¡OEA ESTÁ MURIENDO! LUIS ALMAGRO, SEPULTURERO; CÁNCER PROFUNDO EN EL SISTEMA

La influencia estadounidense sobre la OEA se redujo durante la posguerra fría, y su labor como observador electoral fue aceptable. Sin embargo, EE.UU. aún podía ejercer influencia en momentos estratégicos. Durante el golpe de Estado de 2009 en Honduras, la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton se apoyó en la OEA para respaldar nuevas elecciones e impedir que el derrocado presidente Manuel Zelaya regresara al poder, o como lo expresó en sus memorias, “dejar sin efecto la cuestión de Zelaya.”

Luis Almagro fue elevado a estrella de la izquierda uruguaya de la mano de quien luego fue presidente, “Pepe” Mujica y, por ese cariño de mentor, lo nombró canciller en su Gobierno, pero cuando Almagro se fue asumir el mayor puesto en la OEA, algo pasó en el vuelo, subió al avión como apóstol de Mujica y se bajó como alumno de Trump, halcón de Washington y enemigo de la libertad de los pueblos en América Latina.

Varios factores causan la extinción de la OEA, pero la esencia está en las visiones opuestas de dos bloques en América, mientras América Latina después de siglos de atraso con EE.UU., ahora busca el postergado desarrollo con visión multipolar económica y política multipolar, con otras potencias del mundo que buscan amistad y cooperación; en cambio, EE.UU., se resiste a dejar la política abusiva de dominación, inestabilidad política, saqueo e imposición de gobiernos alineados a sus intereses.

Agencias y Redacción Central / EL LIBERTADOR

Tegucigalpa. Solo es cuestión de tiempo y, después de diez años, el final de la gestión de Almagro ahora en 2025 abre la puerta para reflexionar sobre el sucio papel que en su gestión ha desempeñado la OEA, un período marcado por injerencia política, selectividad en defensa de derechos humanos, debilitamiento institucional y absoluta indiferencia cuando EE.UU. desestabiliza gobiernos, apoya golpes de Estado y anula el desarrollo de América Latina.

Sí, la OEA se hunde sin retorno, tras períodos de largas crisis. En la actualidad, ya es grave el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, la falta de consenso sobre su rol en la región, problemas financieros que afectan sus funciones y la descarada injerencia en torno a la autonomía de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Luis Almagro lleva diez años como Secretario General de la OEA, para el primer mandato fue elegido en marzo de 2015 y, el segundo concluyó en 2025. Saldrá de la oficina en unos meses con la elección del sucesor. Las crisis que marcan el deterioro de la OEA subyacen en varias causas, abarcan desde aspectos financieros y de gestión, hasta divergencias políticas profundas entre Estados Unidos y América Latina que afectan su capacidad para unificar y promover la agenda de la región en temas como democracia, derechos humanos y seguridad. La OEA ha sido vista y ha confirmado en la práctica que es herramienta de la influencia exterior de EEUU, lo que se traduce en lógica, porque su enorme financiamiento lo aporta el gobierno estadounidense.

ALMAGRO, DE “PEPE” A TRUMP
“Creo que la conducta de la OEA contemporánea es bastante lamentable”, dijo José “Pepe” Mujica, un ícono de la izquierda latinoamericana, al responder a una pregunta sobre el proceso en el que Almagro buscará repetir como secretario general del organismo en 2020.

Luis Almagro ejerciendo la titularidad de la OEA.

“La visión de América Latina desde Washington (sede de la OEA) no es la visión de América Latina desde nuestro pueblo de indígenas, apretados, olvidados, sometidos, pisoteados”, dijo en esa ocasión, Mujica, en la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México, donde recibió un Doctorado Honoris Causa. Almagro fue canciller del gobierno de Mujica en el periodo 2010-2015 y, posteriormente, asumió el liderazgo de la OEA para un mandato de cinco años, desde donde ha sido férreo crítico del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.

INJERENCIA EN PUEBLOS
El libro “La OEA en tiempos de Almagro”, publicado por CLACSO y CELAG y coordinado por Silvina Romano, Tamara Lajtman, Aníbal García Fernández y Marcelo Maisonnave, con prólogo de Ernesto Samper, ofrece un profundo análisis de este período. A lo largo de sus páginas se documenta el modo en que la gestión de Almagro se caracterizó por un personalismo exacerbado asociado a una parainstitucionalidad que contribuyó a tensionar escenarios conflictivos y dejar en evidencia la intervención directa del organismo en asuntos políticos internos. Entre los episodios más destacados se incluyen: la intervención en la autonomía de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) cuestionando y anulando la reelección del entonces secretario ejecutivo Paulo Abrão; la actuación de la Misión de Observación Electoral (MOE) en las elecciones en Bolivia en 2019; la escalada de tensiones entre la OEA y Venezuela, habilitada por su secretario general y proyectada a nivel regional e internacional; la actuación de la OEA en el Ecuador de Lenín Moreno y de Guillermo Lasso; la obstaculización permanente de las actividades de la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH); el rol controversial jugado en Haití, Estado rehén de los organismos internacionales, las mafias locales y la pobreza estructural; la selectividad de la OEA y del secretario general frente a la sistemática represión de la protesta vulnerando los derechos humanos, en Chile, Colombia, y Perú.

Policias reprimiendo violentamente a maniifestantes contra la reelección ilegal de Juan Orlando Hernández.

HALCÓN DE WASHINGTON
¿Cómo el líder de la OEA se convirtió en un halcón de derecha y allanó el camino para el golpe de Estado en Bolivia?, tituló hace unos años el periodista Branko Marcetic, en el periódico independiente estadounidense, “In These Times”, adscrito a “Democracy Now”.
Y narró así, “Cuando el excanciller uruguayo Luis Almagro, asumió la dirección de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en 2015, la derecha estadounidense se desesperaba ante la perspectiva de que el organismo intergubernamental fuera dirigido por otro izquierdista de América latina, aliado de los enemigos de Washington. Cuatro años después, esas mismas fuerzas de derecha celebraron que Almagro liderara la ofensiva para derrocar a Nicolás Maduro en Venezuela, y que la OEA contribuyera a un golpe de Estado en Bolivia”. Y, Evo Morales ratificó desde el exilio en México: “La OEA tomó una decisión política, no técnica ni legal”; luego que manifestantes saquearon su casa y secuestraran y abusaran de sus aliados, Evo expresó: “La OEA está al servicio del imperio norteamericano”.

MENTIRAS SIN FILTRO
La OEA recibió críticas similares por el Centro de Investigación Económica y Política (CEPR), un grupo de expertos económicos de tendencia izquierdista con sede en Washington, DC, que cuestionó las afirmaciones de la OEA sobre fraude electoral.» Simplemente no hay ninguna base estadística o evidencia para cuestionar los resultados del recuento de votos que muestran que Evo Morales ganó en la primera vuelta», dijo el analista de políticas senior del CEPR, Guillaume Long, el 8 de noviembre de ese año, publicando un documento que mostraba un desglose paso a paso que cuestionaba las conclusiones de la OEA.

Almagro y el dictador Juan Orlando Hernández.

Almagro comenzó su carrera en la política conservadora de Uruguay antes de transformarse repentinamente en un comprometido miembro de la “Marea Rosa”, y una vez más cambió su tono al convertirse en secretario general de la OEA. Este cambio es particularmente evidente en su ampliamente criticada oposición a Maduro, un desarrollo que las sucesivas administraciones estadounidenses han estado ansiosas por aprovechar para promover sus intereses a través de una organización que temen haber perdido el control.

INFLUENCIA DE ESTADOS UNIDOS
La OEA ha sido considerada durante mucho tiempo como una herramienta de la influencia exterior estadounidense. Desde el principio, Estados Unidos ejerció una influencia significativa sobre la organización, de la que excluyó a Cuba porque su “gobierno marxista-leninista” fue Incompatible con los principios y objetivos del sistema interamericano”, como lo expresó la OEA. En las décadas posteriores, diversos gobiernos autocráticos, incluso genocidas, continuaron siendo miembros de la OEA, mientras que Estados Unidos, en su mayoría, se burló de sus principios, como cuando Ronald Reagan violó la prohibición de su Carta sobre el uso de las fuerzas armadas contra un país miembro con la invasión de Granada por parte de su administración en 1983.

Manifestantes contra el golpe de Estado de 2019 en Bolivia contra Evo Morales.

La influencia estadounidense sobre la OEA se redujo durante la posguerra fría, y la gran mayoría de la labor de la OEA en la observación electoral fue transparente. Sin embargo, EE.UU. aún podía ejercer influencia en momentos estratégicos. Durante el golpe de Estado de 2009 en Honduras, la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton se apoyó en la OEA para respaldar nuevas elecciones e impedir que el derrocado presidente Manuel Zelaya regresara al poder, o como lo expresó en sus memorias, “dejar sin efecto la cuestión de Zelaya.”

EE.UU. NECESITA TÍTERES
A pesar de su debilitamiento de influencia, existe un amplio reconocimiento dentro del gobierno estadounidense que la OEA sigue siendo un vehículo para sus intereses. “Históricamente, Estados Unidos ha buscado utilizar la OEA para promover objetivos económicos, políticos y de seguridad en el hemisferio occidental”, afirma un informe del Congreso de 2014 . “Los objetivos y las actividades cotidianas de la organización siguen siendo en general coherentes con la política estadounidense hacia la región, pero el gobierno estadounidense ha tenido dificultades para obtener el apoyo de otros Estados miembros en algunos temas de alto perfil”.

Un informe de la GAO de 2018, concluyó que “los objetivos estratégicos de la OEA” y otras organizaciones financiadas por Estados Unidos “Están predominantemente alineados con los objetivos estratégicos del Departamento de Estado, USAID, HHS y USDA. Estos objetivos incluyen “un futuro seguro y democrático para todos los ciudadanos de América Latina y el Caribe”, “mayor oportunidad económica y prosperidad para el hemisferio”, y “un ambiente de opinión pública que apoya las iniciativas políticas estadounidenses”, afirma el informe. Y nada de eso ocurrió en América Latina tras dos siglos de caminar con EE.UU.

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