El líder de la iglesia evangélica “Mi Viña”, Mario Barahona, falleció este día en el Hospital “El Tórax”, luego de ser ingresado en estado muy avanzado de infección por COVID-19, familiares culpan al hospital por negligencia; mientras médicos acusan la indecisión de parientes y llaman al respeto y cordura. Este día, pastores alarmados reconocieron el valor de la vacuna, entre líneas, aceptan la lección que les deja la incredulidad del religioso ahora occiso.
El fanatismo religioso de un sector del país representa un peligro social en tiempos de pandemia, muchos son los líderes que desde el púlpito han desafiado las medidas de bioseguridad, aduciendo tretas demoníacas y pérdida de fe, incitando a los creyentes a no vacunarse y demostrar ser verdaderos creyentes de la “inmunidad divina”.
Según el presidente de la Confraternidad Evangélica de Honduras, Oswaldo Canales, A la fecha han muerto aproximadamente 138 pastores, los cuales representan una minoría entre los creyentes: “es uno por ciento los que no creían en el virus y la vacunación”, muchos de ellos oficiaron cultos en sus iglesias, irrespetando los protocolos de aforo y creando potenciales sitios de contagio por el aumento de la carga viral.
Redacción Central / EL LIBERTADOR
Según la vocera del Hospital El Tórax, Nía Carvajal, el pastor Barahona llegó al centro asistencial en estado muy avanzado de la infección, además de la indecisión de sus hijos por intubarlo, esto ante las acusaciones de la familia del pastor y amistades, quienes culparon a los médicos por la negligencia en el tratamiento. A la hora de la muerte, mostró signos de mucha ansiedad por la ausencia de oxigeno en sus pulmones que iban cediendo rápidamente a la invasión viral.
Muy escéptico desde el principio de la pandemia, el pastor Barahona, de ideología radical de extrema derecha y fiel seguidor de las dictaduras en Honduras y el mundo, criticó en base a sus creencias personales las restricciones de bioseguridad como una forma de boicot al Evangelio: “yo creo que la Organización Mundial de la Salud son ateos, van contra Dios y detrás de esto hay jugadas oscuras al tener la iglesia cerrada”.
Hablaba desde sus creencias sobre un nuevo orden mundial –que nunca explicó con claridad o con razonamiento geopolítico profundo— e insistía que el virus era una táctica para conquistar el mundo: “nos hacen ver un virus para provocar un caos financiero, hay una conspiración de los iluminatti, ese virus es fabricado en laboratorios”, también se opuso a la vacunación y retaba a la iglesia a no ser inmunizados: “¿Si Honduras es una nación cristiana, por qué tiene miedo?”.
Cabe señalar que incluso abogó para que el país aboliera el Estado laico, fue en octubre de 2020 cuando afirmó haber presentado un proyecto al Congreso Nacional para que líderes religiosos aspiren a cargos de elección popular, criticando al prócer Francisco Morazán y señalando que la ley que prohíbe su participación en comicios es “de piedra”, alegando que Honduras debe ser un “Estado cristiano”.
Las creencias del pastor Barahona no son un hecho aislado, un sector importante de lideres religiosos en Honduras y el mundo han mostrado la misma falta de empatía por la vida y muy poco entendimiento de las doctrinas que dicen creer, sobre todo en corrientes conservadoras, pentecostales, mesiánicas y judaizantes, presentes con mucha fuerza en Estados Unidos y de influencia creciente en Latinoamérica, África y Asia.
Este tipo de fanatismo es muy peligroso y no representa una sana vida religiosa: por interpretaciones personales de la Biblia y creencias conspiranoicas se pone en riesgo a miles de personas, que a causa de su fe descalifican las medidas de bioseguridad y recomendaciones de salud, siendo alentados por sus líderes a exponerse innecesariamente a posibles contagios y a la misma muerte.
La desinformación y el uso de “noticias falsas” ha creado un ambiente de incertidumbre y temor entre los religiosos, cuyos líderes interpretan cualquier bulo como señal de los últimos tiempos o conspiraciones demoníacas que atentan contra las creencias y valores cristianos, cayendo en un radicalismo que en muchos casos les puede costar la vida.
Y adicionalmente ha pedido a sus feligreses que no se vacunen pues el biológico modificará su ADN, poniendo en peligro miles de vidas: “no se pongan la vacuna. Crean en la sangre de Cristo, crean en la inmunidad divina”.
Otro ejemplo es el pastor surcoreano y auto-proclamado Mesías, Lee Man-Hee, su iglesia se convirtió en el epicentro de la infección en Corea del Sur, sus miembros se rehusaron a seguir medidas de bioseguridad y recibir tratamiento, por lo que al rededor de 9600 miembros se infectaron y diseminaron el COVID-19 por todo el país asiático.
De igual manera ha sido la actitud de líderes religiosos y políticos bajo el liderazgo de Jaír Bolsonaro en Brasil, donde el discurso fanático religioso y conspiranoico ha sido considerado como un “inductivo al suicido colectivo” según criticó el conocido médico brasileño Drauzio Varella, esta tendencia a radicalismos y fanatismos es contraria a las enseñanzas de empatía y solidaridad que enseñó el carpintero de Belén.
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