XIBALBA: EL PULSO DE UN ARTISTA Y EMPRESARIO CON ESPÍRITU INQUIETO

José David Velásquez Vargas es hoy un tatuador profesional y empresario, fundó su estudio “Xibalba” para trazar su destino con tinta; pero no olvida su origen en la colonia Nueva Suyapa de la capital, ni aquellos viajes entre aulas de la Escuela Nacional de Bellas Artes y su trascendencia en el ámbito internacional.

Redacción Central / EL LIBERTADOR

Tegucigalpa. El estudio de tatuajes Xibalba abre sus puertas como un templo del arte y la memoria. Al cruzar el umbral, el visitante se encuentra con paredes en gris profundo, decoradas con marcos vacíos que invitan a imaginar, estanterías iluminadas que guardan máscaras de la cultura Maya, esculturas, guitarras y objetos que parecen reliquias de viajes y pasiones.-

Un sillón de cuero negro espera bajo la luz blanca de lámparas circulares, mientras en una esquina, una mano esculpida sostiene incienso que perfuma el aire. Aquí, José David Velásquez Vargas, recibe a cada cliente como igual, sin importar su historia o apariencia. “Xibalba es el inframundo, según la mitología Maya es donde se encuentran los dioses de la muerte, pero logré conocer un concepto bien bonito, que al mismo tiempo es un espacio de purificación y limpieza, donde puede llegar el gobernador o el sirviente, y ambos son vistos de igual forma”.

ARTE MILENARIO
Su vocación empezó hace mucho, entre las calles de la colonia Nueva Suyapa de Tegucigalpa y las aulas de la Escuela Nacional de Bellas Artes en Comayagüela. Rodeado de pinceles y lienzos, conoció compañeros que ya marcaban en pieles con máquinas improvisadas, usando agujas de confección de ropa, motores de carritos a control remoto, cucharas y cinta aislante.

Aquella curiosidad lo llevó a investigar más allá de lo académico y descubrir que la tinta sobre la piel es tan antigua como los petroglifos: “El hombre de hielo, hallado en los Alpes de Ötztal, tenía más de 60 tatuajes”.

Desde entonces, entendió que tatuar es registrar la historia, como expresión del lenguaje que acompaña al ser humano desde hace milenios.- “Me pareció fascinante desde esa época que ya existiera el tatuaje y la necesidad del ser humano de siempre: decir, expresar y de estar haciendo un registro de cada acontecimiento que sucede”, dice.

TESTIMONIOS
Hoy, sus manos han dejado huella en pieles de Honduras, Colombia, El Salvador y Argentina. En cada convención, lleva consigo la bandera de la identidad, retratos de mujeres lencas, escenas que evocan la resistencia ancestral, y trazos en negro y gris que buscan realismo sin perder calidez.

Pero más allá de la técnica, lo mueve la posibilidad de servir: “Para mí no solo es un estilo concreto, por decirlo cerrado, o también solo marcar piel, es ayudar a las personas a gritar sin necesidad de utilizar su voz”.

Ha tatuado a mujeres sobrevivientes de cáncer de mama, recreando pezones después de mastectomías, y ha convertido fechas, nombres y símbolos en homenajes íntimos. Recuerda –con emoción– a una madre que lloró al tatuarse en memoria de su hija fallecida, o a un pastor que marcó en su brazo el día en que entregó su vida a Dios. “Esos momentos alimentan el espíritu y me hacen seguir”, confiesa.

LEA COMPLETO: XIBALBA, UN TEMPLO PARA LA PIEL Y EL ARTE

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