

El golpe de Estado sembró la semilla de la perdición que dio vida al árbol del mal, y sus frutos son siempre podridos y el más corrompido de todos ya tiene hasta sus propios hijos, los marquitos, ebalcitos, gabrielitos, jorgitos y la lista de esas crías continúa, dañinos desde el vientre, si tuvieran dientes al nacer se comerían a la madre. Esa conducta del periodista alcohólico, que en la esquina de su casa murmura “primero es mi estómago y después el de mis hijos”, ¡como si el ser humano sólo sirve para hartarse! Y por eso miente y engaña y traiciona.
Reflexión
EL LIBERTADOR
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Tegucigalpa. –“Námaste”–, se despide reverente el guía virtual. Después de la ardua sesión de entrenamiento, se coloca la toalla abrazando el cuello y va a la cocina. Sobre un plato hondo, sirve los “Mike’s Melons” de Choluteca, mientras la granola con chispas de yogurt natural cae como gotas de sudor de los inmigrantes en los enormes campos de producción agrícola de Illinois, Iowa y Nebraska; la miel se desmaya lentamente por el plato. Toma una taza y de golpe el ambiente es invadido por el fuerte olor del café caliente “made in Honduras”, y una frase se fija en el recuerdo…
“Esto no es Netflix, esto no es una película. Cada dosis individual (de cocaína) podría dejar a un padre preguntándose dónde está su hijo, cada dosis podría dejar a un hijo sin su padre, por eso estamos aquí”, el duro juez Kevin Castel, toma un sorbo de café y -continúa recordando-: “Hagan justicia, justicia largamente esperada en Honduras”. Castel se sienta sobre su enorme escritorio de roble, mira el expediente sobre la mesa en cuya primera página se lee “CC-4, mencionado en el testimonio de”… y se disipa la cortina de humo que produce el café.
Más allá de esa cálida meditación, hacia el sur, hablando de distractores… “¡Tra-tra-trá!” suena en “TikTok” y un militar suelta el fusil para ponerse a bailar… y es ahí cuando se da cuenta que lo esencial no son las armas, sino lo que el alma alegra. –¡Baja deshonrosa! – chilla el militar con una carrera de actor frustrado. –La institución se respeta, berrea en público el militar con las latas en el pecho y hormigón en el cerebro.
Cuénteme enojado coronel, ¿cómo son los secretos afelpados que esconden los batallones? ¿Ha olvidado que se les degradó a “wachis” del narco? ¿Ha olvidado los actos de corrupción de los castrenses? ¿Y la Constitución que prohíbe la reelección presidencial? ¿Y el asesinato de los que protestan? ¿Y la alternabilidad en el poder, papi? ¿Y la soberanía? El alma del atormentado al no poder alcanzar el cielo, lo empaña. ¡Abajo los cuarteles y arriba el tutú rosa!… Y no es que este cipote sea héroe, si te encontró en una manifestación, la verguiada la tuviste fija. Marginó la beca en UTH y decidió trabajar para un político, aprovechando los 15 minutos de fama que nos enseñó Andy Warhol.
Pero volvamos a lo que nos importa, ya parecemos TVC metiendo distractores y de gratis, porque otros cobran. Mientras en un reino, muy, muy, muy lejano, que está en cuarentena por un virus mortal, no por cálculo político, un “reicito” bien robusto grita chillón: “yo soy el rey, yo soy el Estado” y una orgía de cucarachas alrededor brama: ¡4 años más! ¡4 años más! Aunque en rumores y sin hacer mucho ruido, con sus patitas peluditas, comienzan a pensar por ellas y también quieren ser rey y también quieren ser el Estado.
Y está bien, si el Rey Sol, allá por 1655, con apenas 16 años pronunciaba frente al parlamento francés “L’État, c’est moi”, pero de ahí a que nuestro pequeñísimo emperador tenga esos aires de querer cancelar las elecciones para seguir en el poder y evitar la justicia terrenal, es un extremo. O sea, te explico, ubicate, no es lo mismo criarse arriando chanchos en un robusto cerro, a la vijiona de lo que un padre aldeano le baja a los políticos para darle frijoles a la familia, que pertenecer a las monarquías europeas; ¡nooo chiqui!, no es igual navegar en el río Choluteca cuando pasa por los mercados de Comayagüela que montarse en una góndola y andar por Venecia.
No es lo mismo ser un niño macilento en un pueblito abandonado en el medio de la nada, comiendo mango en temporada, con la pancita chorreada y pletórica de lombrices, que comer los platillos gourmet del reino francés, mirando turbado el impresionante “fashion show” de las dames y mesdemoiselles de palacio.
No es lo mismo crecer envolviendo aguacates con El Heraldo, que criarse leyendo Los Miserables de Víctor Hugo o EL LIBERTADOR, ¡hay niveles campeón! Sólo hay tres formas para que una persona no se pierda cuando medio tiene un poquito de poder. 1. Nacer en el ambiente. 2. Tener una enorme cultura, que sólo se logra agachando la cabeza ante los libros, no frente a las líneas… continuas. Y 3. Estar en el camino ascendente a la espiritualidad. (No confundir con religión).
Juancito “el robusto” (¿en serio?, agarren un diccionario y busquen sinónimos, sólo esa palabra usan, ¡Dios mío, qué gente tan aburrida! ¡Tan indi!), le dobló la mano a Oliva y le vetó su proyecto, lo mismo hace con Argueta, pero éste está chiquito, va ir aprendiendo, peroooo Oliva… mirá doctor, si querés llegar a la presidencia debes mostrar carácter firme, ya Pepe te enseña cómo es el trámite: ¿sabés con qué se amasa el pan?; en buena onda te propongo ser tu asesor y no te voy a dar esas bajadas salvajes que le da la “viuda” a Juan, por unos churros descargados de Internet prometo llevarte a la presidencia, sólo seleccionemos a votos rurales en nuestras filas y estamos hechos. Oliva, en serio, seguí debilucho y mi amigo, “requiescat in pace”.
No es que Juancito “el robusto” sea genio, es que topó con una generación de inútiles, gente sin carácter ni principios, sin honor y sin Patria, pero no sólo hablamos de sus seguidores, sino más allá: conductas tibias y permisivas de empresarios, uniformados taimados, oposición de amigos, religiosos más amantes del dinero que los banqueros (hay pruebas de eso) y parte de la población cómplice, ¡ah!, el comportamiento del vivo.
El golpe de Estado sembró la semilla de la perdición que dio vida al árbol del mal, y sus frutos son siempre podridos y el más corrompido de todos ya tiene hasta sus propios hijos, los marquitos, ebalcitos, gabrielitos, jorgitos y la lista de esas crías continúa, dañinos desde el vientre, si tuvieran dientes al nacer se comerían a la madre. Esa conducta del periodista alcohólico, que en la esquina de su casa murmura “primero es mi estómago y después el de mis hijos”, ¡como si el ser humano sólo sirve para hartarse! Y por eso miente y engaña y traiciona.
Se puede parar el reloj, pero no el tiempo: la corte en el distrito sur de Nueva York comenzó a moverse, así que pónganse “tigres” (¡ups!, no lo decía por el Tigre, no se pongan sensibles), aunque no importa lo que hagan, todas las pruebas están allá, tick, tock… con su permiso me despido, hoy es sábado y nos vamos a poner bien Sobeydos, pero sin hacer tiros al aire, tampoco somos Bonnie y Clyde… pero esa es otra historia y nosotros no lo entenderíamos.- Allá en el norte, el día avanza, todo va normalizándose tras el virus, Castel cierra la reflexión de EL LIBERTADOR, pensativo, mira de nuevo el expediente, lee “CC-4, piensa que por fin habrá justicia para Honduras… y toma tranquilamente el último sorbo de café.



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