El poder siempre ha necesitado siervos operadores o “damas de compañía”, esos que engordan con las sobras mosqueadas, pero no cualquier queso, que conste; “importantes” porque doblan el pescuezo ante el señor, como un “Stephen” a favor de Di Caprio en “Django”, que desprecian a sus hermanos por un mísero agasajo del patrón o amo; por ahí se ven los Tommy y comparsa, abalanzados como ave de carroña contra toda propuesta que traiga dignidad a los desamparados.
El mismo mal atrapó al viejo presentador de “tele”, pasó demasiados años haciendo lo mismo y su cuerpo ya no lo aguanta, alguna vez pensó que era don “Rafa” Ferrari o don “Memo” Villeda; en el blindado se ve al espejo, nostálgico antes de entrar en escena, por esos dones dio la vida, todo, traicionó por ellos, y ya nunca será presidente.- Y ejemplos hay muchos: constitución negra o Anduray, el “indi” prosperado de ZEDE, José Luis, y más… muchos más.
Reflexión
EL LIBERTADOR
redaccion@ellibertador.hn
Tegucigalpa. La aristocracia hondureña se viste: un elegante conjunto largo –como en la edad media–; un tipo “Kirtle”, tallado y extenso hasta los pies (casi ocultos); falda rígida en forma de campana o cilindro, con la ayuda de aros dentro de la tela; un verdugado con ruedas y alrededor de la cintura, un rollo acolchonado para empujar la prenda exterior hacia afuera de modo que el vestido cae perpendicular; con la ayuda de sus damas de compañía, acomoda el cuello donde se ajusta los Armíllae (brazaletes) y los encantaría la Tiara Vladimir de la gran duquesa María Pávlovna, sin embargo, en su ausencia, cordones de seda, algún Bulova oro blanco y algún juego de joyas con diamantes.- Algún José Luis, mientras hace su tarea, acaricia el pelo de la aristocracia y, con mirada perdida y entrecerrada, sonríe satisfecho, mordiéndose los labios.
En Honduras existe una “apartheid”, según descripción simple es: “Cualquier tipo de diferenciación social dentro del contexto de una nación, donde un sector de la población tiene plenos derechos y otro sector se relega a estatus de marginalidad”.- Mientras la mayoría de personas en ese territorio tiene restringidos y negados sus derechos básicos, hasta el de la vida, una minoría privilegiada y con mentalidad extranjera accede sin limites o lo que un Estado Derecho debería proveer a todos.- Esa clase gobernante, que vive por encima de la realidad de la sociedad hondureña, es la que llamamos poder real.- Sus muros son tan altos, los jardines tan amplios y sus mentes tan distantes, que los gritos de los miserables al otro lado de la barrera no son escuchados y si pudieran, dirían «Qu’ils mangent de la brioche», como Marías Antonietas en tierras medias.
El poder siempre ha ocupado operadores, mandaderos, esas “damas de compañía” que se engordan con las migajas que caen por los bordes de los manteles blancos, pero no de “Quesos Olancho”, ¡queda claro!, sino de un exquisito “Beaufort d´Éte”, el príncipe de los quesos; un José Luis Moncada que se muerde los labios al escuchar que las ZEDE son un delito constitucional que no prescribe, y se ahoga en su propia saliva negándolo virulento con palabras memorizadas; no es que él sea dueño, ni tendrá en su cuenta las grandes utilidades, pero su alma de esclavo, piel humilde acanelada y genes precolombinos, lo hace creer que está más cerca de las pieles blancas que siempre ha deseado, es el color que colonizó su alma, es un cerebro castigado, sin funcionar como debió: para razonar.- Esos son los peones bien pagados de los campos bananeros que con melancolía extrañan los “Banana days” y, aunque no vivían en las villas de los empleados, los dejaban de cuando en cuando entrar a limpiar las casas de los señores y eran felices, se creían y veían distintos a los de la prisión verde. ¡No somos iguales! Dicen…
Corre desesperado el compañerito periodista de El Heraldo a escribir otra mentira y, apoyado sobre los gastados tacones, mira al director y le pregunta: –¿Lo hice bien? –Lo hiciste bien. –y el muchacho cierra los puñitos y ojitos y redacta en Twitter otra mentira, él, se siente importante, cree que es Canahuati, que también tiene riquezas en Estados Unidos y que sus hijos irán a la Americana; en el mismo tiempo pero en otro ambiente, la compañerita de Televicentro, con su maquillaje chusco pagado en cuotas y el vestido prestado de la hermana, que con saña ataca al mismo que como ella siempre pide rebaja de precio hasta cuando compra una bolsita de nachos, que tiene igual origen y el mismo dolor y la misma piel, quizá motivada por una sonrisa que no terminó de nacer en la boca de Ana María en alguna esquina de los pasillos; Salvador es el mejor ejemplo, quizá suena injusto empujar un señor casi de la cuarta edad a seguir poniéndose pantaloncitos cortos para generar dinero, pues no tiene hacienda, ni nombre, ni familia de linaje, pero él creyó que es dueño, creyó que es importante, creyó que era un Ferrari, creyó que era presidente.- Y los más desgraciados desgarraron sus voces al servicio y finalmente fueron rechazados y desalojados, hoy los puede ver en algún café recordando que alguna vez el poder les dijo “hola”; cuentan con respeto las horrendas puteadas que les dio el hombre fuerte.
El poder no tiene rostro, tiene a sus nanas en este neo-esclavismo, ¿qué injusticia es que un viejito neurótico como Anduray, más jorobado que aquel de Notredame, tenga que seguir gritando por sus señores? ¿O, qué castigo divino es que un “Toño” cuando ha perdido hasta los cachetes en su senectud siga asustado por los delitos que cometió por otros? El mismo Juan Orlando y la pobre Ana, que bordea la locura en su soledad, el “volvera” (sin acento de palabra aguda), es tendencia muda entre los mismos ¿Vale la pena esas fichas en el último círculo del infierno de Dante?; las “nanas” son el escudo entre los miserables y el poder.- El viejo presentador se viste lento, ya no duerme, han pasado demasiados años haciendo lo mismo, no es que el cuerpo no soporta, es el alma, conduce su Amarok blindada y al estacionar frente al canal, suelta una lagrima… ¡Bienvenidos al espectáculo! Finge después del maquillaje, entonces se le altera la química neuronal y entra furioso a sus redes sociales.
Es natural que el apartheid no necesita cambios, desde el castillo no se siente el tufo del crematorio ni del hambre ni de las familias a final de mes cuando después de contar los lempiras no ajustan para pagar el cuarto, entonces al otro lado de la pared se lleva una dialéctica pelea, los capataces contra los pobres; el poder hace un “outsourcing” de todas sus necesidades y siempre hay alguien que, aunque tome, tiene sed.
Por eso un Tomas, Lizzy, Merary, Johanna o María Antonieta están dispuestos a quebrarse los colmillo por los intereses ajenos, pero de ahí les llenaron el vaso de jugo en la mañana y ya está superada la infancia de limitaciones, aunque los complejos sean permanentes.- Una niñez limitada, produce seres tristes y peligrosos para estudios de psiquiatría.
El siglo XVIII está vigente en la mente de los dueños de Honduras, he ahí la prisa de la mayoría de la población por un Gobierno humano, fuerte y con visión de trascendencia, la existencia de un Estado que se rija por el imperio de las leyes hasta consolidar una república; un modelo de país bueno, justo, que acerca la espantosa distancia entre los pobres y los ricos, un modelo de Estado que brinda dignidad a su población.- Por eso seguimos marcando huellas…
Posdata: Nada personal. Avanti.
Deja un Comentario