Agencias / EL LIBERTADOR
San Pedro Sula. Dentro de la que está catalogada como la ciudad más peligrosa de Centroamérica, San Pedro Sula, en Honduras, existe un lugar todavía más peligroso: la Riviera Hernández, donde todos los días mueren hasta tres personas a causa de los constantes enfrentamientos de bandas que se disputan el control del territorio.
El diario español Confidencial ilustra la situación en el territorio tomado por las principales bandas (maras) que hacen vida en sus calles y prácticamente ‘gobiernan’ con sus propias leyes. La simple supervivencia en estos espacios se ha convertido en una tarea difícil.
El narcotráfico, el crimen organizado y la poca presencia policial en el sector humilde permiten el auge de la delincuencia y la presencia de las principales maras que controlan la zona, Mara Salvatrucha y Barrio 18.
Estos grupos no son los únicos. Se les han unido en las actividades delictivas otras tres organizaciones más pequeñas en extensión y organización: “Vatos Locos”, “Tercereños” y “los Holanchanos”.
El presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández Alvarado, reseña el Confidencial, convoca una rueda de prensa inaudita. Hace tiempo que no se recordaba un San pedro Sula sin homicidios en 72 horas.
En esta ciudad industrial, la segunda de Honduras, resulta atípico amanecer sin sangre en las noticias. Hoy el día luce soleado, como de costumbre en esta tierra tropical. La loma del Merendón, límite occidental, vigila a los 437.000 habitantes de la que acabó 2015 como la segunda ciudad más violenta del mundo, con una tasa de 111 muertes por cada 100.000 personas.
En la Rivera Hernández, su barrio más bravo, las calles se muestran desiertas. «Los chicos están tranquilos», suspira Daniel Pacheco.
Este líder religioso de 36 años es de los pocos que no tiene problemas en caminar por todos sus rincones. Nos guía entre sus calles de tierra y polvo. En este barrio se refugian cerca de 100.000 vecinos bajo el custodio de 12 patrullas de policía que suelen necesitar refuerzos.
Cinco maras (pandillas) se disputan el territorio: las dos principales, Mara Salvatrucha (MS)y Barrio 18, y otras pequeñas como Vatos Locos, Tercereños o Los Holanchanos.
No es nuevo en la nación: cuartel del narcotráfico y nido de bandas, todo Honduras es un polvorín en la ya difícil situación centroamericana. Vaso comunicante de un Caribe con corrientes de droga colombianas y del embudo guatemalteco hacia México, este terreno de 112.500 kilómetros cuadrados se encuentra en una encrucijada de violencia.
Jóvenes que se matan entre ellos, cárteles que buscan su sendero al mercado norteamericano y civiles condenados al encierro.
Sin embargo, algunos funcionarios policiales de los que, armas en mano, protegen parte del sector comentan algo que, a su juicio, hace poco era imposible: la presencia de niños jugando en las calles a ciertas horas.
En la Rivera Hernández, hasta el vocabulario ha cambiado en referencia a su condición especial de inseguridad. «La comida más barata aquí es llamada ‘baleada'», confiesa un pastor evangélico que se gana la vida como mecánico, Claudio Hernández, citado por El Confidencial.
Las autoridades hondureñas han implementado estratégicas unificadas para disminuir los índices de delincuencia en la ciudad, pero esta zona se resiste a las políticas de seguridad del Estado.
Aunque el fenómeno de la delincuencia en San Pedro Sula no es nuevo, llaman la atención de las autoridades los altísimos índices que se registran en los últimos años.
Entre 2012 y 2015, San Pedro Sula alcanzó cifras realmente altas de asesinatos derivados de hechos delincuenciales. En los registros emanados del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal hasta el año 2015, la capital industrial de Honduras figuraba como la ciudad con más delitos y asesinatos en toda la región de Centroamérica.
Concretamente, registraba casi 170 asesinatos por cada 100.000 habitantes, según la metodología empleada para medir el nivel de delitos a nivel internacional. Además, los índices de secuestros han aumentado hasta el punto de que la ciudad es conocida como ‘la capital del secuestro’.
Aunque todavía no hay datos sobre 2016, la violencia sigue siendo una gran preocupación para muchos en el lugar más peligroso de la ciudad más peligrosa de Honduras. (RT, Confidencial).
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