El Poder Judicial en Honduras colapsó, no soportó más ser el último bastión del crimen, el órgano intestinal podrido contaminó todo el cuerpo y sus partes, no fue coincidencia o casualidad que el acusado de narcotráfico usara esa plataforma para enviar su último mensaje; mientras todos hacen tamales y escuchan villancicos con el buen corazón de Aldana, el sistema de leyes no para de lanzar “sobreseimiento definitivo” a peces gordos.
“¡Qué venga la CICIH!”, dice un diputado del partido Nacional desde su butaca en el Congreso Nacional –apenas se oye, su deseo es un susurro- se sienta, se sirve agua, afloja la corbata y la faja que rodea una robusta panza, mientras tanto extrañas gotas de sudor bajan por los enormes cachetes.- En 2018, Juan Jiménez Mayor denunció en una acción desesperada y de impotencia, que Mauricio Oliva y 60 diputados son investigados. Y lo expulsaron del país. ¿En serio quieren una CICIH?
Reflexión
EL LIBERTADOR
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Tegucigalpa. En Honduras la corrupción no es parte del sistema, es el sistema. No es la tesis de los defensores “establishment”, del viejo orden establecido, como Salvador Nasralla, que el sistema no es malo y con una limpiadita a la corrupción todo estará bien; adiós al miedo y llegaremos a la esperanza; la corrupción está institucionalizada; la enfermedad del país está tan al fondo del hueso que invadió las familias, ricas y pobres, hasta hundir la sociedad en una subcultura letal que combina como estilo de vida: viveza, crimen, superación, descaro y religión.- Esa es la miseria del ciudadano, ahí florece la desigualdad en un aparato estatal diseñado por las leyes para servir al poder real, intereses interno y externo, opuestos al bienestar de todos.
La acumulación de riqueza en pocas manos y la sobreabundancia de miseria en muchas, es el resultado histórico del modelo de producción vigente desde hace dos siglos.- El sistema judicial es la superestructura que protege este orden de injusticias, que inevitablemente procura una existencia linda y con arrumacos al mismito grupito de poderosos y establece para la mayoría de hondureños, la humillación, subir la elevada cuesta hasta la muerte y cero oportunidades de felicidad, así lo ha pensado el capital y la política desde hace mucho, y así su plan de nación ha tenido éxito total: atraso brutal y perversa desigualdad. En tanto este proyecto no cambie, hablar de unidad social es paja barata. ¡Te están comiendo el cerebro, perro! No sea negativo “Capi”, tenga resiliencia ¡jejeje!, eso quiere decir que ponga el lomo, aguante y deje de chillar, siéntase “orgullosamente catracho”.
–¿Por qué no llegan las personas honestas al poder? – se pregunta algún ciudadano— ¿Por qué la iglesia está exenta de pagar impuestos? ¿Por qué independientemente quién tenga la presidencia quien manda son los militares, los gringos y los dueños del billete?; ¿Por qué la política fiscal en Honduras es regresiva (el que gana más, paga menos o no paga impuestos y al que medio gana o subiste le chupan los bolsillos por impuestos)?; ¿Por qué los medios de comunicación corporativos (“cheerleaders” de golpistas y alcahuetes de dictadores y funcionarios corruptos) son alimentados por todos los gobernantes?; ¿Cómo llegó el narcotráfico a sentarse en la silla del “primer hondureño”?; ¿No rezamos lo suficiente? ¿tenemos mala suerte? ¿quebramos algún espejo y estamos penando culpa? ¡no! ¡no! ¡no!
Pocos han puesto atención a los movimientos de la casa de la justicia, “Dentro se está como en espera de alguien que no existe. Temibles abogados perfeccionan el día y su azul dentellada..”, escribió el poeta Roberto Sosa; en estos días, pero es una maquila de “sobreseimiento definitivo” a los delincuentes pesos completos, libra por libra, en estos últimos ocho años, es la última rapsodia de estos 15 individuos, no es casualidad que fue desde donde Juan Orlando, alias “Juanchis”, acusado por narcotráfico y solo el altísimo sabe cuántos pecados más, envió su último mensaje. “La canción desesperada del narco”, todo en ti fue naufragio…
Hablando de delitos, cometeríamos un crimen mental, si analizamos el fenómeno desde lo individual, desde las personas o los 15 rufianes en la cueva, porque faltan los otros 25 de Alí Babá; ellos solo están usando un andamiaje legal que tiene 30 o 40 años que les permite dejar en libertad a los cerdos (perdón por la palabra, solo la usamos como sinónimo de impacto, pero los cerditos son nutritivos y no matan pueblos) y aplicar todo el peso de la dura ley al descalzo, otra la vez la repetida, rayada la ranchera, así como marca el bolito en la antigua rockola de la cantina.- A eso se le conoce como el modelo judicial. Explicándolo pedagógicamente, el poder judicial protege el modelo de producción de riqueza que los grupos de poder (y EE. UU.) han determinado que tendremos por los siglos de los siglos, por eso quien se roba 100 millones –legalmente— sale inocente, quizá, tal vez sólo vaya en su camioneta a firmar un libro todas las semanas a la Corte, aaahhh, pero el que hurtó una vaquita flaca (aclaremos, nada que ver con los reclamos que un general hace a esta cuenta @TommyZambranoM), pero a ese ladrón de poca monta lo llaman criminal peligroso, antisocial, tiene 50 años de prisión y que de gracias que no se le aplica la pena capital. No es un error, es el sistema que premia a unos y castiga a otros.
Pero los sistemas se sobrecargan, hay errores en la “Matrix”, la justicia hondureña colapsó tras apoyar el golpe de Estado en 2009 y todo el aparato ideológico quedó como “La Lima” después de los destructores huracanes; son millones de hondureños de todas las capas sociales los que ya no creen ni en curas, ni en pastores ni en prensa tradicional ni en sus entrevistados, pero bueno sigamos, el viejo modelo intenta aferrarse a la vida, convirtiendo el último bastión en un órgano podrido, un corazón lleno de gusanos con los días contados. El poder lo usó y abusó demasiado en los últimos 12 años, de ahí salió la orden para el golpe de Estado, para los fraudes, las cartas de libertad para los criminales, la reelección; fue tanto el daño que la población detesta la Corte y sus terribles jueces y no cree en ella ni en ellos.- No hay justicia ni ley, en ese viejo edificio, ahí solo botamos dinero a lo pendejo cada año en presupuestos que ya días ocupamos para ciencia, tecnología, cultura, producción, arte y salud.- Es decir, la estructura existe, pero la superestructura está colapsada, ya no sirve ni a sus creadores, aunque no lo crean léperos de la falsa empresa privada y eternos chupa presupuestos de la política.
“¡Qué venga la CICIH!”, dice un diputado, no ese que transpira cinismo y que la criminología definiría el semblante típico del delincuente, el nacionalista Nelson Márquez.- Lo dice otro del mismo partido, un viejo rechoncho, desde su butaca en el Congreso Nacional –apenas se oye, su voz es más un gorgojeo apretado en la garganta—, se sienta, se sirve agua, afloja la corbata y la faja que enrolla una enorme barriga, unas extrañas gotas de sudor bajan por los enormes cachetes. Hoy todos los sectores piden un aparato de justicia externo, la aceptación suprema que esto ya murió, que no sirve y que en su incapacidad se necesita ayuda de los “desarrollados”, que este territorio de políticos salvajes y empresarios ambiciosos, se hartaron todo y necesitan que alguien los controle; estas bestias necesitan mano dura para que entiendan que están atrasando la modernidad de Honduras.
24 de enero 2018, aparece frente a los medios de comunicación el jefe de la Misión Anticorrupción de la OEA para Honduras (MACCIH), Juan Jiménez Mayor, probablemente advertido de lo que haría el poder político, con lanza en mano, dispara que el pollito del jefe, Mauricio Oliva, entonces presidente del Congreso, más 60 diputados, eran investigados por acciones alejadas de la santidad en el manejo de fondos públicos.- “Yo estoy listo para que me declaren persona “non grata”, yo tengo mi maleta lista” y así fue, la corrupción es tan gigante que retó a los organismos internacionales y ganó esa batalla. Jiménez Mayor salió loco y derrotado, y la corrupción le dijo: por ningún punto se ponga con poses de justicia.
El gobierno, la empresa privada, iglesia y oposición, dicen estar de acuerdo en que venga una misión internacional que haga lo que no puede hacer el costoso parapeto de la justicia hondureña, pues en uno de los países más corruptos del continente, todos tienen las manos blancas, aquí Chinchilla y Argueta no tienen ni una demérito por mal comportamiento en el ”snack” contra decenas que están encerrados como criminales altamente peligrosos en los correccionales de Estados Unidos, y si medio investigan a los “culebrones” que aquí andan pidiendo perdón, entonces empiezan a gritar “persecución política”, “ataques” o “defensa de la soberanía” ¿Quién realmente quiere que venga la misión? Algunos tienen techos de cristal y otros no tienen techo, dice con burla un amigo.
Ni los discursos más cursis, llenos de pomposidad y esnobismos, pueden contra los poderosos resultados.- Lo que tenemos hoy es un cagadal de país, creado por un modelo económico que protege un poder judicial para garantizar la vida chachi de unas cuantas familias eternamente enriquecidas ¡No jodan! Ustedes crearon esta mierda, así los trató Trump, como chancleta vieja; este país es en la actualidad del continente americano, el más religioso, triste, empobrecido y violento.- Esa es una verdad y todo lo demás son supuestos, “percepciones” como dice mi periodista favorito en las mañanas.
¡Con amor! Avanti en este frío diciembre.
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