Tras su contundente victoria en las elecciones generales, Donald Trump se ha comportado no tanto como el presidente electo sino como el verdadero jefe de Estado, dejando todavía más en evidencia la falta de liderazgo de EEUU causada por el declive cognitivo de su actual mandatario y su debilidad política, dijeron expertos a Sputnik.
Agencias / EL LIBERTADOR
Sputnik (Rodrigo Duarte). En las semanas posteriores a su victoria ante la candidata demócrata y actual vicepresidenta, Kamala Harris, Donald Trump ha logrado monopolizar la atención no solamente debido a la cascada de anuncios sobre sus principales designaciones para su próximo Gobierno, sino también debido a que parece actuar como si ya fuera el presidente del país norteamericano.
El exmandatario, quien al día siguiente de su victoria electoral anunció que ya había conversado con más de 70 presidentes y primeros ministros, ha participado en los últimos días de eventos de alto perfil con otros líderes mundiales, como la inauguración de la restaurada catedral de Notre Dame en París.
No solo eso. También antagonizó con países como Canadá y México por su promesa de establecer aranceles a las importaciones de dichos países, a la que vez que ha dado su opinión de temas como la caída de Bashar Asad en Siria. Todo esto, pese a que faltan cinco semanas para tomar posesión como el próximo presidente de Estados Unidos.
Este comportamiento puede explicarse en parte a un hecho insoslayable: la propia debilidad del presidente Joe Biden, quien pese a que nominalmente será el jefe de Estado hasta el 20 de enero, ha desdibujado su mandato y se ha dedicado sus últimas semanas a firmar indultos, más polémicamente el de su propio hijo Hunter Biden, sentenciado en dos causas judiciales y envuelto en sospechas de corrupción.
Esto resulta llamativo al considerar los numerosos conflictos que se desarrollan alrededor del mundo, muchos de ellos empeorados durante la gestión del demócrata, algo especialmente cierto en Oriente Medio, donde sucesivas invasiones y campañas de desestabilización de EEUU a lo largo de las últimas décadas han complicado aún más las cosas para una región históricamente volátil.
De acuerdo a Samuel Losada, internacionalista argentino egresado de la Universidad de Palermo, el vacío de poder no solo «contribuye a la inestabilidad global», sino también es sintomático de una presidencia que ha sido, a la vez, intelectualmente anacrónica y belicista, marcada por una mentalidad de la Guerra Fría y por recurrir a la hostilidad y los intentos de cambios de Gobierno a la fuerza en lugar de la diplomacia.
«Primero, hay que decir que este desplazamiento del centro de la escena de Biden no es un fenómeno nuevo que es producto del triunfo de Trump. Porque sí, es cierto que un presidente que transita su período de pato cojo —es decir, desde que se sabe quién será su sucesor— comienza a tener menos influencia, pero su caso es especial en la historia reciente del país y del mundo porque desde hace meses que el mandatario se ha convertido en una suerte de fantasma al que nadie escucha», señala el especialista.
Losada recuerda que tras su criticado desempeño en el debate televisivo con Trump del pasado junio, que provocó su salida de la carrera electoral al haberse hecho evidente su declive cognitivo, aparecieron en la prensa estadounidense numerosos reportes sobre cómo Biden trabajaba apenas un puñado de horas al día y no participaba de reuniones con sus asesores, incluyendo altos jefes militares y de inteligencia, quienes tomaban decisiones de gran importancia geopolítica sin consultar con el mandatario.
A la vez, la prensa, parte de la cual cuenta con históricos lazos al Partido Demócrata, relevaban que los legisladores oficialistas en el Congreso, carentes de un jefe político, seguían instrucciones no del presidente como es habitual sino de la «speaker emérita», Nancy Pelosi, señalada por los especialistas como la responsable de apagar las ambiciones reeleccionistas de Biden.
Todos estos reportes daban cuenta de una Casa Blanca disfuncional, con cada jefe de los 15 departamentos que componen el gabinete actuando de manera autónoma y con un presidente ausente y en un estado mental lejos del ideal.
Por si esto fuera poco, sus bajos números de popularidad en su país y la responsabilidad que muchos en el partido le endilgan por haber querido ser candidato nuevamente y haber hecho un mal manejo de la economía, ha hecho que su figura se haya vuelto irrelevante en el actual debate sobre quién será el nuevo presidente del Comité Nacional Demócrata y cuál debe ser el camino para intentar recuperarse de la contundente derrota electoral infligida por los republicanos.
Losada recuerda que, en el pasado, otros presidentes «patos cojos» aprovecharon sus últimos meses o semanas en el poder para avanzar políticas en el terreno internacional que creían importantes para el país o para sus legados. Como ejemplo está Barack Obama, quien puso en marcha el descongelamiento de las relaciones con Cuba, o Ronald Reagan, firmando el Tratado sobre Fuerzas Nucleares con Rusia.
Sin embargo, ni la fuerte derrota de su partido ni la inminencia del cambio de Gobierno ha hecho reflexionar a Biden, apunta el analista, que detalla que el mandatario, por el contrario, ha buscado elevar el conflicto con Moscú a través de Ucrania al permitir el uso de misiles de largo alcance estadounidenses en territorio ruso, a la vez que ha continuado con el envío de armamento a Israel, dos cosas impopulares entre el electorado mayoritario de EEUU.
«Lo irónico es que los propios líderes mundiales tienen clara la irrelevancia de Biden. El propio Ron Dermer, ministro de Asuntos Estratégicos de Netanyahu, fue primero a Mar-a-Lago, lugar de residencia de Trump, antes de reunirse con los miembros del gabinete de Biden durante su visita a EEUU, mientras que los líderes mundiales que estuvieron en las recientes cumbres en Lima y Río de Janeiro en las que participó Biden apenas prestaron atención a las intervenciones del presidente de EEUU«, afirmó.
Para Losada, esta retirada de Biden del escenario global va en consonancia no solo con lo que fue su mandato, sino también lo que fue su propia política exterior, enfocada en conducirse como si EEUU fuera la única potencia global y buscando castigar a cualquier Gobierno que no aceptara seguir las directrices de Washington.
«El Departamento de Estado de Biden quiso volver a instalar la idea, que no solo los ciudadanos de su país rechazan, sino también la mayoría del resto del mundo, de EEUU como policía mundial y juez y parte. Sin embargo, hechos como el apoyo irrestricto a la avanzada militar de Israel en Gaza, el Líbano y Siria dejó en evidencia su doble moral y que el discurso sobre el presunto orden mundial basado en reglas es un eufemismo para enmascarar la búsqueda de sus propios intereses y el de nadie más. Biden fracasó, en parte, por querer insistir en imponer esa realidad, que afortunadamente ya nadie se cree», concluyó.
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