Tras el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 en Chile, el cantautor Víctor Jara, fue detenido, torturado y asesinado pocos días después, el 16 de septiembre, así ocurrió con el presidente chileno, Salvador Allende y con miles de opositores, incluso, el célebre poeta Pablo Neruda, murió en una clínica tomada por orden de la cúpula golpista.
Augusto Pinochet instauró una dictadura que no dudó en exterminar, de forma inhumana y veloz, a todo aquel que alzara su voz en contra de su régimen criminal. En el caso de Jara, sus manos fueron brutalmente quebradas antes de ser acribillado con decenas de disparos en el Estadio Chile, más tarde bautizado con su nombre como homenaje.
Agencias / EL LIBERTADOR
Chile. A 52 años del asesinato, la leyenda chilena de la música de resistencia popular, Víctor Jara, sigue siendo un referente moral y artístico para nuevas generaciones de músicos, activistas y ciudadanos comprometidos con la dignidad humana. Su voz, apagada por la violencia, sigue encendiendo la esperanza de quienes creen en el poder del arte como camino hacia la justicia material, transformación social y victoria de pueblos sobre las tiranías.
Su legado continúa vivo no solo en la música, sino también en la memoria colectiva de los pueblos latinoamericanos. Festivales, murales, documentales y movimientos sociales siguen invocando su nombre como bandera de lucha. Para muchos, Víctor Jara encarna la unión entre arte y compromiso social, recordando que la cultura puede ser un arma poderosa contra la opresión de las sociedades.
En una época marcada por tensiones políticas y transformaciones sociales, Víctor Jara utilizó la música como un vehículo de conciencia y esperanza. Su obra, enmarcada dentro de la Nueva Canción Chilena, reivindicaba la vida de los trabajadores, los campesinos y los marginados, convirtiéndose en la banda sonora de las luchas populares en Chile y en toda América Latina.


Su estilo, cargado de poesía y sencillez, conectaba directamente con el pueblo. Canciones como “Te recuerdo Amanda” o “El derecho de vivir en paz”, trascendieron fronteras y se convirtieron en himnos de quienes soñaban con un continente más justo y solidario.


Tras el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 en Chile, Víctor Jara fue detenido, torturado y asesinado pocos días después, el 16 de septiembre. Su muerte no apagó su voz, sino que la transformó en un símbolo eterno de resistencia frente a la barbarie de las dictaduras que azotaron la región durante las décadas de 1970 y 1980.
Desde entonces, su figura es recordada como la de un artista que no se rindió frente al miedo y que defendió hasta el final sus convicciones de libertad y justicia.

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