El nuevo orden mundial que emerge va cambiando las relaciones entre países, el poder global ya no es unipolar; Estados Unidos ha demostrado indiferencia, debilidad y ninguna innovación frente a lo que con burla llama “colonias bananeras” y, apoyado en un control envejecido, ha admitido que dictadores, ladrones y narcotraficantes asalten las naciones, empobreciendo a sus pueblos, subordinados por armas a una clase política y económica mediocre y corrupta.
En ese último instante de gobierno, Hernández y compañía, quizá se dan cuenta que pudieron gobernar con visión cosmopolita en sociedad con potencias solidarias, y tal vez hasta queridos por su pueblo; quizá advirtió también la educación de otras culturas, que la dignidad no es canjeable, que el dinero es sólo papel y, cuando es mal habido, no dura, ni tiene sentido en esta breve vida terrenal.
Redacción
EL LIBERTADOR
Periodismo Narrativo
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Tegucigalpa. El oso entró en los bosques hondureños, dejando su huella y mostrando su poderío, los habitantes en la tierra de Lempira dijeron “Большое спасибо” (muchas gracias), la fiera esperó encontrar las marcas del águila calva, símbolo del imperio, pero solo encontró un nido vacío; como dijo el padre fundador Benjamín Franklin: “Por mi parte me habría gustado que el águila calva no hubiese sido elegida como representante de nuestro país. Es un pájaro de mal carácter moral. No se gana la vida honestamente… además es un cobarde grato: El pequeño rey pájaro, no más grande que un gorrión, le ataca con audacia y lo lleva fuera de su territorio”. Y el tiempo le dio la razón, aquí en Hibueras.
Hay momentos en la historia de las naciones que se vuelven inmortales, el 04 de marzo de 2021 en Honduras, Rusia se posicionó como la superpotencia en salud, superando por mucho a Estados Unidos que, perplejos y sin capacidad de reacción desde la Casa Blanca, sólo leyó el dossier que confirmaba la primicia de los medios de comunicación, el gobernante de Honduras Juan Hernández, recibía las cartas credenciales del embajador ruso Alexander Nikolaevich Khokholikov y cerraba la negociación para salvaguardar la vida de los habitantes del país Centroamericano.
El “Sputnik 1” lanzado el 4 de octubre de 1957 por la Unión Soviética, fue el primer satélite artificial de la historia, en honor a ese acontecimiento el presidente ruso, Vladimir Putin nombró la vacuna contra el Covid-19 “Sputnik V”, que sin nacer tuvo que enfrentarse a la desinformación de los medios internacionales y al poder de las grandes casas farmacéuticas en Estados Unidos y Europa. Pero como en aquel momento, fue el “Sputnik”, y no el “Apolo” quien se llevó los aplausos, hoy el mundo aclama el remedio y en palabras de uno de los principales especialistas en enfermedades infecciosas de Austria, Florian Thalhammer «Sputnik V es como un Kaláshnikov, la metralleta rusa: simple, fuerte y eficaz”.
A las 5:22 de la tarde, el Gobierno hondureño hacía alarde de haber logrado la adquisición de 4.2 millones de dosis de la vacuna rusa Sputnik V, para inmunizar a 2.1 millones de hondureños, sin intermediarios y a un costo menor de 10 dólares, ignorando completamente a quién hizo posible este logro de salvar los hondureños: el científico y líder del equipo de la Comisión COVID-UNAH, doctor Marco Tulio Medina, que consiguió el acercamiento con la científica rusa doctora Alla Guekht. Todo estaba dicho y dos siglos de historia con los Estados Unidos, quedaban atrás, tan atrás, como las promesas de alianza para progreso y desarrollo que nunca llegaron a la región, más allá de golpes y armas.
Juan Hernández, alcanzó un hito sin precedentes en Honduras, rompe por un instante uno de los yugos estadounidense y el 10 de febrero de 2021 mediante Decreto Ejecutivo fortalece a la Agencia de Regulación Sanitaria (ARSA), elevándola al rango de Ley en Honduras, requisito para adquirir la vacuna contra el COVID-19, en otras palabras, el Estado hondureño, se vuelve capaz de aprobar el uso de los medicamentos y vacunas contra el Coronavirus, independiente del criterio de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por un momento el gobernante probó la independencia de una Nación, siendo libre de crear relaciones con quien desee y eliminó de la Ley de Vacunas el artículo que exigía la la aprobación de EEUU para adquirir antídotos. Y así llegó Rusia.
La muerte ronda Honduras, dejando a un lado las calificaciones de todos los organismos internacionales, ubicándolo como uno de los peores países, el Covid-19 se ha desarrollado robustamente y sin impedimentos, llevando la vida de miles de compatriotas al entierro solitario, mientras los países “desarrollados” observan cómodamente y como primitivos sus enormes suministros de hasta cuatro veces más que lo necesario para sus poblaciones, son casi 200 mil contagios en esta tierra y según datos estatales más de 4,000 muertes, pero el representante de las funerarias privadas confirma que ese número puede ser el doble o el triple. Mientras el canciller hondureño Lisandro Rosales pide perdón, por haber confiado en Covax (mecanismo para adquirir la vacuna contra el Covid-19 a través de donativos “equitativos”). Después de 200 años llamándonos amigos y por mucho que se rogó ante la burda tumba de tierra, Estados Unidos, Canadá y Europa fueron incapaces de dar, siquiera una dosis. Tanto para nada.
En este contexto de muerte y humillación, de incapacidad absoluta en el manejo de las riendas del Estado y planificación, un hombre de tierras lejanas y gélidas con pelo blanco y mirada segura, la de un verdadero hombre de guerra, con paso firme, el embajador ruso Alexander Nikolaevich Khokholikov, vistiendo saco con bordes dorados es recibido con toda la solemnidad en la que es la casa del pueblo, su huella es la marca de que el Imperio Ruso ha llegado a las “Repúblicas Bananeras”, que el desprecio de Estados Unidos con sus “patios traseros” comienza a caer, que llega el momento de replantear su política exterior, ya no teniendo servidumbre, sino socios. Relaciones de igualdad, les llaman. Así se levanta la moral y el orgullo de los pueblos, no repitiendo como loras que los demás países son mejores, nadie es más que nadie, la diferencia entre una nación y otra la precisó sin rodeos el odiado Trump cuando los llamó “gobiernos de mierda”.
El mundo ha cambiado, el orden global ya no es la hegemonía de un imperio caído, el poder ya no es unipolar, Estados Unidos ha demostrado indiferencia, debilidad y ninguna innovación ante los países dominados por ellos, que con burla llaman “bananeras”, permitiendo con su lógica congelada que dictadores, ladrones y narcotraficantes tomen las riendas de las naciones, empobreciendo a sus poblaciones subordinadas por armas a una clase política mediocre y corrupta y una estructura económica que depende del presupuesto general de la República para desarrollar sus empresas. Eso no es capitalismo, es barbarie y atraso.
En ese último instante de gobierno, Hernández y compañía, quizá se dan cuenta que pudieron gobernar y ser queridos por su pueblo, que la dignidad no es canjeable y que el dinero es solo papel y cuando es mal habido no dura, ni se disfruta en la vejez. En 18 días en Estados Unidos, en una corte de Nueva York, su hermano Tony Hernández, recibirá sentencia por los cuatro delitos vinculantes al narcotráfico que ya lo condenaron. En ese último instante quizá y solo quizá, se dio cuenta que hay un mundo más allá de nuestras fronteras. Aunque ya es muy tarde. El 2 de mayo de 1945, se toma la histórica fotografía “Alzando una bandera sobre el Reichstag” símbolo de la conquista rusa sobre el nazismo alemán; el 4 de marzo de 2021 en Honduras, en el Altar Q, instala la bandera rusa, frente a un Estados Unidos, sin embajador. Al final, de eso se trata todo, de un final ya en desarrollo y ahora acelerado, de eso se trata, de un adiós con simbolismos y resultados.
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