ESPECIAL: ÉXODOS, ENCLAVES, GUERRAS Y DICTADURAS ROMPIERON LINAJE DE HONDUREÑOS

La sociedad hondureña aún está lidiando con secuelas de hace 500 años, la raíz de su origen es un manto incómodo, una historia borrada con cálculo por el sistema educativo que, por interés usurero de quienes han diseñado el conjunto de ideas y valores como nación, evita la formación de un ciudadano consciente de su pasado y retos en el presente.

Expertos en historia y análisis social, plantean a través de EL LIBERTADOR, que aun con las herramientas tecnológicas actuales resulta complejo para la ciudadanía empobrecida conocer y armar su propio árbol genealógico, siendo éste un mecanismo que dignificaría la identidad nacional.

Los estudiosos de la historia nacional comparten que no es un gran misterio que el hondureño desconozca y sea desinteresado por su linaje, pues esto tiene arraigo en el sistema impuesto y conflictos internos que nos han convertido en territorio empobrecido, acomodado únicamente al diario vivir.

Redacción

EL LIBERTADOR

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Tegucigalpa. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? Son dos preguntas que trascienden de la duda existencial a una realidad sanguinaria y desigual. La historia de nuestros pueblos fue borrada y reconstruida en el ultraje de nuestras mujeres, el advenimiento de criminales europeos socavó lo que pudo ser una civilización como ninguna otra en la historia de la humanidad.

¿Por qué los estratos de poder sí conocen su legado y usted no, estimado lector? Según expertos en materia, no hay misterio, ese derecho les fue arrebatado a nuestros ancestros. Por ello, el “ciudadano común” desconoce si es descendiente de poetas, luchadores sociales, pensadores o héroes patrios.

Los expertos, agregan que el sistema de dominación actual ha logrado que las familias pierdan el interés en conocer su propia historia o simplemente no figura entre sus prioridades porque los altos índices de miseria impuestos, han transformado al hondureño en un ser que no ve más allá del día a día.

SUBSISTIR

Al respecto, el historiador Bryan Bueso, explica que entre varios factores, pesa el hecho que la sociedad actual surge de siglos de abusos que han dado como resultado el nacimiento de hijos no legítimos, condenados al analfabetismo y, por ende, el olvido de documentación de registro o fotografías.

Además, plantea que producto de los conflictos armados y periodos de guerras civiles, “muchas mujeres enviudaban y quedaban solas con sus hijos en lugares aislados a ciudades principales como San Pedro Sula, Tegucigalpa y Choluteca”.

Ilustra que por un periodo de 45 años –entre 1900 y 1945– el pensar del hondureño empezó a centrarse en el trabajo sin importar las circunstancias, es decir, se adoptó la subsistencia como sistema social, dando como resultado una memoria histórica muy pobre. Y es de recordar que entre esos años, se armó dictadura y control hegemónico –empresarial y político– de Estados Unidos.

DOCUMENTOS PERDIDOS

Foto histórica de un enclave bananero. «Republica Bananera» hace alusión a un país inestable y pobre.

Bueso argumenta que para los sectores más empobrecidos del país no era prioritario conocer su linaje, y nunca ayudó el desinterés de gobernantes que descuidaron al Registro Nacional de las Personas (RNP), al punto que mucha información se perdió en incendios, o no se guardó con el debido cuidado frente a la humedad, hongos y plagas del papel. “Y no solo con linajes, también sucedió con documentos históricos muy valiosos”.

Cuenta que la acción de investigar el linaje, era algo asociado a las familias de élite, ya que éstas contaban con los recursos para hacer sus árboles genealógicos, y este proceso “también se hizo de forma despectiva, cuando alguien pobre quería hacerlo, no se le ponía atención de parte de los investigadores o de las autoridades del momento”.

Si bien valora que actualmente existen herramientas que ayudan a la reconstrucción histórica y los archivos que se han recuperado, “todavía sigue siendo un tema muy complejo de manejar, porque muchas familias no tienen los fondos para hacerlo”.

PATRIARCAS 

El historiador plantea que otro componente a considerar, es que el concepto de familia entre tribus autóctonas, es muy diferente al esquema que conoce la sociedad hondureña, ya que por ejemplo la etnia Lenca, traspasa sus enseñanzas de generaciones, citando el oficio de antecesores, el cual se hereda, pero omitiendo nombre o procedencia.

En tanto, para Tolupanes, Tawahkas y Mayas, ellos si mencionan el nombre de sus abuelos, “pero solo de la rama paterna, porque se creía que la familia paterna era quien heredaba todos los elementos buenos”. Esta figura patriarcal –explica– dio paso a cierto resentimiento social, ya que muchos padres dejaron a sus hijos en abandono y la rama materna, nunca trascendió para suplir ese rol.

“A esto se suma que en durante las grandes movilizaciones de ejércitos, los soldados a veces con consentimiento de jovencitas y a veces por la fuerza, dejaban hijos regados por el país”.

Personas lamentan un hecho violento.

FUIMOS SOMETIDOS

En esa etapa de conflicto bélico, casi desconocida para la sociedad, muchas familias surgieron desde cero, respondiendo a las condiciones sociales de ese momento.- A partir de las décadas de 1990 y 2000, con la instalación del sistema neoliberal –observa–, se sembró en el pueblo ideas que todo lo pasado “es obsoleto”, para concentrarse en la producción y consumo.

Bueso argumenta que por ello algunos abuelos “ven con cierto desprecio a su pasado”.- Respecto al periodo de genocidio español e invasión de tierras, el historiador expone que significó una ola daños que seguimos llevando sobre los hombros, principalmente por la complejidad de la comunicación que impidió a mujeres indígenas denunciar los abusos ante autoridades de la iglesia, por ello “nacieron una gran cantidad de hijos bastardos de españoles, criollos y peninsulares, hijos que quedaron en el olvido total, sin tierra, sin beneficio y no podían vincularse a su familia”.

FAMILIAS “NÓMADAS”

Por su parte, el historiador, Walter Ulloa, comparte que el desplazamiento hacia zonas urbanas, principalmente en San Pedro Sula y Tegucigalpa, ha ido fragmentando las familias hondureñas, pues se fueron asentando en zonas donde no son autóctonos. Por ejemplo, “en los tiempos de reforma agraria y de enclave bananero, antes de 1954, las personas que viajaban eran de los departamentos del occidente y del sur, y son familias que ahora viven en El Progreso, Tela y esas zonas”.

Este éxodo –indica– generó una desvinculación entre padres e hijos y, por lo tanto nietos, bisnietos y etcétera, personas que no cuentan historias familiares porque “no existe un acercamiento para volver al pueblo de sus antepasados”. Y perfila que la composición geográfica hondureña –la nación más montañosa de la región–, sumada a la complejidad de traslado de aquellos años, incidió en la falta de conexiones fraternales.

PUEBLO AISLADO

Ulloa extiende que el sistema impuesto sobre los hondureños aportó para desvincularnos de pueblos autóctonos que no ha permitido en la sociedad un sentimiento de orgullo a su raíz indígena como si muestran otros países de la región.

Y, en este contexto, considera que un proyecto de país que se oriente en que la ciudadanía se interese en articular un árbol genealógico crearía una conexión integral y reformaría un sentimiento de identidad patria. “Conocer realmente nuestras raíces, de dónde venimos y hacia dónde vamos”.

En tanto, el analista social, Armando Orellana, plantea que ésta ha sido una debilidad de nuestra sociedad porque al no hacer esfuerzo en esa reconstrucción de identidad, se va perdiendo incluso el sentido patrio y, de ahí que un migrante –por ejemplo– adopte acentos de otros países, aunque valora que también se trata de la fácil adaptación del hondureño.

Niño vendiendo plátanos ambulantemente en una calle de Tegucigalpa.

RECONSTRUIR

“La élite política que nos ha gobernado no se ha interesado en reafirmar esa identidad de patria, el significado concreto de hondureñidad, porque ha sido entreguista; siempre ha estado plegada a intereses extranjeros”, critica Orellana.

El experto comparte que, en esta etapa donde se habla de refundar Honduras, debe adaptarse en sistema educativo primario, un concepto de enseñanza sobre la profundidad de la familia, ya que saber de dónde venimos suma al fortalecimiento de identidad colectiva y, a su vez, facilita el conocimiento de quienes han sido héroes y enemigos de la patria.

“Es un desafío de los hondureños, recuperar ese amor por lo propio desde la familia hasta la propia patria, a través de la socialización, pero como es débil, se abre que nuestra juventud adopte referentes externos”. 

HÉROES COTIDIANOS

Orellana considera crucial la reforma educativa como instrumento para recuperar la reforma histórica, donde se debe elevar la figura del migrante como luchador social y el rol del campesino, históricamente oprimido, como un pilar de la sociedad.

Sugiere que debemos hablar de “la opresión del campesino que ha tenido que someterse por años a la historia y a la humillación de terratenientes, esa es la realidad de nuestra historia”.

El sociólogo concluye que las autoridades deben esforzarse para reconectarnos con nuestros originarios al punto que se sienta el orgullo de llevar esos rasgos genéticos, pues considera que “la diversidad nos debe dar fortaleza y esa hondureñidad”.

La reconstrucción de la memoria histórica no es solo un acto de justicia hacia nuestros antepasados, sino también una herramienta para comprender nuestro presente y construir un futuro. Organizar un árbol genealógico es el primer paso hacia la reconstrucción de nuestra identidad nacional. No se trata solo de mirar hacia atrás, sino sentar una base de un pasado que, por humilde que sea, es parte del tejido que nos une como pueblo.

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