

Desde 2009 a la fecha, al menos 150 campesinos del Bajo Aguán han sido asesinados. El MUCA agrupa a 1.900 familias de esa zona.
Redacción Central / EL LIBERTADOR
Tegucigalpa. Lágrimas, indignación, impotencia primaba anoche entre los dolientes de José Ángel Flores, presidente del Movimiento Unificado del Aguán (MUCA), asesinado la noche del martes anterior en el mortal Valle del Aguán, departamento de Colón, sector noroeste de Honduras.
En el sepelio del dirigente campesino, hubo fuertes exigencias de justicia de parientes y compañeros de Flores, de 64 años de edad.
Sus hijos aseguraron que continuarán con la lucha de su padre, quien habría mantenido a sus descendientes en el anonimato para protegerlos.
Un compañero del occiso, Jaime Cabrera, lamentó la poca protección que tienen los dirigentes campesinos en el país y que solo algunos cuentan con medidas para salvaguardar su integridad.
El pasado martes en las oficinas de la organización, ubicadas en la comunidad de La Confianza, Tocoa, Colón, cuatro desconocidos que se transportaban en motocicletas atacaron a balazos la sede del movimiento, muriendo en el acto Flores. Minutos después del atentado pereció el dirigente Silmer Dionisio George en el Hospital de Tocoa.
Días después del asesinato de la coordinadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), Berta Cáceres –el 3 de marzo anterior, Flores fue detenido por la Policía Nacional en condiciones extrañas; no obstante, fue puesto en libertad horas después.
El MUCA advirtió el 3 de marzo cuando trascendió el crimen de Cáceres, que las organizaciones populares debían estar alerta, ya que era muy probable que se produjeran más crímenes contra defensores de derechos humanos.
Desde 2009 a la fecha, al menos 150 campesinos del Bajo Aguán han sido asesinados. El MUCA agrupa a 1.900 familias de esa zona.
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