FIGURA DEL PADRE DETERMINA PERSONAS SEGURAS, FELICES Y CON ALTOS VALORES

La sociedad y el colegio pueden preparar futuros médicos, ingenieros o periodistas, pero, en ningún caso, podrán transformar ni un sólo niño en una persona adulta mental y espiritualmente saludable, con fuerza para resurgir de la adversidad, un cónyuge con dignidad y satisfecho o una madre o un padre feliz. Solo el padre puede, y ese es su aporte fundamental en el desarrollo psicológico del niño, porque es el referente que transmite valores, emociones y habilidades para la vida.

Leonardo Boff, en su libro “San José”, afirma que el padre es el modelo simbólico de la disciplina, el derecho, el deber, la autoridad y los límites que deben establecerse en la convivencia social. De ahí que es responsable que el hijo comprenda que la vida no es solo cariño, sino también trabajo; no solo bondad, sino también conflicto; no solo éxito, sino también fracaso; no solo ganancias, sino también pérdidas. Que la vida es rosas, pero también espinas.

Agencias y Redacción Central / EL LIBERTADOR

Tegucigalpa. Quien cree que un papá implica solo proveer económicamente a los hijos, está absolutamente equivocado, es mucho más y hasta la ciencia empieza a estudiar a fondo y de manera ordenada este tema. A pesar de miles de estudios, aun falta conocimiento acerca de la función paterna. Los estudios con relación al padre tampoco están integrados en una visión unitaria. Los descubrimientos relativos a la influencia del papel paterno en el desarrollo infantil no tienen referencia teórica precisa; ninguno de los modelos conceptuales científicamente acreditados, considera al padre como factor de desarrollo y organización de la personalidad del niño. El material recogido sobre el padre está dividido y desorganizado.

Esa es una explicación del porqué el “Día del Padre” no tiene tanta resonancia social, mediática, incluso, familiar, desde siempre el hombre trasciende por malas acciones, una campaña que se ha vuelto dañina para lo misma sociedad, para las familias y los países, a diario asesinan y mueren en el mundo por múltiples causas más varones que mujeres, pero de manera macabra no tienen importancia; se impone en los medios de comunicación que los padres son menos útiles que las madres y, finalmente, el mismo hombre ha terminado repitiendo que él no vale nada como padre y se ha instalado de manera estúpida que cualquiera puede serlo y, no es cierto. La destrucción del hombre con sus característica naturales de macho como especie, se tornó un objetivo a destruir por la ideología de género.

Restablecer la correcta figura del padre en la familia y del hombre en la sociedad y del hombre como contraparte de lo femenino, es urgente para bien de la humanidad, dejar de verlo como figura individual y símbolo de violencia, sino como parte de un todo. En terapia familiar se confirma que el padre es una imagen de fuerza, de seguridad emocional y crea en el niño el puente para que pueda salir al mundo social de manera segura en el plano emocional.

Erich Fromm, uno de los psicoanalistas más influyentes del siglo XX, sostiene que la figura del padre tiene una connotación simbólica distinta a la de la madre: esta suele representar al hogar, la naturaleza, el suelo, el océano; el padre, en cambio, no denota un ámbito natural, sino más bien el otro polo de la existencia humana: el mundo del pensamiento, la ley y el orden, la disciplina. El padre es el que enseña al hijo o a la hija el camino hacia al mundo. Cuando falta este referente o hay una presencia negativa, se producen problemas relacionados con la identidad, el sentido de protección, el concepto y ejercicio de autoridad, la responsabilidad ciudadana, la formación del talante del futuro padre, etc.

Leonardo Boff, en su libro San José, la personificación del padre, afirma que el padre es el modelo simbólico de la disciplina, el derecho, el deber, la autoridad y los límites que deben establecerse en la convivencia social. De ahí que es responsabilidad del padre hacer que el hijo comprenda que la vida no es solo cariño, sino también trabajo; no solo bondad, sino también conflicto; no solo éxito, sino también fracaso; no solo ganancias, sino también pérdidas. A esto se le suele llamar el principio antropológico del padre (patrón ejemplar), que es distinto a los modelos históricos concretos que puede tomar ese rol; el modelo patriarcal, con sus fuertes rasgos de autoritarismo, es una de esas concreciones históricas.

Ahora bien, cuando el padre está ausente de la familia o hay solo familia materna —sostiene Boff— los hijos parecen mutilados, pues se muestran inseguros e incapaces de definir un proyecto de vida. Tienen, además, una enorme dificultad para aceptar el principio de autoridad y la existencia de límites; viven un conflicto permanente entre el padre arquetípico (fuente ejemplar), que funciona como puente para el mundo social, y la madre concreta con quien viven y que representa el hogar, el cariño y la intimidad.

En otras palabras, a la figura del padre se asocia la función de ser puente entre la familia y la sociedad. Para ello nada mejor que educar en la co-responsabilidad, haciendo participar a los hijos e hijas de las dificultades y necesidades de la familia. La mejor educación no es aquella que funciona según la dinámica de la comodidad, o la satisfacción del capricho, o la superprotección ante las adversidades, sino aquella que hace a los sujetos capaces de ser libremente responsables ante las diversas situaciones de la vida. La mejor educación no consiste en la mayor ocultación de las realidades difíciles o negativas de la vida, sino en la capacitación para sumirlas tomando en serio la propia condición humana.

La figura del padre, puede y debe ayudar a los hijos e hijas a cumplir con los compromisos y con la palabra dada; a aceptar los resultados de sus acciones y ser responsables con lo que se recibe como encargo; a ganar la confianza de los demás por su proceder íntegro; a ser constantes en la lucha y superación de los obstáculos; a saber tomar decisiones propias; a saber aceptar el sacrificio, las pruebas y fracasos; a superar la comodidad, el conformismo o la cobardía. Como se ve, el rol del padre va mucho más allá de la supuesta y tradicional función de proveer, que es la que suele destacarse el “Día del Padre”. Quizás cuando descubramos la importancia de ser padre y del padre, optemos por transformar la presencia autoritaria y machista del mismo, y por cultivar su función humanizadora: dando libertad y exigiendo responsabilidad.

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