“¡Increíble!”, “¡ay Dios!”, “¡qué cabrones!”, “sabía que con la pandemia serían exagerados los casos de violencia, ¡pero nunca imaginé que tantos!”, son algunas reacciones después de conocer la cifra de denuncias de violencia doméstica e intrafamiliar.
Este artículo, publicado la semana anterior en la última edición impresa de EL LIBERTADOR, en formato digital, ha generado reacción positiva en la sociedad, tanto, que otros medios de comunicación han retomado el tema; nuestra felicitación, que todo sea por una vida plena de las mujeres y por la paz de un país, donde los derechos de todos sea una acción primaria del Estado.
Irina Bandé
Periodista, especialista en género y violencia
EL LIBERTADOR
redaccion@ellibertador.hn
Tegucigalpa. La pandemia del COVID19, ha develado una realidad oculta en la mayoría de los hogares hondureños, que representa un riesgo en la vida de las mujeres, sus hijas e hijos. Solamente de enero al 26 de abril del año 2020, el 911 recibió un total de 31,480 llamadas por violencia doméstica e intrafamiliar, siendo Cortés y Francisco Morazán los que presentan las cifran más altas.
Sin embargo, no es el contagio en si el que ha provocado el aumento a las violencias contra las mujeres, es el confinamiento, el cautiverio en el que se encuentran todas las familias, y que se deriva de la pandemia. Un ejemplo claro es el número de contagiados por municipio, comparados con los casos de violencias.
La Organización de las Naciones Unidas dedicada a promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres (ONU Mujeres), ha catalogado las violencias contra las mujeres, como la –pandemia en las sombras-. Su directora, expuso en el momento cuando 90 países estaban en situación de confinamiento, donde cuatro mil millones de personas se refugiaron en casa ante el contagio mundial del COVID-19, que esta medida de protección, conlleva a otro peligro mortal, las violencias contra las mujeres.
HOGAR DE AGRESIÓN
Estas violencias ocultas en los hogares, se han contenido e invisibilizado en el diario vivir, ya que las mujeres logran tener espacios de tiempo sin que permanezca el agresor en sus casas, esto se debe a que varios de ellos trabajan y los que no trabajan, se reúnen con sus pares en espacios “masculinos” como los billares, parques o estancos.- En ese momento en que sus parejas están ausentes, las mujeres están bajo la larga espera del agresor y la tensión de las futuras humillaciones, golpes, o cualquier otro tipo de violencia que su pareja le manifieste y que muchas veces termina en muerte. Pero ahora, no existen esos tiempos de descanso, tienen el agresor en casa todo el día, lo que representa una tortura y un riesgo permanente para la vida de las mujeres y de sus hijas e hijos.
VIOLENCIA SILENCIADA
De acuerdo a datos publicados por el Centro Electrónico de Documentación e Información Judicial (CEDIJ), hasta octubre de 2019 los Juzgados de Letras y Paz en materia de Violencia Doméstica ingresaron 17,880 denuncias de las cuales el 71% tuvieron resolución. El departamento de Francisco Morazán es el que muestra más ingresos con relación a Cortés, y todo el país cuenta con procesos judiciales por violencia doméstica.
Esos son los casos judicializados, pero en este momento, aunque existen instancias de emergencia para atender a las mujeres que denuncian la violencia doméstica e intrafamiliar, tanto ellas como sus hijos e hijas, se encuentran en total indefensión.
Ante las presiones de las organizaciones de mujeres y la articulación que se ha realizado con las instancias policiales de protección a la mujer, las autoridades de la Policía Nacional han dado orden, que se prioricen los casos de violencia doméstica en esta pandemia y que tienen que actuar, capturar a los agresores infraganti, como una manera de responder a los compromisos suscritos por Honduras en los convenios internacionales de protección de las mujeres.
VIOLENCIA MIMADA
Pero de acuerdo a lo expresado por el Movimiento por La Paz “Visitación Padilla”, la policía está actuando en forma negligente, ya que existen casos, como uno que se presentó en El Progreso, en donde una mujer junto con su madre, fueron víctimas de abuso sexual por parte de su vecino, quien irrumpió en su casa drogado y desnudo. Sin embargo, a pesar de la intervención del movimiento feminista, no han obtenido la respuesta legal esperada.
En otras oportunidades, la policía ha encontrado infraganti al agresor en horas de la madrugada, en estado de ebriedad y gritándole a su pareja desde la calle, y se han limitado a decirle que se tranquilice y se vaya a acostar, sin importarles el riesgo que corren las mujeres, por el hecho de haber llamado a la policía. Y aparte de que no cumplen con las disposiciones de protección a la mujer emitidas por sus autoridades, tampoco acatan las disposiciones legales impuestas en el marco de la cuarentena, en resumen, el agresor tenía que ir preso y se quedó en casa.
ANGUSTIAS SIN ECO
Historias como esas se pueden contar por miles, son más de 30 mil denuncias en el 911, hasta abril 26 y también se puede asegurar, que esas sólo son una parte, esas son las mujeres que pueden tomar un teléfono y llamar, pero hay otras que no cuentan con el recurso porque sus parejas a golpes y humillaciones, les quitan toda posibilidad de conectarse con el mundo exterior, o habitan en aldeas donde no hay mecanismos de denuncias, o porque no cuentan con dinero para comprar un celular, o porque las amenazan con quitarles los hijos e hijas, matarlos o matarlas a ellas si llaman a la policía.
Entonces, no se extrañen que la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), coloque a Honduras como el segundo país con la tasa más elevada por crímenes por motivo de género, a un total de 5.1 femicidios por cada 100 mil habitantes. O, que el Observatorio de la Violencia exponga que, de las 460 mujeres asesinadas en el 2019, 60% se derivaron del ataque de sus parejas, exparejas u otra persona con quien tuvieron una relación afectiva.
NI CONCIENCIA, NI RESPUESTA
¡Increible!, ¡ay Dios!, ¡que bárbaros!, ¡que cabrones!, ¡qué barbaridad, sabía que con la pandemia serían exagerados los casos de violencia, pero nunca imaginé que tantos! Esas son algunas de las expresiones de mis contactos de WhatsApp, después de enviar el mapa con las denuncias de violencia doméstica e intrafamiliar publicados el 5 de mayo por el Visitación Padilla y que suman un total de 31,480 casos.
¿De qué se asustan?, esto no es nuevo, la misma sociedad que ha hecho oídos sordos a las violencias contra las mujeres, empieza por asumir, que esto solo pasa entre los pobres. Tal vez esto implicaría ver hacia dentro de sus hogares o sus colonias, si no forman parte de esa estadística, o ver hacia dentro de los hogares de los “ricos”, para ver cuántas mujeres sufren violencias.
Otro aspecto que sigue prevaleciendo entre los hondureño/as, es que asumen que –la violencia doméstica e intrafamiliar es de orden privado-. Muchos comentarios como: -es problema de ellos-, -ahorita la está golpeando y luego se la coge y ella feliz-; o en el caso las niñas y adolescentes –le pasa por rebelde, está bueno que le den su macaneada-, forman parte de la complicidad social que promueve la violencia tanto doméstica como intrafamiliar, sin contar que, en ese ámbito privado, las mujeres agredidas no cogen por placer, sino que son violadas en el marco del poder de su pareja, y si no fingen un orgasmo, el maltrato es aún mayor.
El juzgamiento social es el cómplice perfecto del agresor de mujeres y femicidas, la sociedad prefiere juzgar, que entender el fenómeno de las violencias contra las mujeres, porque entonces tendría que asumir su responsabilidad ante esa pandemia, -la pandemia de las violencias contra las mujeres-.
La sociedad cómplice del maltrato a las mujeres o los femicidas, tendría que asumir la responsabilidad de esta sociedad disfuncional, en donde niñas, niños y adolescentes, se quedan huérfanos porque su papá o padrastro mató a su madre, o porque sufren todo tipo de vejámenes como el abuso sexual, y tendrían que asumir que esas violencias, los llevan a ingresar en grupos sociales de alto riesgo, porque entre un infierno y el otro, mejor el otro infierno.
VIOLENCIAS NO VISTAS
Pero este confinamiento por el COVID19, sólo ha sacado a la luz pública uno de los problemas que hace años el movimiento de mujeres y feministas están denunciando, el aumento de los casos de violencia doméstica e intrafamiliar. Pero esta emergencia nacional, no devela otras formas de violencias que matan silenciosamente a las mujeres de todas las edades como la explotación sexual comercial, los femicidios, el abuso sexual, los matrimonios forzados, los embarazos en adolescentes, y además parece que la sociedad prefiere ser como los monos, ver, oír y callar, y luego orar, para que una varita mágica caiga del cielo y cambie a los agresores. Que error.
Ahora que un gran porcentaje de los y las hondureños, están exigiendo que no entre en vigencia el nuevo Código Penal de la impunidad, el movimiento de mujeres y feminista, levanta la voz para exigir al gobierno que integre las demandas de las mujeres, que endurezcan las penas contra los agresores, pero no lo hacen, ni lo harán, porque sería olvidar que muchos hombres que ostentan y ha ostentado el poder en el país, son agresores. Sería olvidar que se han aceptado candidaturas de diputados femicidas, y sería aceptar que los funcionarios son acosadores y que se escudan en su poder para quedar impunes, así que lo mejor, es olvidar que las mujeres tenemos derechos, uno de ellos, el derecho a vivir una vida sin violencias.
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