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HONDURAS/ TORPE TRIPULACIÓN, BARCO FANTASMA Y TODOS CANTAMOS ¡YOJOH! ¡YOJOH!

HONDURAS/ TORPE TRIPULACIÓN, BARCO FANTASMA Y TODOS CANTAMOS ¡YOJOH! ¡YOJOH!

–Oíme, no seás puerco, hasta nosotros, los filibusteros, tenemos códigos–, reclama Lady Toldo Rosales. El capitán barba rala, dice ¿suficientemente discutido? Aprobado. Todas las chichuisas serán sacrificadas, Rubí fue el primero, Marquito le siguió… “Pillamos, pillamos, nos gusta pelear, brindad compañeros ¡yoho!”.

 

La pequeña Matamoros –hija del Matamoros rural–, casi la contrataba la Loto para que diera los números allá en tierra firme, pero es más “pinta” estar en la carabela, ronroneaba a su papi por videollamada, buscaba relajarse como sus compañeros de viaje con el nuevo reto #BananaDropChallenge, mientras la consolaba con su experiencia de viejo largo en esas aguas turbias.

 

Reflexión

EL LIBERTADOR

redaccion@ellibertador.hn

 

Tegucigalpa. Nadie en tierra tenía idea en qué océano estaba el barco que traía los hospitales para salvar la vida de los hondureños ¡yoho! nadie sabía dónde estaban los millones que salieron del lomo de los ciudadanos, y debían regresar para salvarlos de la horrorosa tempestad. Nada más lejos de la realidad ¡yoho!

 

Allá lejos, muy lejos navegando y navegando sobre los furiosos mares del crimen y donde los satélites no alcanzan, eran las 12:00 del mediodía y el capitán de la pestilente tripulación despertaba y gritaba “¡¿Quién dijo miedo?!”, obviamente afectado por el elixir del corazón de las botellas. De fondo sonaba el himno a la inmoralidad: “¡Yoho! ¡yoho! un gran pirata soy, saqueamos, golpeamos, cobramos botín, ¡brindad compañeros!, ¡yoho!”.

 

Nuestro adalid había sido afectado por la enfermedad, pero no era la peste que mataba a los hondureños, era otra, una que venía de los mamíferos “Chivas Regal”, nuevos gustos aprendidos, el tapón amarillo era el amigo fiel. En vez del sombrero negro usaba una gorrita militar, barbón y rodeado de los placeres de los reyes de la tierra y del cielo y del mar, le decía a sus ciudadanos: “¿Por qué no van al gym?, así sus defensas pueden levantar”. Como una María Antonieta moderna, si el pueblo no tiene que comer, ¡pues que coman “maiz”!, diría nuestro capitán de mares y presupuestos e hipotéticos hospitales. “Raptamos, robamos sin miedo hasta el fin, brindad compañeros yoho”.

 

Y sumergido y sumergido en las aguas profundas de los pensamientos arcanos (Ir a la cárcel o no ir a la cárcel, he ahí el dilema), nuestro cabecilla fue despierto de golpe, pero no de aquellos en que surge una invención: –Capitán, capitán– gritaba chillón y enojado el tonelero del barco y continuaba –No podemos regresar, la gente está arrecha y preguntan #Dóndeestáeldinero #Dóndeestánloshospitales–.

 

Una mirada de arriba hacia abajo, en tierra firme el tonelero era conocido como Lady Toldo, famoso por las infamias e intolerancias más el irrespeto a la inteligencia de aquellas gentes, nuestro capi se detiene en los ojos gelatinosos de su subalterno y pregunta: –¿ya tiraste a Marquito por la borda? –Sí señor y los tiburones se lo comen, pero la gente ya lo está olvidando–. –¡Oh rayos! grita furioso el barbón con gorrita militar. “¡Yoho! ¡yoho! un gran pirata soy, hurtamos, timamos, hay que destrozar, brindad compañeros ¡yoho!”.

 

Y hace llamar al segundo hombre más importante después del capitán, el oficial de intendencia, el picarón, romántico y acosador de la tripulación Ebalcito -¡Ya voy, me estoy maquillando, ombeee! después aparezco como el “Cadáver de la Novia” ¿y de quién se ríen? ¡De mí!- La triqueta de la picardía completa estaba, debían urdir y urdir y las macabras ideas se gestan en los vientres enfermos, afiebrados y corruptos. ¿Y si les damos a los nuevos tripulantes, mi capi? –Oíme, no seás puerco, hasta nosotros, los filibusteros, tenemos códigos–, reclama Lady Toldo Rosales. El capitán barba rala, dice ¿suficientemente discutido? Aprobado. Todas las chichuisas serán sacrificadas, Rubí fue el primero, Marquito le siguió… “Pillamos, pillamos, nos gusta pelear, brindad compañeros ¡yoho!”.

 

Las olas rompían en la popa del barco, que llevaba todo tipo de alimañas, el botín fue repartido, pero nunca hubo hospitales para aquella gente arrecha, indignada, sí tenían hambre, muertos y furia. La peste invadió todos los rincones y caían sobre toldos, carpas o contenedores, pero eso no los derrotaba, no, no, no, eso encendía la hoguera que este pueblo lleva en el pecho y esperaban.

 

Y allá lejos por sobre el atlante, perezosa rugía la contramaestre de la tripulación, era la profe Consuelito que repetía: “Es difícil para mí, con tanta ocupación, atender goteras”, mientras salía del salón de belleza improvisado en cubierta, mientras el medico a cubierta, el pequeño Francis, y gritaba por todos lados “Y no me voy a cansar de decir, van 500 infectados, van 800, van 1,000”. Ya callate, decía el carpintero, el experto en reparaciones y chismes, ¿quién más?, pues Omarcito (no, no, no, repetimos: El Chapulín no existe, sólo Omarcito podrá defendernos). “Prendemos el fuego, hacemos arder, brindad compañeros yoho, quemamos ciudades y nos deben temer, brindad compañeros ¡yoho!”.

 

Los tripulantes más chiquitos pero leperitos se aferraban a la nave, aunque capacidades no tenían, tampoco eran conocidos por tener muchas luces, pero se colaron por ser el hijo de “alguien”, generalmente ese alguien había sido un viejo constructor del navío de la corrupción. Asustados y arrinconados chillaban de miedo y tenían razón, habían visto desfilar por el tablón a dos de sus líderes.

 

Dicen que el pequeño Rubí en alguna isla asustado está y Marquito aún en las mandíbulas del tiburón, pobres enanos, son muy chiquitos para ser malos, muy grandes para ser buenos, aunque como gatito bebé rugían si se les decía algo, habían tenido educación superior mayor que el resto de la tripulación y millonarios quisieron ser, pobrecitos, cuentan en algunos tugurios que hasta dueños del barco querían ser, pero shhh, la vida en los mares de la podredumbre no es para cualquiera. “¡Yoho! ¡yoho! un gran pirata soy, nos dicen canallas, demonios del mar, apenas nos quieren mamá y papá, brindad compañeros ¡yoho!”.

 

La pequeña Matamoros –hija del Matamoros rural–, casi la contrataba la Loto para que diera los números allá en tierra firme, pero es más “pinta” estar en la carabela, corría y corría asustada de esquina a esquina ronroneando a su papi por videollamada, buscaba relajarse como sus compañeros de viaje con el nuevo reto #BananaDropChallenge, mientras él intentaba consolarla con su experiencia de viejo largo y kilometraje recorrido en esas aguas turbias.

 

Alejandro, que era de los nuevos, también mandaba cartas en botes a papi para que lo salvara: “Mi hijo vive en Estados Unidos hace más de cinco años y dijo que si siguen calumniándolo procederá contra el medio que lo calumnie, a través de un bufete de EEUU” decía papá y finalmente, pero no menos importante Pyubani chillaba, porque al esposo lo encontraron con parte del botín: 4.2 millones de lempiras en gel le vendió a Copeco, ¡oh rayos!, ¡oh rayos! “¡Yoho! ¡yoho! un gran pirata soy, saqueamos, robamos, cobramos botín, brindad compañeros ¡yoho!”.

 

Los aprendices de filibusteros sacrificados serán, el capitán los entregará antes que lo toquen a él, eso ya se decidió, en la Honduras de allá, quieren tener la respuesta sanitaria de la Honduras de acá, pues todos los lujos y comodidades de allá salen de acá y acá se está bien jodido y llegó el momento de ajustar las cuentas y ese balance de lejos no va a cuadrar.

 

El galeón podría seguir navegando hacia ningún lugar, continuar entregando tributos de medianía, pero la gente ya identificó que no son los pececitos el problema, que son los que bendicen el barco, los que custodian y protegen con armas el navío, los piratas cheles que hacen que no se hunda el buque, no es la tripulación, es el sistema que nutre el barco lo que se debe romper. “Robamos, raptamos sin miedo hasta el fin, brindad compañeros ¡yoho!”.

 

Y está bien: entréguennos a los aprendices, mientras ustedes siguen embriagados de poder y del elixir aquel, sabemos que el capitán y parte de la tripulación no se entregará en la Honduras de acá. Y aunque el barco no trae los hospitales, ni tampoco tiene el dinero, no hay problema, porque un día deberán parar y en Honduras hay nueve millones de antorchas que no están ahí para iluminarles el camino a tierra firme, sino que el destino que tienen es allá en el puerto que está en el distrito sur de Nueva York.

 

Nuestra intrépida tripulación llega hasta acá, el músico del barco, nuestro bello Arnaldito, mira de reojo el perico del capitán y piensa en que un impuesto puede tener y es que así son ellos, sencillos, mañosos, zánganos y el barco continúa la tonada “Robamos, timamos, hay que destrozar, brindad compañeros ¡yoho! ¡yoho! ¡yoho! un gran pirata soy, nos llaman canallas, diablos del mar, raptamos, robamos sin miedo hasta el fin, brindad compañeros ¡yoho!”.

 

Pd: No ignoramos que hay otros barcos que andan por ahí y tripulación igual o más pícara, navíos de leyes y de justicia, otro día les daremos su bitácora, por hoy nuestra solidaridad con todos los que ahora sufren en nuestro pueblo. Y decimos: ¡Fuerza David Romero!

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