“Si se distraen un poco de los titulares locales, observan los lectores que vienen aconteciendo fenómenos políticos inesperados alrededor del mundo, tienen en común la expectativa del nuevo gobierno de EUA, cuando ya la burocracia de ese país (no toda) busca acomodarse a los inminentes cambios de lineamiento; y sus socios y adversarios procuran prepararse para el nuevo tiempo”, expone el doctor Rodolfo Pastor Fasquelle, embajador de Honduras en Seúl, en este análisis exclusivo para EL LIBERTADOR.
Estamos saliendo de la inicial negación e incredulidad. Tiene responsabilidad por supuesto la conducción politica en Corea del Sur, como tienen las de los judíos y palestinos, sirios y troyanos, libaneses ucranianos y vecinos. Pero a Corea, en efecto, la están reciclando como teatro del conflicto mundial. Y tenemos obligación de ser solidarios con ella porque eso nos hicieron a nosotros –igual– en los 1980s en Centroamérica, y hubo cientos de miles de víctimas perfectamente inocentes.
La buena noticia en Corea del Sur, es que aquí hay un Estado responsable, y quienes buscaban arrinconar a Yoon para que condujera Corea a Ucrania no prevalecieron. Otra es que la milicia coreana, que casi era un proxy army a la orden del general extranjero, mostró genuino patriotismo y dignidad; se rehusó a dispararle a la dama que tomó el cañón de un fusil en su mano sin andar con las cursiladas de los claveles. La mala noticia es que, en Corea, la clase dominante tan exquisitamente examinada, todavía está ahí y el sistema coludido; y el escenario pinta mal para el mandatario quien, por lo pronto, ya dejó de ser Jefe de Estado, nunca fue el protagonista de esta historia y puede en cambio terminar como chivo expiatorio. ¡Hoy nadie sabe quién manda en la Gran República Han!
Rodolfo Pastor Fasquelle
EL LIBERTADOR
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Es injusto que se le quiera achacar a la pobre República de Corea la inestabilidad regional que es global. Hoy domingo la plaza central de la antigua Hangnam amaneció tomada por el poderoso movimiento fundamentalista y sin policías, mientras se anunciaba al país que el Primer Ministro y el Vocero del Partido tomarían en forma interina las riendas del Estado para asegurar una transición segura. Pero nadie se ha tranquilizado. Y hay que decirlo, aquí no se ha acabado nada; como decía el genial Yogi, it’s-not-over-till-it’s-over.
Habrá aún muchas réplicas, algunas igual de fuertes que el terremoto de la semana pasada, y quedan fallas estructurales, deslizamientos inevitables y el peligro de licuefacción a superar. Muchos hubiéramos preferido otra demostración, menos espectacular y peligrosa de resiliencia. La vocación democrática de los coreanos sobrevive; pero su institucionalidad queda debilitada. Casi hubo una declaración de guerra ¡Caray!, para justificar un damero. [2] No preguntes quien manda. ¿Quién es el jefe de Estado de la Gran República Han? Permítase relucir la verdad, aun si compleja, dolorosa y difícil, pues es lo más útil para entender.
Primero, contexto: otros tienen dudas; los chinos reclaman como suya una antigua maldición que reza: Que tengas una vida cargada de momentos memorables. Y sin que pudiera evitarlo la chamana, alguien debe haberle espetado esa maldición al Presidente Yoon, desde hace un par de años, en que viene lidiando con acusaciones de corrupción y tráfico de influencias contra su mujer y destitución parlamentaria de sus funcionarios. Confrontado en El Congreso con una mayoría opositora, a la que solo ha logrado contener emitiendo más vetos, en la mitad de su mandato, que antes, todos los presidentes constitucionales juntos. Esto no puede dejar de inspirar lástima. (El dicho centroamericano alusivo a la procesión del vía crucis dice: Lo traen como al santo de palo, de casa en casa y palo tras palo). En una especie de muerte cruzada, la oposición vetada ahora se rehusaba a dejarlo gobernar, negándole el presupuesto que pedía, e imponiendo en realidad otra política, por la vía de aprobar otro presupuesto. (“Mel” podría haberlo asesorado).
Mientras que, hacia el exterior, Yoon se veía acosado. Entre la utilidad de proteger los intereses internacionales de su economía (inversiones en China y comercio con Rusia, Irán y los países árabes) y la presión de los –aquí igual de poderosos que allá– intereses de los Estados Unidos y los de la Unión Europea. ¡Tan preocupados por la democracia ucraniana! ¡Que sin embargo tardaron más que Kim en reaccionar –luego del golpe– con un rechazo vago ante la amenaza a la democracia coreana! A la primera pregunta que le hicieron sobre el tema, el Presi Biden –que sabemos vive en otro horario– respondió que no estaba informado aún, sin que nadie ignore su injerencia local.
La prensa mainstream internacional no informa bien sobre Corea, pero tampoco en su mayor parte la prensa local, casi intimidada, en la que prima igual la influencia gubernamental y de los grupos corporativos. Y teníamos derecho a estar sorprendidos todos ante los absolutamente extraordinarios sucesos que atestiguó el mundo esta semana en Seúl: el anuncio presidencial de ley marcial que, invocando fantasmas de amenazas externas (sans Trump), de conspiraciones que ponían en peligro a la nación, replicaba la odiosa Ley de Seguridad Nacional. Aun contra la opinión mayoritaria del gabinete; sin tener al parecer más aprobación explícita que la de una clica, suficiente apoyo militar ni apoyo real de sus socios externos, nunca confiables. Manipulando las cadenas de mando militar para asegurar su fidelidad, y aun preparando la detención judicial de los congresistas que se le oponían.
Ese anuncio a sangre fría encendió la valentía de su congreso que se convocó al jeu de paume, y la heroicidad de la ciudadanía que protegía al soberano, contra un asalto del ejército, cuyo ministro ayer fue detenido. Inevitablemente, el Presidente enfrentará un juicio. Y ante la imposibilidad de sacarlo con el primer golpe, porque faltaron dos votos de 200 a la moción, por la disciplina partidaria del PPP luego de una conmovedora disculpa pública de dos minutos y la entrega ilegal de las funciones ejecutivas al Partido, hemos llegado a este extraño limbo político y legal. En nuestros países, expertos en la materia fueron análogas a la de Yoon la fallida asonada en 1993 en Guatemala, y antes de Fujimori en Perú en 1992. Lo torpe, da pena.
En Corea, lo sabemos quiénes estamos aquí, no había la amenaza de guerra ni de subversión que se invocó; por un déficit histórico de la democracia no hay un partido comunista que pueda ser pro Norcoreano; no se ha permitido uno socialdemócrata o un amplio pluralismo ideológico. Pero desde antes del estallido de la crisis –prefabricada desde noviembre– hay descontento poco discutido por la insensibilidad oficial, represión de sindicatos independientes como (KOSPI y KCTU) por las más desafiantes condiciones laborales del mundo desarrollado, amén de problemas sociales estructurales, incluyendo al creciente desempleo juvenil. Hay claros retos para la economía, que se agravarán al producirse un aumento de tarifas a las industrias estratégicas.
El gobierno no ha podido vencer, en un año, una huelga de médicos que causó molestias, pero, curiosamente, nunca puso a la ciudadanía en peligro; los ferrocarrileros estaban armados en pie de guerra (consiguiendo ya sus demandas); la bolsa de valores había sufrido retiros de inversiones; y se deslizaba la moneda. ¡Por décima vez consecutiva descendió el producto del cuatrimestre! ¡Se revisaron a la baja las proyecciones de crecimiento anual y las empresas reportaron nuevos descensos de sus ventas, mientras aumentó el desempleo! Los políticos de todos los partidos estaban afligidos y preocupados; los empresarios profundamente. Pero es más que personal o económico el dilema del Presi Yoon y el del país. No se quiere admitir, pero ha quedado en evidencia la fragilidad del sistema y su falta de representatividad, que impide que se concretice la voluntad ciudadana y la concertación política. Para conseguir eso hay que buscar diálogo y pacto. Y, por supuesto, entender que Corea no es el único ni mayor problema en el mundo, pese a su ubicación geoestratégica, y no escapa de un contexto determinante.
Si se distraen un poco de los titulares locales, observan los señores lectores que vienen aconteciendo fenómenos políticos inesperados alrededor del mundo, los cuales tienen en común la expectativa del nuevo gobierno de EUA, cuando ya la burocracia de ese país (no toda, con sus contradicciones) busca acomodarse a los inminentes cambios de lineamiento; y sus socios y adversarios procuran prepararse para el nuevo tiempo. Estamos saliendo, creo, de la inicial negación e incredulidad. Tiene responsabilidad por supuesto la conducción politica en Corea, como tienen las de los judíos y palestinos, sirios y troyanos, libaneses ucranianos y vecinos. Pero a Corea, en efecto, la están reciclando como teatro del conflicto mundial. Y tenemos obligación de ser solidarios con ella porque eso nos hicieron a nosotros –igual– en los 1980s en Centroamérica, y hubo cientos de miles de víctimas perfectamente inocentes.
Para entender, hay que conectar los puntos con tu lápiz de carbón. En los propios Estados Unidos, las primeras páginas de los periódicos importantes se han puesto en evidencia las preocupaciones de los corporativos (especialmente de muchos sectores que dependen de importaciones), por los impactos que tendrá la guerra de tarifas anunciada por Trump. En Francia el gobierno cayó, aunque no renuncie Macrón, por impacto también de las presiones socioeconómicas internas, que se agravarán más con las tensiones internacionales, a menos que los europeos consigan responder con una Europa Primero.
En Siria, luego de casi 25 años en el poder B. Al Assad se ha ido dejando, según mensaje ruso, instrucciones para una transición pacífica, cuando la guerra desbordada abrió nuevas oportunidades y rebeldes mal conocidos lograron una blitzkrieg de Alepo a Damasco en una semana, venciendo a un ejército nacional muy profesional, con graves costos para la estabilidad regional. Anticipándose a que Trump pudiera transar se ha recalentado aún más la guerra en Ucrania, en donde ambas partes quieren ubicarse mejor antes de tener que sentarse en la mesa de negociaciones que, por definición es de concesiones. Aquí, en Busan, fracasó la negociación para un tratado global sobre plásticos por la resistencia de los petroleros, que anticipan la política de Trump (drill–baby–drill), la misma preocupación que aceleró la presentación de un casi centenar de Estados ante la Corte Internacional de La Haya, exigiendo responsabilidad a los culpables de la catástrofe ambiental. The world in disarray. Entramos a la órbita del Sol Negro, estrella del caos, en cuya tiniebla la sierpe se muerde la cola y canta el cuervo. Todo está crispado hasta el paroxismo, como para recibir a Trump. Los coreanos no saben aún qué van a hacer con él.
La buena noticia, es que aquí hay un Estado responsable, y quienes buscaban arrinconar a Yoon para que condujera Corea a Ucrania no prevalecieron. Otra es que la milicia coreana, que casi era un proxy army a la orden del general extranjero, mostró al fin y al cabo genuino patriotismo y dignidad; se rehusó a dispararle a la dama que tomó el cañón de un fusil en su mano sin andar con las cursiladas de los claveles. La mala noticia es que, en Corea, la clase dominante tan exquisitamente examinada, todavía está ahí y el sistema coludido; y el escenario pinta mal para el mandatario quien, por lo pronto, ya dejó de ser Jefe de Estado, nunca fue el protagonista de esta historia y puede en cambio terminar como chivo expiatorio. ¡Hoy nadie sabe quién manda en la Gran República Han! Pero quienes se rumora que mandarán no fueron electos para esa función; y eso tiene que subrayar la fragilidad de las instituciones democráticas a las que la retórica oficialista y cómplice tanto alaba. En un escenario internacional volátil, esa fragilidad es muy preocupante para sus socios externos como para sus vecinos inmediatos. Para sus ciudadanos sin embargo quizás sea una oportunidad para renovar liderazgo y abrir el sistema, de tal forma que represente la voluntad y los anhelos de las grandes mayorías, y una nueva oportunidad de volver a negociar y concertar un pacto, como el que empezó a evolucionar hace cuarenta años, y que quizás se descarriló por los intereses creados y la dependencia extrema; esta vez, pacto sin sangre, que es lo único de lo que podemos congratularnos todos, incluso Yoon.
Lo que no se mueve, se estanca y se pudre. Corea, en todo caso, es una nación milenaria orientada a un futuro, que puede ser más. Por ahora, lamentablemente, tendrá más importancia táctica que desde hace medio siglo. El futuro repito es incognoscible, y todos los pronósticos, inciertos. Se va a necesitar la ayuda del Cielo y de todos los ancestros en este interludio, entre épocas, de la historia, que ojalá no se esté acabando.
Seúl 7 de diciembre de 2024.
[1] El nombre propio de Corea del Sur, en su propia lengua.
[2] La declaración de ley marcial se justificaba en una emergencia de seguridad, se acusaba a la oposición de estar comprometida con Corea del Norte, es decir de traición.
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