Doña Bertha Mendoza Henríquez, de 84 años, vivió décadas bajo un techo que cedía al tiempo y la lluvia, mientras sus muebles y recuerdos se deterioraban, y tras la pérdida de sus hijos y la soledad de la viudez, encontró respaldo en EL LIBERTADOR, la Municipalidad del Distrito Central y Fundación Terra, quienes han devuelto la dignidad y la seguridad a su hogar.
Redacción Central / EL LIBERTADOR
Tegucigalpa. Cada noche era un desafío para doña Bertha Mendoza Henríquez, viuda desde hace más de 13 años y habiendo perdido a dos de sus hijos, porque su hogar, que fue refugio y memoria, se convertía en una amenaza constante, con un techo corroído que filtraba agua y viento, haciendo de cada aguacero un momento de ansiedad y cuidado extremo.
En la colonia El Pedregal, donde ha vivido durante más de 60 años, su casa mostraba las huellas del tiempo y el abandono: vigas vencidas, paredes agrietadas y muebles arruinados por la humedad, mientras utensilios de cocina, camas y sillas se deterioraban, y la vida cotidiana se tornaba un esfuerzo constante por mantener la mínima seguridad y dignidad.
Antes:
Al conocer su situación, EL LIBERTADOR le dio voz y se comunicó con la regidora Silvia Sosa, de la Municipalidad del Distrito Central, dirigida por el alcalde Jorge Aldana, y convencidos de que la dignidad no puede esperar trámites largos, los coordinadores de proyectos se movilizaron para asegurar que doña Bertha viviera bajo un techo seguro sin demora.
En pocas horas, el equipo municipal inició la reparación de la vivienda, retirando las láminas corroídas, asegurando vigas y planificando la reconstrucción completa del techo, mientras cada acción devolvía fuerza y estabilidad a la casa, garantizando que la lluvia ya no penetrara por grietas antiguas y que la adulta mayor recuperara la tranquilidad de habitar un hogar seguro.
Después , reparación de techo y entrega de utensilios:
Simultáneamente, Fundación Terra contribuyó con un gesto de solidaridad que fue más allá de lo material, entregando camas, sillas, mesas, una estufa y una refrigeradora, reemplazando los enseres dañados, y junto al trabajo municipal transformaron el hogar de doña Bertha en un espacio seguro, digno y lleno de esperanza, donde la vida puede fluir con tranquilidad.
Hoy, doña Bertha recupera algo invaluable: la calma de habitar un hogar sin temor a que el techo ceda ante la lluvia, aunque aún persisten necesidades que requieren atención, y quienes deseen apoyar o conocer más sobre su caso pueden escribir a EL LIBERTADOR, sumándose a un esfuerzo colectivo que transforma vidas y demuestra que la solidaridad concreta tiene un impacto real.























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