CESARIO, PERIODISTA “ALFA” QUE ABRAZÓ LA LOCURA DE EL LIBERTADOR

“Me hice periodista, porque tenía miedo de morir y que nadie se diera cuenta que había muerto”, exclamó en vida el veterano cronista, poeta y luchador social, Félix Cesario Padilla, mentor en la Universidad Nacional, enemigo de las injusticias y, sobre todo, un ser humano que amó con profundidad; “el viejo” –como le decían sus amigos más cercanos– ascendió el pasado viernes, enlutando a decenas de generaciones del periodismo hondureño.

El maestro Padilla nunca ocultó su admiración por EL LIBERTADOR, sobre todo, porque fue clave en la formación del Director Fundador, Jhonny Lagos, en vida se entrevistó con este periódico, para revelar que siempre entendió “la locura” de un proyecto sin precedentes en la historia de la prensa hondureña.

 

Redacción Central / EL LIBERTADOR

Tegucigalpa. Contar la historia del Periodismo en Honduras y no hablar de Félix Cesario Padilla, es una gran incoherencia de la cátedra. Una persona que será recordada por su humanismo y un corazón que por décadas pareció no pertenecer a su anatomía porque hasta el último de sus días, se le vio ondear la bandera de la revolución. El maestro, falleció el pasado viernes, a los 79 años y ha enlutado a generaciones del Periodismo hondureño.

“El viejo” –como solían llamarle sus amigos más cercanos–, se entrevistó con EL LIBERTADOR en 2017, y en homenaje a su vida y entrega patriótica, hoy compartimos su historia, destacando que siempre ejerció “desde la milpa”, para conquistar corazones con sus versos, por apoyar a la clase obrera y la educación liberadora.

Vio la luz el 14 de enero de 1944, en San Francisco de la Paz, Olancho, hijo de un campesino de quien heredó el nombre y de una vendedora de nacatamales, Ofelia Alvarenga Gutiérrez, criado por sus abuelos Dolores Gutiérrez y Félix Alvarenga, quienes le inculcaron la lectura, años más tarde ganaría un premio de 500 lempiras y la obra completa de Giovanni Papini, “por ser el mejor alumno del país”.

SU HISTORIA
Llegó en medio del llanto a Tegucigalpa el 28 de diciembre de 1958, únicamente con una caja sellada con cordón y con la melancolía por dejar su pueblito, “me puse a llorar y desde entonces no he dejado de llorar”.

El maestro Cesario Padilla hace algunas décadas atrás.

El resto de su infancia se la pasó en el barrio Buenos Aires e inmediaciones, y contó que como conoce la miseria, no puede olvidar a los pobres, adoptando filosofía y prácticas del comunismo y la izquierda, llegó a decir que para triunfar ante otros sistemas “un buen comunista deber ser siempre como un buen cristiano”.

Quienes compartieron por años a su lado, saben que “el viejo” siempre fue una persona sensible a la realidad del país, pero él mismo afirmó que cuando se trataba de defender sus derechos, podía convertirse en una fiera.

En el diálogo con EL LIBERTADOR, contó dos vivencias que marcaron su vida, una de ellas el nacimiento de su hijo Cesario –que heredó su lucha social y amor por las letras– y, la otra, cuando fue raptado y amenazado a muerte en 1983, en medio de una persecución salvaje a intelectuales y activistas sociales, evento que lo llevó al alcoholismo.

El poeta confesó que dejó la bebida en 1986, justo después de jugarse la final del Mundial de Fútbol, transformó lo negativo en un deseo de “morir luchando” y, en los últimos 12 años, siempre estuvo en cada momento en que el país necesitó a patriotas, “el espíritu y rebeldía que tengo no están para flaquear”, dijo.

¡OLANCHANO!
Su concepto de amistad, siempre fue más allá, él amo sin calificativos y para el caso mencionó el cariño que siempre tuvo al Director Fundador de EL LIBERTADOR, Jhonny Lagos.

“La locura de Jhonny Lagos, yo la entendía. Él me decía ‘viejo, voy a fundar mi periódico’, yo me reía cuando en mis manos tuve el primer ejemplar de EL LIBERTADOR”, exaltó.

El veterano poeta siempre acompañó a los movimientos sociales de Honduras.

“El viejo”, fue ciudadano del mundo, visitó Argentina, Estados Unidos, Panamá, Costa Rica y Cuba; pero sus dos lugares favoritos siempre fueron su natal Olancho “porque tiene el contexto de todo lo que llamamos Honduras”, y, su adoptiva Tegucigalpa, pues creyó que: “No hay cosa más linda como estar en un café, rodeado de buenos amigos”.

Relató que desde su pueblo inició en el Periodismo, con una vieja bicicleta iba por el periódico del día cada que su papá se lo encargaba, fue un “cronista ambulante” y en determinado momento optó por ejercer, siempre teniendo en cuenta lo que encomendó su progenitor: “Hijo nunca vaya a olvidar a esta gente”.

Pero también, hay otro componente que lo llevó a los medios de comunicación y las artes escritas: “Me hice periodista, porque tenía miedo de morir y que nadie se diera cuenta que había muerto”.

Cuando le tocó llegar a la academia, siguió consejo de su padrastro Medardo Mejía –reveló–, olvidarse de estudiar literatura: “Usted ya es poeta, matricúlese para Derecho o Periodismo”, y el resto, queda para la inmortalidad.

PERIODISMO EN CRISIS
En 1979, “el viejo” fundó el periódico “Tribuna Sindical”, ligado al Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (SITRAUNAH). Fue estrella en el extinto periódico “El Cronista” y Diario Tiempo, entre otros.

En determinado momento, frenó el ejercicio periodístico, no así la literatura, y pasó a ser catedrático en la Escuela de Periodismo de la UNAH –hoy Escuela de Ciencias de la Comunicación–, tantos años en letras le mostraron que por asuntos de historia, venga la tecnología que venga “el periódico impreso y las hemerotecas no van a desaparecer”.

En la gráfica, Cesario Padilla sin vacilar ante agentes antimotines con escudos.

En sus últimos años, el maestro –que siempre prefirió ser considerado un compañero– afligió la declive en los periodistas, considerando que el gremio vive una mala racha por aquellos que cedieron a convertirse en voceros de la dictadura o dejaron de mostrar interés en ser tribunos de la sociedad hondureña.

Pese a esa crisis, reconoció siempre que quienes “sacan la cara” por el Periodismo nacional, son todos los medios alternativos, “porque son los únicos capaces de sacar noticias con elementos que debaten el andar de nuestra nación”.

Explicó que si un reportero tiene formación política debe dar gracias y si no, durante su práctica –o trabajo de campo– debe desarrollarla, “porque eso se nota en su redacción, al leer una cuartilla (artículo noticioso) suya, quiérase o no, allí se va a ver de qué lado está usted, si está con la verdad o con la mentira”.

El compañero Cesario Padilla, deja un vacío en corazones de varias generaciones del Periodismo hondureño, nos quedan sus versos y humanismo para replicar e inculcar a los nóveles en la prensa; descanse ahora amigo, en EL LIBERTADOR, no le vamos a olvidar.

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