LO INSÓLITO QUE NO SE DICE: DONALD TRUMP, VENEZUELA Y AMÉRICA LATINA

Los amigos de Estados Unidos estamos obligados a ser sinceros y claros con ellos. Y, puesto que también somos amigos de Venezuela, igual, tenemos que ser sinceros y claros con los venezolanos. Sin pretender injerir en su soberanía, sin engañarnos sobre su condición ni dejar de defender los derechos humanos de todos. La solidaridad entre pueblos y personas no admite selectividad, transacción, silencio ni miedo, reflexiona el pensador y diplomático hondureño, Rodolfo Pastor Fasquelle.

Los amigos verdaderos de Estados Unidos estamos obligados a cooperar para defender sus intereses legítimos, no sus actos de piratería y sabotaje internacional. Debemos extraditar a cualquier acusado siguiendo el procedimiento convenido, siempre y cuando el otro país se comprometa a la reciprocidad y se abstenga de aplicarle una pena inexistente en el nuestro, como la pena de muerte.

Cómo otros quieren juzgar oficialmente los procesos internos de Venezuela, como los electorales. Es como si nos pronunciáramos contra EUA por las boletas preñadas (pregnant chads) o las boletas mariposa de Palm Beach, que eligieron presidente a Bush Jr., con el aval de la Corte. No es de nuestra incumbencia. EUA tiene su sistema electoral, que no garantiza razón ni proporción, sin perder autoridad moral, modelo considerado incluso universal y predicado en La Escuela de las Américas.

Rodolfo Pastor Fasquelle
EL LIBERTADOR
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Recientemente, la agresión contra Venezuela data más bien de los intentos de asesinar a Chávez y está asociada al interés por el petróleo. Desde el primer gobierno de Trump que, en 2019 también insólitamente quiso imponer en nombre de la democracia, a un presidente que no había sido electo por nadie. Quien contrató una expedición encubierta de mercenarios extranjeros capturados al llegar, y que tuvieron que ser devueltos a cambio de una autorización para exportar.

Pero es imposible dejar de recordar —un déjà vu como dicen los franceses— que, sin mayor explicación, entre 1890 y 1934 fuerzas navales variopintas de EUA intervinieron unas 35 veces en América Latina, mayormente en el Caribe y Centroamérica. Cinco veces en Honduras. Justamente en 1924 —hace 101 años— desembarcaron los marines que marcharon a Tegucigalpa para resolver, a favor de sus mejores amigos, una disputa política que redundó en guerra civil. Cuatro años después de desembarcar en La Ceiba durante la Revolución de 1920.

El yanqui hoy amenaza con una concentración de poder de fuego sin precedentes frente a las costas pacíficas de Venezuela: portaaviones y submarinos nucleares, destructores y unos diez mil marinos, y aviones bombarderos estacionados en El Salvador. No sería una personalización indebida hablar ya de una Doctrina Rubio, porque es Marco Rubio quien ha conducido la política que ha descalificado a líderes políticos latinoamericanos por ser amigos de China, y ha prevalecido sobre quienes, en su mismo gobierno, recomendaban una estrategia diplomática. No sé si es una repetición, pero ciertamente es un retroceso —como se ha dicho— a la era de las cañoneras, al imperialismo descarado del garrote de Teddy Roosevelt.

En la gráfica, el embajador hondureño Rodolfo Pastor Fasquelle -autor del árticulo- presentó sus cartas credenciales al gobierno de Corea, acreditándolo oficialmente.

Creo que preferiría su amistad a la de Rubio. Pero no defenderé al Presidente Nicolás Maduro; no me corresponde en lo personal, ni condenar a su gobierno; y no creo que deba hacerlo ningún otro extranjero. Ud. tampoco, lector ¡hipócrita! ¿Cómo opinar sobre su trato a una oposición colaboracionista de la intervención? Puedo decir que luce pobre el resultado neto de su política económica y que su sistema electoral es tropical. Pero la disputa sobre quién debe estar a cargo de su economía, su vida política o sus relaciones externas pertenece solamente a los venezolanos, mientras Venezuela sea un Estado nación soberano. ¡Que tenga larga vida esa República!

Con todo respeto, ni siquiera entiendo cómo otros quieren juzgar oficialmente sus procesos y procedimientos internos, como son los electorales. Es como si nosotros quisiéramos relacionarnos con EUA pronunciándonos sobre las boletas preñadas (pregnant chads) o las boletas mariposa de Palm Beach, que eligieron presidente a Bush Jr., con el aval de la Corte; o sobre sus demarcaciones distritales, que inciden continuamente en la elección de autoridades locales o representantes… no digamos sobre el derecho que tiene un delincuente condenado a participar como candidato y ser electo a la presidencia. No es de nuestra incumbencia. Ellos tienen su sistema electoral, que evidentemente no garantiza razón ni proporción, sin perder autoridad moral, un modelo considerado incluso universal y predicado en La Escuela de las Américas.

Lamento, por solidaridad, la tragedia que ha obligado a millones de venezolanos a huir de su país. Y, por supuesto, el gobierno siempre tiene una responsabilidad al respecto, porque los gobiernos existen para asegurar el bienestar y la tranquilidad de sus pueblos. Pero tengo claro que, mayormente, el terco atentado de una élite reaccionaria, el robo por confiscación arbitraria de los bienes y recursos en el exterior que pertenecen a ese Estado, el sabotaje político inverosímil —absurdo— de las sanciones económicas y —ahora— el cerco militar naval son principales culpables del descalabro de esa nación amiga, ante el cual todos nuestros países están obligados a ser solidarios.

El buque de guerra USS Sampson durante un atraco en Panamá Martin – Bernetti/Agence France-Presse — Getty Images.

Como también estamos obligados a ser solidarios con los gobernantes de los países hermanos a quienes se inventa calumnias e insulta, llamándolos narcotraficantes, valiéndose incluso de fantasías literarias del mismo servicio de inteligencia que lo desmiente. Nadie está a salvo de semejante atropello, ni ningún país, por grande y fuerte, se queda al margen de tal despliegue.

Según leo, sus leyes no le prohíben a Donaldo Trump mejorar la seguridad de Mar-a-Lago para su fiesta de Halloween, ni permitir que el Ejército otorgue contratos para fabricar drones a una empresa de su familia, ni matar gente desarmada en alta mar sin decir “agua va”.

Y aunque EUA, por un lado, invoca la extraterritorialidad de sus leyes y, al mismo tiempo, rechaza la jurisdicción internacional (la Corte Penal) sobre sus funcionarios civiles y militares, oponiéndose a los tratados que la sustentan, eso no significa que la comunidad internacional acepte inerme esa impunidad, ni que dejemos de condenarla, y de defender a sus víctimas. La destrucción de naves particulares en aguas internacionales por parte de la Marina estadounidense y la ejecución extrajudicial de sus tripulantes, pescadores y pasajeros, es violación del derecho internacional. Es que eso no se puede. Cualquier intrusión en suelo venezolano será catastrófica. Y la diplomacia del continente debe prevenirla.

Los amigos verdaderos de Estados Unidos estamos obligados a cooperar para defender sus intereses legítimos, no sus actos de piratería y sabotaje internacional. Debemos extraditar a cualquier acusado siguiendo el procedimiento convenido, siempre y cuando el otro país se comprometa a la reciprocidad y se abstenga de aplicarle una pena inexistente en el nuestro, como la pena de muerte. Los amigos de Estados Unidos estamos obligados a ser sinceros y claros con ellos. Y, puesto que también somos amigos de Venezuela, igual digo: tenemos que ser sinceros y claros con los venezolanos. Sin pretender injerir en su soberanía, sin engañarnos sobre su condición ni dejar de defender los derechos humanos de todos. La solidaridad entre pueblos y personas no admite selectividad, transacción, silencio ni miedo.

Seúl, 9 de noviembre 2025

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