nunca estuvo en los políticos, sino en la memoria que decidieron ignorar. Los mortífagos locales ya levantan sus banderas, Nagini se acerca reptando entre instituciones debilitadas, y los dementores del debate público se preparan para chupar hasta el último suspiro de esperanza. Pero incluso en la saga más oscura había un punto de quiebre, un instante en que los que parecían derrotados recordaban quiénes eran y qué les habían arrebatado. Esa es la verdadera encrucijada del país: o aceptamos vivir eternamente bajo el hechizo del olvido, o se enciende, aunque sea temblorosa, esa chispa rebelde que Harry levantó contra lo inevitable. Porque si algo demuestra esta historia, es que ninguna oscuridad dura para siempre… a menos que el pueblo, como un muggle distraído, siga confundiendo sombras con salvadores. Avanti.

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