El recorrido de Ana, una migrante hondureña de 14 años, describe la alternativa de miles para la reunificación familiar y la mejoría económica: migrar de la mano de un coyote, pagando miles de dólares y enfrentándose a un viaje que se vende con engaños.
Redacción Central / EL LIBERTADOR
Tegucigalpa. El sol pega con fuerza, el sudor baja a chorros por la cara; los pies duelen, hace muchos kilómetros que los zapatos –vestigios de alguna navidad– se rompieron en el asfalto; el cuerpo sufre, el calor es insoportable y el agua escasea.- Para apaciguar la sed, sólo se permite remojar la boca y todo en compañía de desconocidos.
Así fue la travesía de Ana Fuentes, una hondureña de 14 años que cruzó fronteras, el pasado mes de octubre de 2021, en búsqueda de cerrar la infancia al lado de su madre, a la que no ve hace tres años, pagó 4,000 dólares –unos 100 mil lempiras al cambio actual– a un coyote para viajar a los Estados Unidos.- Ana se suma a la lista de 134,285 niños que emprendieron la ruta migrante pero no tuvieron éxito, fueron deportados entre 2014 y lo que va de 2022, de acuerdo con las cifras del Instituto Nacional de Migración (INM).
La menor accedió a platicar con este rotativo por videollamada, en una hora narró a detalle los angustiosos días que vivió cuando cruzó la frontera.- Hablando ya desde su hogar, junto a su madre, en el Estado de New Jersey –cuenta– que solo tiene un permiso que le otorgó migración, sigue en espera que su situación legal se resuelva por lo que tiene que presentarse ella y su madre cada seis meses a la oficina de migración hasta que pueda justificar su salida de Honduras y se le otorgue un asilo por causas de violencia.
El viaje de Ana implicó ir con el coyote, la acompañaron su prima -también de 14 años- y su tío, un hombre adulto, a través de un viaje que duró 27 días y que terminó con ella entregándose en la frontera sur de EE.UU.
No es la única modalidad de la migración de menores indocumentados hondureños. Algunos enfrentan solos ese incierto tránsito de alrededor de 4,000 kilómetros desde territorio hondureño hasta la frontera norte de México.- Otros, viajan con algún familiar en caravanas y algunos más guiados por un coyote. Por cada esquema de migración el precio varía.- En el caso de Ana, el coyote les cobró un total de 12 mil dólares por trasladarlos a los tres, es decir, cuatro mil dólares por cada uno.
El trato con el coyote implicaba que al llegar a la frontera, Ana y sus familiares se entregarían a la Patrulla Fronteriza.- Así partieron de Honduras sin saber que el viaje programado para siete días se transformaría en todo un mes bajo un cielo extraño en tierra hostil.- Cuenta que al llegar a Guatemala el escenario se complicó, cruzaron a pie entre cerros y montañas debido a que ninguno de los viajantes tenía pasaporte ni portaba documentación, esto durante seis días, hasta que por fin pudieron ingresar a México.
“Eso me dio mucho miedo, porque allí hay personas malas que vigilan la zona y esperan a los migrantes para robarles, secuestrarlos o matarlos, pero gracias a Dios no nos pasó nada de eso”, recuerda.
Entre pausas para hacer memoria, revela que los días fueron más largos en México, donde fingieron ser aztecas para ganarse el favor de ese pueblo, allí recorrieron el país durante ocho días mediante diversas modalidades de trasporte, a veces en bus otras en carro particular y varias veces a pie.
La jovencita rememora y describe que la noche era obscura y les provocó pánico e inseguridad: “Nos habíamos perdido y el teléfono no nos daba señal, nos sentimos solas y fue la sensación más fea que pude experimentar, haber quedado sólo con quienes conducían el bus”.
Pese a la angustiosa noche, menciona que al día siguiente pudo reintegrarse con su tío que se había movilizado en otro carro, en el vehículo donde casi siempre dormían y comían los únicos dos tiempos de comida que les daba el coyote.
Ya en manos de las autoridades migratorias estadounidenses, pensaron en el reencuentro y en el primer paseo con su mamá; sin embargo, lo peor estaba por llegar, según Ana, y lo narra así en este diálogo.
– ¿Qué sucedió al quedar en custodia de Migración y por qué aseguran que fue la peor parte?
–Allí me separaron de mi tío una vez más. Hasta de mi prima, porque como ellos eran padre e hija, no podía estar con ellos. Para ellos (Migración), yo no era familia. Quedé en una celda apartada y no los volví a ver, sólo yo me pude quedar en Estados Unidos.
–¿Cómo te trataron los de Migración?
–La policía era mexicana y nos trataba muy mal. En la madrugada siempre escuché como le pegaban patadas a la gente y nos despertaban por gusto. Recuerdo que fueron como siete días donde no me pude bañar o cepillarme los dientes, no tuve cambio de ropa y para dormir debía hacerme espacio entre unas mil personas más, entre ellos adultos que venían con niños. Todo el tiempo estuve sola. –Al recordar, Ana se abraza a su madre y la voz se le oye entrecortada–.
La crisis migratoria hondureña ha sido moneda de canje durante los últimos 12 años, pues el envío de remesas es el principal motor de la economía insostenible del viejo modelo de este país. Sólo en 2022, según estimación del Banco Central de Honduras (BCH), los migrantes enviarán al menos 8,000 millones de dólares.
Y, de acuerdo con el último reporte del Instituto Nacional de Migración (INM), en 2019 se intensificó la migración de menores tras el surgimiento de las caravanas hondureñas en octubre de 2018, ese año reportó que 37,766 pequeños fueron deportados; en tanto, 2021 le sigue con poco más de 20,000, y el tercero con mayor registro es 2018 con 19,000.
Sin embargo, sólo en los primeros ocho meses de 2022, el INM ya documenta 18,236 deportaciones de menores. Cabe señalar que la mayoría de repatriaciones se ha ejecutado desde México (94,370), seguido de EE. UU. (33,011) y Guatemala (6,335).
Doña Yolanda, madre de Ana, también compartió con este rotativo el momento cruel de espera que atravesó hasta conocer que su hija estaba en suelo estadounidense. Esta familia es oriunda del departamento de Olancho y, con el afán de buscar mejores condiciones de vida y huir de la violencia y el desempleo, la madre cruzó a EE.UU. en 2019. En 2021 cuando alcanzó estabilidad, doña Yolanda contactó a través de un familiar al “coyote” que la juntó con su hija
El “pasador de fronteras” le explicó que cobraría por partes los 4,000 dólares por llevar a Ana: mil dólares antes de salir de Honduras; otros mil al llegar a Guatemala; luego otro pago al entrar a México y, el último, una vez que la pequeña quedara en custodia de Migración en EE.UU., sin garantía alguna de que lograría el asilo.
FALSAS PROMESAS
“La verdad, cuando ellos nos ofrecen cruzar a familiares, nos aseguran que son viajes en carro o autobús, que no hay riesgos; pero nos mienten. “Si yo hubiera sabido lo que iban a sufrir, no me arriesgaría, ellos dicen que todo saldrá bien, que vienen hasta durmiendo y es falso”, dice doña Yolanda.
Recuerda el mes de angustia que vivió desde que su hija salió de Honduras hasta que llegara a los Estados Unidos.- Para esta madre, la segunda gran mentira del coyote fue la afirmación de que el viaje sería de una o dos semanas, pues durante 27 noches esperó el llamado de Ana que ya estaba en un sitio seguro para recogerla.
Para los hondureños, la tarifa de los “coyotes” varía según el departamento desde el cual serán trasladados, la edad, los medios de transporte, hospedaje, la temporada en que se piensa hacer el viaje, documentos y la cantidad de personas, entre otras condiciones que como promesa incluirá el largo recorrido.
Leonel López, un campesino de 50 años de edad, oriundo de Intibucá, viajó junto a su hijo Leonel de nueve años: pagó 7,000 dólares por el viaje de los dos, en busca de mejores condiciones económicas que le permitieran cubrir un tratamiento médico para su hijo que padece anemia. El hondureño partió en marzo de 2021.
“Salimos del país y entramos a Guatemala con pasaportes falsos, luego en México nos trasportaron hasta cierta parte en avión y en carro, fuimos entregados a Migración”, cuenta.
Ya detenidos por autoridades estadounidenses, Leonel explicó la condición de su hijo y logró quedarse en Estados Unidos: “Nos otorgaron un asilo y nos debemos de presentar una vez al año a la Corte”.
POLÍTICA SUPERFICIAL
El exdirector de Casa Alianza –organización que atiende a niños en riesgo social de Honduras–, Guadalupe Ruelas, cuestiona que los procedimientos aplicados a los menores retornados, mayoritariamente queda en manos de algunas asociaciones que extienden una mano en atención integral: revisión médica, psicológica y reinserción educativa, que va acorde con un proceso de seguimiento de hasta dos años después de ser retornados.
El destacado activista de Derechos Humanos, es contundente al afirmar que el apoyo que han ejecutado los gobiernos es una causa de mera propaganda, pues no hay medidas de prevención eficaces.
“Falta crear oportunidades, porque venimos de una dictadura de 12 años que se dedicó a militarizar la sociedad”.- Ruelas medita sobre la urgencia de crear condiciones para que la sociedad hondureña, en general, tenga oportunidades de empleo, salud y educación.
En tanto, la defensora de migrantes, Itsmania Platero, en sus más de 10 años en activismo social en el campo de migración, es del criterio que la política migratoria de EE.UU., secundada por el Gobierno de México y Guatemala, denota desinterés en la crisis humanitaria en Honduras, pues eleva el maltrato sistemático de los exiliados cuando son acogidos en albergues estatales, cuando transitan o al ser capturados y reprimidos por las autoridades de cada país.
Platero reprocha que en el trayecto varios menores son víctimas del tráfico y trata de personas, por la facilidad de los antisociales para secuestrarlos y esclavizarlos, “es necesario que los consulados de Honduras en estos países actúen con más interés en los compatriotas hondureños y velen por ellos”, enfatiza.
La historia de Ana y Leonel, pequeños expuestos a un viaje por un futuro lejos de la marginación histórica del pueblo hondureño e inmerso en multicrisis profundizadas por la dictadura del extraditado Juan Hernández –gobernante entre 2014 y 2022– pone en evidencia el reto enorme del nuevo Gobierno de Xiomara Castro, que lleva poco más de siete meses en el cargo y ha prometido programas de desarrollo social nunca visto, como alternativa ante el fenómeno migratorio que en la última década mutó a éxodo.
Nota: Producción realizada en el marco de la Sala de Formación y Redacción Puentes de Comunicación III, de Escuela Cocuyo y El Faro. Proyecto apoyado por DW Akademie y el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.
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