Unas 40,000 almas marcharon por todo el país, quieren paz, democracia y vida digna, su acción es noble porque muestra el anhelo de casi diez millones de hondureños: vivir en una tierra donde fluye leche y miel; pero este no era el propósito de aquellos que les convocaron, como Caifás –olvidando el sacerdocio y el Espíritu Santo– se han movido para conspirar y atacar, anhelan el viejo orden y al imperio, cuando mataron al hijo de Dios, aclamaron a Tiberio, un depravado sexual.
La desigualdad no es un problema del cielo, la ha creado el humano, los políticos del poder invadieron hoy la manifestación de los cristianos, asaltaron una acción de los creyentes y no creyentes para finalmente convertirlos en votos, con la bendición esos líderes de siempre: Evelio, Leninhan, Rodríguez Maradiaga, Roy Santos y otros cegados que se han acercado a los consejos del “rey del mundo”. Al final, todos eran políticos.
Por eso Morazán fue enemigo, porque previó que en esta tierra la creencia se había convertido en manipulación al servicio del poder establecido, donde la cabeza agachada es la más “bendita”, declaró un Estado laico y les quitó la exclusividad del estudio; por eso fue fusilado, condenado a la misma pena que el “hijo de Dios hecho hombre”.
Reflexión
EL LIBERTADOR
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Tegucigalpa. El crepúsculo ha llegado y la tortura ha sido extremadamente dolorosa, ha caído varias veces, el hombre hijo de Dios está de rodillas, exhausto y ensangrentado. Eleva plegaria por los pobres, las prostitutas y los enfermos. Son las 4:30 de la tarde y la hora final se acerca, el dolor es extremo, algo en él dicta al corazón, mira el cielo, en súplica y pide piedad, perdón porque no saben lo que hacen al matarlo, en ese pecho no late la envidia o el rencor, es divino en su humanidad, cierra los ojos –amen–; al otro lado, el vividor de la religión, Caifás y su orondo vientre, hace cálculos políticos y conspira como rata política, ve en Jesús un peligro para Roma y su buena vida, el orden establecido por el imperio romano que humilla al pueblo de Israel debe permanecer como está, casado con la hija de Anás, otro influyente sacerdote, o sea, la confraternidad, le había asegurado poder político y económico, desde que escuchó a Jesús decir que era hijo de Dios y rasgó sus vestiduras, sabía, que debía morir. Ponía en peligro el poder de los fariseos sobre los esclavos israelitas.


Todo quedaba en manos del gobernador romano de Judea, Poncio Pilato, los líderes religiosos habían llevado ante él a Jesucristo para que lo ejecutara (ellos no podían) y Pilato, al interrogarlo, se dio cuenta que no había argumentos para matarlo por sedición, era un hombre que ofrecía amor; la mujer de Pilato, incluso se lo advirtió, que en sueños: “No te metas con ese justo”. Pero la presión de Caifás era dura, amenazó con llevarlo ante el César, una presión política sino cumplía sus deseos de matar al hijo de Dios, entonces, Poncio se lavó las manos en público, como gesto de estar en contra de derramar la sangre de Jesús. Pero los líderes religiosos para mantener su bienestar, estaban dispuestos a mentir, engañar y, por supuesto, que corriera la sangre inocente, recuerdan el baño de sangre que advirtió el Cardenal Rodríguez, pues igualito contra Cristo. El hijo de Dios fue torturado, expuesto y asesinado por los líderes religiosos quienes –con satisfacción– vieron la estocada final en el costado del hombre que solo llevó un mensaje de amor, por su pueblo. Los “Caifás”, no han muerto, aún llevan sotanas y púlpito, se congregan y después del culto seducen al niño o a la hermana, mientras manipulan: engañan, mienten, se sientan con el poder y reciben dinero, mientras el pobre, muere creyendo que irá a barrer al cielo calles de oro y eternamente morará con Dios. El pastor y el cura se cagan de la risa. Vayan a preguntar a Carlomagno cómo hace el helicóptero bailando reguetón con los muchachos que invita a medianoche.


Muy por encima de los creyentes viven sus líderes, cerca del poder y lejos de la necesidad, bautizan a quienes creen haber comprado un paraíso y tiran agua bendita sobre el arma que después irá a asesinar, en Honduras y el mundo pasa así, la iglesia se divorció de su principal función que era nutrir al necesitado, al leproso, a la madre soltera, llevar paz con sus discursos de misericordia a los desprotegidos y ser un aliciente en el alma de los más sufridos “pobres siempre habrán” –dijo el cardenal–, mientras entra a Villa Iris, a solazar su serpiente albina, que solo sus cuidos ya superan las necesidad de cualquier barrio de pobreza en Tegucigalpa, el problema no está en vivir con dignidad, es manipular que la miseria es “normal” para cuidar el bienestar propio haciendo aún lado las necesidades de los demás, yendo en contra de los mandamientos del señor. El sacerdote católico, salvadoreño, Monseñor Romero, ofrendó su vida por la justicia, aún se escuchan sus sermones y los balazos de los dictadores también, pero a monseñor se le recordará como a Juan Pablo II.


Entonces la creencia se convirtió en manipulación al servicio del poder establecido, para que la calma sea una norma, donde la cabeza agachada es la más “bendita” no es casualidad que los pueblos más creyentes hayan sido los más sometidos desde la colonia española. Un señor llamado Torquemada, presbítero dominico español, confesor de la reina Isabel “la Católica” y primer inquisidor general de Castilla y Aragón en el siglo XV, bien lo sabía, mientras abría el pecho a miles de indígenas, quienes dejaron de creer en el dios de los tristes y las lluvias, para adorar a punta de terror, otra deidad. Una mujer desdentada y hambrienta llega a las puertas de la iglesia que cerrada está, no puede entrar a la casa de Dios, para pedirle pan y salud para sus hijos, pues como si fuera fiesta privada, está llena de políticos, quienes tienen guardias y blindados, primero son ellos y después los demás ¿vale lo mismo la moneda de la viuda que la del empresario? O solo son placebos para dormir y también el cielo cobra su comisión de entrada…


Serpientes del mal como el Cardenal o Evelio pertenecen al mismo árbol podrido del pecado, están excluidos del Paraíso, en este mundo solo buscan paz para sus bolsas, para sus heridas y hambre de riqueza, no hallarán ante Dios respuestas de su existencia mierdera en la tierra, no están interesados orando por quienes sufren que a su hijo no lo maten en el trasporte público mientras va a la universidad, por esas madres que oran para que la sopa de frijoles se multiplique, para que su esposo no la golpee cuando éste vuelva borracho de la construcción; por ese hondureño consciente que aspira una vida con algo de dignidad; por aquel que ora porque su negocio todo se venda y poder comprar lo que necesita, y por aquel que desde un hospital ruega el milagro a su cáncer, falla renal o diabetes.


El conflicto no está en una movilización, está en quienes con intenciones perversas y conocimientos siniestro manipula a su voluntad y sus beneficios, como un Caifás moderno, asesinarían a Jesús cuantas veces fuera necesario para mantener sus barrigas llenas, sus almas torcidas, pues son ateos en el fondo, esos son los líderes de las iglesias, mientras la cuenta esté llena, el dios de ellos es real y así fue siempre. Las ovejas siempre creyeron y siempre fueron sencillas. Instrumentalizar la fe, para fines políticos son los tósigos del alma, que al final del día se ven al espejo y la cruz en el pecho se tuerce.


Es conveniente mantener a los pueblos dependientes del más allá, funciona para el poder tradicional, sumisos y sometidos a la pobreza, no solo material, sino espiritual y mental, fábricas de pobres y de pobreza donde al final no queda más que cerrar los ojos y pedir a un ser más allá de este mundo, la ayuda para salir adelante que no se halla en la tal democracia ¡No! La desigualdad no es un problema del cielo, la ha creado el humano, los políticos del poder invadieron hoy la manifestación de los cristianos, asaltaron una acción de los creyentes y no creyentes para finalmente convertirlos en votos, con la bendición de los líderes religiosos que han perdido la senda de la luz y se han acercado a los consejos del diablo, el rey del mundo. Al final, todos eran políticos. Avanti.
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