EL PASTOR DEL TIRANO, ANTICRISTO Y LOS PADRES DEL PERDÓN

Según crónicas de la Biblia, unos 900 años antes del Mesías, los profetas eran temidos por reyes y seguidores de “dioses paganos”; Elías destacó entre muchos por declarar la desgracia a dictadores, descender fuego del cielo y un pulcro andar que, según la leyenda hebrea, le valió para ascender en vida a un paraíso al que no entrará Alberto Solórzano, que cambió la presencia del Espíritu Santo por una gorda cuenta de banco terrenal, cargo público mundano y chambita diplomática para el hijo.

En la antigüedad los hombres de Dios y la iglesia fueron muy respetados, nadie movía un pelo sin su permiso hasta que se demostró su corrupción. Perdieron el rumbo los católicos, los templarios y los protestantes, la historia se repite y lo recuerda ahora un Solórzano con la esencia de José ben Caifás, todas las mañanas balbucea pecado y conspira la muerte de Jesús, alguna vez quiso el don para curar leprosos, resucitar muertos y expulsar demonios, pero terminó renegando la existencia de un Cristo amigo y redentor del pueblo.

Hoy, las únicas lecturas sagradas de Solórzano son las de cheques y transferencias, sabe que en 20 días termina el festín y vuelve a su anterior y aburrida vida: aconsejar recién casados, parejas infieles o unidas sólo por el “qué dirán”, escuchar quejas de los fanáticos de CCI por el cipote rebelde que fumó marihuana; lo recuerda y suspira aturdido, por aburrimiento más que por temor, extrañará el bullicio del narcocorrido y los fines de semana montando sementales en occidente, será mártir cuando a su puerta llegue orden del pueblo de justificar tanta dádiva de un ser que yace en el exilio. ¡Ni olvido ni perdón!

 

Reflexión
EL LIBERTADOR
redaccion@ellibertador.hn

Tegucigalpa. El diablo ya había metido en el corazón de Albertito Solórzano la idea de traicionar a Jesús, pero el Mesías siempre supo que vino de Dios y a él volvería.- Después de la cena, Jesucristo se ató una toalla a la cintura, llenó una aljofaina de agua y se agachó a los pies de sus discípulos y dispuso lavarlos, Pedro avergonzado dijo –¡Jamás permitiré que me laves los pies! –“Si no te los lavo, jamás podrás ser de los míos” –respondió el carpintero–. Lavar los pies era una actividad que ejercían los siervos de menor importancia, el hijo de Dios daba una lección a los suyos de humildad y espiritualidad. Seguramente, Solórzano en alguna esquina dijo –Entonces, Señor, no me lavés solamente los pies, ¡sino también las manos, la cabeza y la ropa sucia si te queda tiempo! Nuestro sacrificado pastor ve su reflejo y le dice al diablo: “En este espejo no cabemos los dos”.

DE INTERÉS: ¡INVESTIGACIÓN! PASTOR SOLÓRZANO EN LA MIRA POR MILLONARIA “OFRENDA” DE LA DICTADURA

Era 2016 y Honduras se derrumbaba en las manos de un Gobierno caído a tiranía, la elección de la peor Corte Suprema de Justicia, el asesinato de Diario Tiempo, “temo por mi vida”, decían los denunciantes, el manejo de los fondos públicos como piñata y la sociedad comenzaba a sentir la soga que le impediría respirar hasta el colapso, los hombres de luz (los que podían y eran pocos) avizoraban la noche tenebrosa y el inminente reinado de los pencos; desde los teclados de esta Sala de Redacción, nuestro Director Fundador escribía el 18 de enero: “Si un gobernante dedica cuatro años a planificar la inmovilidad, cómo quedarse, nos indica que es un parásito que sólo aprendió a vivir de los demás, de los multimillonarios impuestos que surgen del duro trabajo del pueblo”. El futuro estaba adivinado.- Ese mismo espacio-tiempo, el 11 de enero, el reverendo Alberto Solórzano pedía sin misericordia 1.2 millones de lempiras para una fiesta con sus amiguetes de iglesia. En menos de un mes, tendría su dinero y cargaría la estructura religiosa de la dictadura en el lomo. Un pastorcillo cabalga la bestia en el apocalipsis.

Juan Orlando, en un evento rodeado de fusiles ve el sol y, como si fuera capaz de ver su propio futuro, cuasi maldición, baja la cabeza y dice: «Le agradezco a Dios por las bendiciones. Le pedimos también disculpas, perdón por los errores cometidos, y que nos acompañe en los emprendimientos y luchas que iniciamos». El crimen acusa y el verdugo espera en la avenida la Paz. JOH, nunca fue malo, dentro de él, vive un niño que llora asustado y tiene miedo de su destino; mientras Solórzano es otra cosa: “Es el momento del perdón y de la reconciliación nacional, la mayoría de los hondureños quieren paz”. Es su argumento, no pide ni perdón, ni clemencia, en todo caso pide que no castiguen a su patrocinador, pero en su arrogancia no siente que la mano de la justicia terrenal lo alcance, afirmando que el ser humano no puede traer justicia; él es algo más y eso sí es maldad. En la teología de la prosperidad, mientras más próspero sea el pastor, menos debe creer en Dios.

Este hombre de Biblia ha mostrado la sangre fría y la mirada vacía de emociones para aceptar cargos con millonarias recompensas, más las que pedía, indiferente que no era dinero del tirano, sino de un pueblo que no tenía escuelas ni hospitales, ese dinero que hoy los empleados públicos exigen en las calles. Incluso, se descubrió que desde hace varios años el vástago del pastor, René Alberto Solórzano Vásquez, funge con un importante cargo en el Consulado de Honduras en Miami, una tumba blanqueada se sonrojaría frente a este “hijo de Dios”, indiferente al dolor, con la frialdad del sicario curtido en el oficio.

El mundo gritaba narcotráfico y él cobraba sin empacho alguno. En 2017 los cuerpos de unos 30 hondureños asesinados –quizá más según entes nacionales de Derechos Humanos– tirados en el suelo y sangre en las calles para que un grupo siguiera la fiesta, no fue motivo para hacer reflexionar a este pastor de lobos, caminaba con su pulcro saco y levantando la zapatilla sobre cráneos con la biblia en la izquierda y el contrato en la derecha, una cruz en el pecho y la sonrisa maquinadora… Solórzano aún gotea rojo el fijo pantalón. Los inquisidores no piden perdón, porque se sienten superiores al cadáver de sus víctimas.

Sobre un aire lejos del que respira el pastor, emerge el presidente de la Conferencia Episcopal, el Obispo Ángel Garachana y, con elegancia y conocimiento profundo de la ley celestial y terrenal, dicta: “Es normal que cuando alguien termina su periodo de gobierno pida perdón, pero eso no quita que, según el actuar político y las leyes del país, pueda estar sometido a juicios determinados. Pedir perdón no significa que el aspecto legal y público de su comportamiento sea olvidado”. Solórzano muestra la moneda a Jesús, queriendo engañarlo, entonces el Nazareno dice –Dadle a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. No se puede escapar a las deudas terrenales involucrando un cielo donde sólo entran los que en la tierra se sometieron a la ley del hombre para honrar al creador, sólo los santos verán el paraíso.

Claro que Alberto es solo un arquetipo de vividores en piel de religiosos, es parte de ese grupo de siniestros que mienten, engañan, dividen y traicionan en nombre de Dios, son los confesionarios del diablo y por una buena cantidad de “papel” se pueden subir a un avión y tirar agua bendita o madrugar para buscar la unción en aceite bendito –que no llega por su corrupción espiritual–, algo común para liberarnos de nuestros pecados, gente como Evelio que se derritió frente al becerro de oro cada vez que tuvo una oportunidad o Roy Santos que tiene el poder de hablar con el mismísimo Cristo, tanta es la soberbia de estos falsos profetas que han hecho el ridículo: “La voluntad de Dios era ‘Tito’ presidente”, las bestias se lamen las heridas. Cada espectro tiene su tiempo y su momento, pero el nombre de ustedes en la memoria histórica de Honduras será sinónimo de espanto, de vergüenza, de lo innombrable, serán entidades más degradadas que rastreros demonios.

 El mismísimo Toño Rivera, con todo lo abyecto que es y representa, es muy inferior al cinismo de nuestro Solórzano, el señor de los chocoyos dijo en una entrevista que el tema de los hospitales móviles fue fatal para su partido, que era imposible defenderlo; para Solórzano eso nunca fue un problema usando la maledicencia por traje, la mentira como escudo y la perversión como arma, se para frente a una cámara y dice que los hospitales móviles, en una palabra, son “impresionantes”. ¡Satanás se sienta y aprende! El padre Juan Ángel López sobrevuela el estercolero moral de este ser y da clase magistral: “La reconciliación es el producto de la justicia. Justos frente a Dios y frente a nuestros hermanos. La Caridad no quita la justicia, sino que la supone… por eso la reconciliación implica arrepentimiento, reconocimiento de las faltas y aceptación de la pena correspondiente”. Seguramente, indiferente desde su mansión Solórzano sonríe, con el agresivo semblante de los muertos.

Hay sombras y hombres y, sin duda, Solórzano pasará a la historia del país como uno de los más infaustos y obscuros jinetes de la época ennegrecida de Honduras, un José ben Caifás vive debajo de esa piel, maquina obseso cómo matar a Jesús y una Sodoma le enrolla el alma. El poder, dinero y lujos no lo corrompieron, pues siempre espero el momento en el que llegara el tirano correcto y lo sentara delante, tener, aunque fuera por imitación el brillo de los grandes hombres y mujeres que toman las decisiones de un pueblo. Alguien escribió: “El poder no es malo, sólo refleja la esencia de las personas”.- Solórzano todo lo tuviste y ahora debes pagar la cuenta, doña Maribel Espinoza lanza el zarpazo al corazón “El perdón proviene de Dios. En los Estados de Derecho, las leyes deben aplicarse a quienes las infringen. La justicia es lo que trae consigo la Paz Social. La reconciliación nacional debe ser entre sectores de la sociedad enfrentados y no se trata de perdonar crímenes”. Solórzano, en la Biblia al diablo no le va bien en el juicio final; al diablo, Solórzano, el apocalipsis le llegó, no hay perdón, no hay cielo.

VEA AQUÍ EL LIBERTADOR IMPRESO, DICIEMBRE 2021

Deja un Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

error: Contenido Protegido