Nasry Asfura no es el monstruo, ni la víctima, mucho menos el héroe, apunta a ser la fachada del orlandismo desde donde Juanchis buscará cómo echar sus malévolas raíces —otra vez—; no habrá discusión de ideas, ocuparán espacios a través de “orcos” de nuestra política como los Tommy, Toño, María Antonieta, Johana y otras serpientes que susurran, muerden y envenenan la Patria con hambre, miseria y crimen. Asfura no debe olvidar el día del “Amor y la Amistad”.
En esto el exalcalde tiene similitud con el Salvador —que no fue—, la fuerza detrás de ese perfil bajo de jeans holgados y burros de trabajo, no le interesa ocultar su intención siniestra, pero no se confunda hondureño y hondureña, no hablamos de ningún santo, Asfura sigue acusado por ser partícipe de una red que le quitó 28 millones de lempiras a los capitalinos.
Honduras no necesita otro Théoden encorvado por venenos ajenos, aunque despertar del orlandismo le puede costar la comodidad; como muchos otros antes de él, se cierne sobre Asfura la oportunidad histórica de “ser”, frente al viejo relato de quienes no pudieron y dejaron este “país zombi”, pero probablemente esto solo es ilusión.
Reflexión
EL LIBERTADOR
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Tegucigalpa. Asfura camina como Théoden en los días grises de Meduseld, cuando el trono aún estaba en pie, pero el rey ya no gobernaba. Su voz suena, pero no nace; sus decisiones aparecen, pero no le pertenecen, nadie las cumple. A su alrededor no hay asesores, hay encantadores, conspiradores. El orlandismo —esa lengua de serpiente que aprendió a susurrar poder mientras vaciaba al país y mataba al pobre— se le enrosca al oído con nombres propios: Johana Bermúdez, Marco Midence, María Antonieta, Tommy Zambrano, Maribel Espinoza, Mario Pérez, entre otros mortifagos, súbditos del señor que ni una cárcel le dio luz. No conforman un equipo, son conjuro que el hondureño ya conoce: hambre, miseria y crimen, el verano viene y será duro, aún para los que votaron de verdad azul. Cada uno aporta una sílaba del mismo hechizo: continuidad sin memoria, orden sin justicia, prudencia sin coraje, incapaces para la virtud y ligeros para el crimen. Asfura, como el gobernante de Rohan poseído, observa el horizonte con mirada cansada mientras otros deciden por él, administrando silencios, calculando gestos, esterilizando cualquier atisbo de ruptura. El problema no es que no mande; es que manda aquello que prometía no volver, ese poder viscoso que aprendió a sobrevivir cambiando de rostro, pero nunca de intención. Llevarse el botín y dejar hecho mierda el país y más dividida la sociedad.


Así, el proyecto político no avanza como ejército, sino como corte enferma. El orlandismo no discute ideas: ocupa espacios. No debate país: administra cuotas. No acompaña al candidato: lo captura. Bajo esa influencia, la figura de Asfura se reduce a símbolo, a estandarte inmóvil mientras otros reparten órdenes desde las sombras, convencidos de que el miedo aún gobierna y de que el olvido es una política pública. Pero el país ya conoce ese hechizo y sabe cómo termina: con el reino saqueado y el rey convertido en espectador de su propia decadencia. Solo desde ahí puede entenderse la perversión de Cossette. Honduras no necesita otro Théoden encorvado por venenos ajenos, rodeado de operadores expertos en sobrevivir a cualquier régimen, menos al juicio de la historia. La pregunta no es si Asfura puede ganar, sino si puede liberarse; porque mientras la lengua de serpiente siga dictando el rumbo, no habrá liderazgo, solo repetición, y el eco de JOH seguirá gobernando, aunque su nombre no figure en la boleta. Asfura no debe olvidar el día del “Amor y la amistad” cuando reciba órdenes del Norte y de sus colaboradoras.


Juan Orlando visiblemente no provocó el fraude, mutó, pero habló en intimidad con la consejera, a espaldas de Ana. Es ese mal antiguo que observa desde lejos, desde la obscuridad como el Ojo de Sauron clavado en la torre, esperando el momento exacto para fijarse en Asfura. No necesita tocarlo, le basta mirarlo. Desde esa vigilancia ardiente lo va cercando, reduciendo, marcando como presa nocturna. El orlandismo es su sombra extendida, y Asfura el cuerpo cansado que camina sin advertir que ya fue elegido. El Ojo no duerme: rastrea debilidades, husmea temores, reconoce la edad política y el desgaste moral, siente el miedo y mata como el Covid-19. Cuando llegue la noche, no habrá discurso que lo salve ni equipo que lo proteja, porque el monstruo no busca aliados, busca alimento. Y lo que pretende devorar no es solo el proyecto, sino los restos mismos del anciano político: sus burritos sucios, sus concesiones, sus silencios acumulados, sus procesos, todo aquello que entregó para sobrevivir un día más. Así opera Juanchis: no gobierna de frente, consume desde la oscuridad, hasta que no queda rey, solo despojo y en este momento como un titiritero mueve la cara de Asfura como marioneta en sus manos.


Nuestra carissima compañera Isis Rossi, descifra al “hombre que solo trabaja” de manera magistral “Tito Asfura no es nada ostentoso, al contrario, luce desaliñado: pantalón de mezclilla sin faja, camisa celeste y los icónicos zapatos “burro” (nombre creado por la zapatería salvadoreña ADOC), son su vestimenta diaria. Carece de discurso y el timbre de su voz no le abona en nada; se siente incómodo e inseguro en ambientes formales, lo suyo son los espacios abiertos y relajados donde pueda desenvolverse con libertad”. Pero el poder es adicción ¿Cómo hará ahora que es el presidente Naranja?—Y Continua: “Al exedil Asfura lo persigue el estigma de la acusación por corrupción que presentó Luis Javier Santos, jefe de la Unidad Fiscal Especializada contra Redes de Corrupción (UFERCO), primero como antejuicio el 26 de octubre de 2020 y posteriormente como requerimiento fiscal, el 10 de octubre de 2024, en el que se le involucra junto a la cuarta exregidora, Nilvia Castillo, por los delitos de lavado de activos, fraude, malversación de caudales públicos, uso de documentos falsos y violación a los deberes de los funcionarios”. Este es el arsenal de presión que usará el Orlandismo para casar con sus trabajos al señor trabajador.


¿Ángel o demonio? Alaban las virtudes de Asfura desde lo laborioso que es, hasta lo caótico que puede llegar a ser, se distanció de personajes principales siniestros en la trama del crimen de los 12 años nacionalistas cuando comenzó su campaña, tampoco tiene realmente relación con los grupos de poder en el país, pues simplemente es alguien con dinero, que lo generó desde la basura, pero tampoco estará dispuesto a confrontarlos, mientras las líneas centrales del gobierno serán dirigidas desde Washington —No hay almuerzo gratis (¡Por cierto! Ya está servido)—; al mismo tiempo el señor que quiso ser ingeniero y no pudo, no es ningún santo, como el camino que cruzaron los Hobbits es el historial de Asfura: De acuerdo con el informe de UFERCO, 323 mil lempiras fueron destinados por Asfura para pagar sus tarjetas de crédito personales y de sus hijas ¡Hi Monique!; pero antes los fondos fueron cobrados por el motorista y la recepcionista de la Compañía Constructora y Servicios Múltiples (COSEMSA). Entre otras cositas… Y sí, que pueden decir que ese dinero es poquito, pero el total defraudado según la investigación, asciende a 28 millones de lempiras. A solas, Asfura sabe qué su mejor ruta en el tren de aseo era no ser presidente.


Asfura no es el monstruo, pero tampoco héroe: es el terreno donde el mal decide si vuelve a echar raíces. Su tragedia no es la acusación que lo persigue ni la torpeza del discurso que nunca llegó, sino la incapacidad —o la negativa— a cortar de raíz con aquello que lo rodea y lo condiciona. Porque en política, como en “Lord Of The Ring”, no basta con caminar: hay que decidir hacia dónde y con quién. Honduras no espera un rey cómodo ni un administrador del pasado, sino a alguien capaz de romper el hechizo, aunque eso implique quedarse solo en el salón. Si Asfura no expulsa a los encantadores, si no aparta el ojo que lo vigila y lo reclama, su destino ya está escrito y solo seguirá la rachaaaa de desgracias sociales: será recordado no por lo que hizo, sino por lo que permitió. Y la historia, que no perdona a los tibios, ni Dios los perdona; (Un Salvador es experto en eso), lo archivará como otro nombre más en la larga lista de los que pudieron ser… y no se atrevieron. Pero que contribuyó a que sigamos siendo un “país Zombi”. Avanti.

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