Carroñeros amaestrados, cada cuatro años a comerse al amo viejo y palomas mansas adorando al nuevo; lejos, muy lejos, desde Cedros, el héroe Contreras los observa; escriben mentiras y balbucean falsedad, se arrodillan ante el fusil que don Álvaro enfrentó, desfilan por los tribunales entre risas, pero el pueblo ya los conoce “Hermes” son, periodistas no.
El poeta Rubén Darío desde el funeral del periodista les recuerda a Álvaro: «Y no tuvo discursos oficiales, porque la limpidez de su conciencia alejó anticipadamente esas ofensas vestidas de levita traslapada».
Reflexión
EL LIBERTADOR
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Tegucigalpa. Maldito el teclado que se prestó a las manos miedosas que escriben mentiras, asqueroso el micrófono bañado en hiel disparada de fauces retorcidas empujado la traición, malévolo el lente que proyectó la imagen de un infeliz vestido de periodista; proyección de la codicia y la hipocresía, sombras miedosas, aletargadas por la luz de los que no comparten sus perversiones, siempre dispuestos al puñal y a la extensión infinita de la mano al que la compra. ¡Ah! Honorables, se llaman entre ellos y como cuento es, como cuento lo toman. Y nosotros les cantamos.
Mastines amaestrados, ojos encendidos, boca rasgada y dientes fuertes; cada cuatro años a comerse al amo viejo y palomas mansas adorando al nuevo; lejos, muy lejos, desde Cedros, el héroe Contreras los observa y a su lado con tupida barba y mirada seria y espada ceñida, Cabañas los espera y mejor escondan la lengua viperina. Susurradores de muerte a los oídos del poder “hay que mandarlo a matar”, balbucea mientras se enrollan en el cuello de la envidia.
Del fruto del mal comieron y como hartas bestias hasta el árbol talaron y ataúdes crearon con sus ramas ¡Adonde está el gran Álvaro Contreras! En las patas de los burros, que ñángara y comunista sería en esas mentes y su premio no se lo darían, periodista maldito sería y tratarían de esconderlo como hoy lo intentan con otros y frustrados se muerden, se golpean y se comen entre ellos. Querido y admirado Álvaro, hoy no escribiría la Constitución de Costa Rica, un proceso judicial tendría.
Gusanera, congregados alrededor del órgano podrido, todos ciegos y con tres estómagos, no pueden ver que entre ellos hay otros que lo hacen mejor, desde el que se sienta en un bulevar con el niño, hasta el que llora en su departamento la tragedia de su pueblo, pero ¿qué sabe la sanguijuela de conciencia? Si hambre tienen a veces y a veces es una constante. El poeta Rubén Darío desde el funeral del periodista les recuerda «Y no tuvo discursos oficiales, porque la limpidez de su conciencia alejó anticipadamente esas ofensas vestidas de levita traslapada».
Hoy desfilan por los tribunales y les dicen Hermes, ustedes se ríen y se reparten los honores como por mofa histórica con nombre de hombres que vomitarían al leerlos, escucharlos o verlos ¿Quién es peor?, ¿el conocimiento que borra la sangre o la orden que titula desmayo a una muerte? Orgía en Pandemónium celebran hasta que la desgracia les llega, porque siempre llega; mientras temerosos se humillan al fusil, el periodista Contreras lo enfrentó.
Escriben, pero sus letras están muertas, hablan, pero sus voces están apagadas, aparecen en pantallas, pero la imagen es borrosa, parecen primaveras y son otoños, Hermes pueden tomar el dinero, pueden dar la orden de matar y también de mentir, pero: no se llaman periodistas. Don Álvaro, descanse tranquilo, su conducta rebelde, su compromiso patrio y el periodismo hoy navega por poderosas redes y en medios más allá de los tradicionales Hermes.
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