¿ES HONDURAS UN PAÍS SEGURO PARA LA MUJER?

De todos los casos de feminicidio en nuestro país, sólo en uno de cada cien se logra sentencia condenatoria, el resto queda sin resolver. En 2013, 53 hondureñas fueron asesinadas cada mes y, como ocurre en el resto de crímenes, más del 90% de los casos quedaron en la impunidad.

Andrea Romero del Cid
EL LIBERTADOR
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En los últimos años, los feminicidios han sido un tema que hemos escuchado en la mayoría de los medios de comunicación del país. Este fenómeno, no existe solo en Honduras, sino en todo el ámbito mundial. El concepto feminicidio, que ya se ha usado por más de cuarenta años, surgió en Estados Unidos.

Académicas y activistas feministas han hecho aportes con el fin de darle un significado adecuado en el contexto de América Latina, específicamente en el ambiente mexicano, donde el fenómeno alcanza magnitudes humillantes (Russell 2006a y 2006b; Lagarde 2006; Monárrez 2000).

Honduras, no es la excepción, nuestro país ha sido catalogado como uno de los más peligrosos para ser mujer. Como hondureñas somos conscientes que al instante en que salimos de casa, con mucha probabilidad escucharemos comentarios irrespetuosos de hombres sin educación ni moral.

Es muy frecuente escuchar noticias o relatos de familiares consternados cuando reportan que una mujer salió de su casa y no regresó, y es demasiado frecuente que días después las autoridades reporten que encontraron su cuerpo sin vida, con marcas de abuso, tortura y otros signos de violencia.

De todos los casos de feminicidio en nuestro país, sólo en uno de cada cien se logra sentencia condenatoria, el resto queda sin resolver. En 2013, 53 hondureñas fueron asesinadas cada mes y, como ocurre en el resto de crímenes, más del 90% de los casos quedaron en la impunidad. Antes de ser asesinadas, las mujeres comúnmente suelen ser quemadas, violadas y torturadas. Entre 2010 y 2013 el número de asesinatos aumentó en un 65 % (Santos, C. M. (2021b).

Fue hasta febrero de 2013 que el Congreso Nacional aprobó una reforma al Código Penal a través del artículo 118-A, para hacer referencia al feminicidio como un delito grave que será sancionado con pena de 40 años de cárcel.

Muchas de nuestras mujeres que han sobresalido por su valentía, liderazgo y activismo social, lamentablemente fueron asesinadas; por ejemplo, Blanca Jeanette Kawas, defensora medioambiental conocida por su papel en la preservación de más de 400 especies de flora y fauna hondureña hasta su asesinato en 1995.

Kawas protestó fuertemente en el Gobierno de Carlos Roberto Reina Idiáquez debido al otorgamiento de títulos de propiedad a campesinos y empresarios en las reservas de Punta Sal, que hoy lleva el nombre de “Parque Nacional Jeanette Kawas”. Dos días después de la protesta, el 6 de febrero de 1995, cuando se encontraba en su casa de habitación en Tela, Atlántida a eso de las 7:45 de la noche, fue asesinada por dos sujetos no identificados. Así se convirtió en la primera mártir ambientalista en Honduras. (2021, February 6)

Como intibucana me atrevo a destacar dos casos adicionales: Berta Cáceres y Keyla Martínez. Berta, famosa activista indígena lenca y Keyla, una estudiante de enfermería de tan solo 26 años. Berta fue asesinada en su propia casa de La Esperanza, Intibucá el 3 de marzo del 2016 por su defensa de los ríos y las montañas, y Keyla el 6 de febrero del 2021, salió esa noche de su casa y no regresó más, siendo declarada muerta en el hospital esa madrugada en circunstancias no esclarecidas. Un feminicidio que se intentó maquillar como un supuesto intento de suicidio.

Hasta hoy, no se han encontrado los autores intelectuales de la muerte de estas dos hondureñas. Y así como estos ejemplos, hay miles de casos de mujeres que nunca fueron escuchadas, nunca tuvieron justicia y solamente se entregaron sus cuerpos fallecidos a sus familiares, teniendo que escuchar frecuentemente la absurda justificación que “ellas se lo buscaron”.

Como mujeres, es nuestro deber alzar la voz por aquellas que ya no están y cuyas muertes han quedado impunes. Y también hablemos por todas las que en este momento se encuentran maltratadas, golpeadas y sometidas a violencia de cualquier tipo: física, sexual, psicológica y económica, sin poder pedir ayuda.

Por las que son víctimas de trata de personas, abusadas y nunca hablaron por temor a represalias. Porque somos hijas, madres, abuelas, nietas, hermanas, tías, primas, amigas, compañeras y todas tenemos el mismo derecho de vivir seguras, sentirnos protegidas y jamás acosadas.

Porque somos hermanas hondureñas y, sobre todo, somos mujeres: ¡alcemos la voz!

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