Una hora y minutos en el hemiciclo basta para percibir el olor de desgracias que, como casa abandonada en medio de salvaje bosque, aflora en muchos envidia y miradas de seres sombríos que, en su afán de seguir la orden superior y odiar al hondureño, son incapaces de entender palabras simples y claras: “Ustedes como élite política han fracasado”, sentenció el director fundador de EL LIBERTADOR, Jhonny Lagos, desde el mismo altar donde un conductor golpista y un dictador fallido –recientemente– impusieron su voluntad con bala viva y gas contra los combatientes de la libertad.
Las palabras “fueron avispas” para muchos “honorables” que, al quedar confundidos, alzaron ovación nerviosa por el señalamiento a 200 años de historia y otros, simplemente, con rostro recio –como es propio en mentes desgastadas, pequeñitas y frágiles– indignados por tan “grave” insulto. Compita, dese su tiempo y escuche el discurso completo otra vez, se habla de la historia, 500 años de sumisión extranjera: españoles, ingleses y “gringos”.
Se debe tener sensibilidad para sentir a la Patria, inmortalizado el primer caso de corrupción, un ferrocarril que no se construyó y cuyos autores de latrocinio murieron en libertad y, fácilmente, esto podría verse en este 2024 con una Corte se tambalea entre la justicia y la política, mientras se carcajean los golpistas contando millones por aspirar a presidente del país, los vende territorio en relax y los conspiradores fuman, toman coca y comen churros.
Reflexión
EL LIBERTADOR
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Tegucigalpa. El 21 de marzo de 1866, dos detestables seres fueron los protagonistas del inicio de las historias fantásticas de corrupción en Hibueras, el francés Víctor Herrán y el hondureño Carlos Gutiérrez, eran los representantes plenipotenciarios de Honduras ante los gobiernos de Francia e Inglaterra, jugando con la estupidez cándida del gobernante de turno, el general José María Medina (por algo le decían “Medinón”, suena a tontón), y así robaron cuánta libra esterlina pudieron del proyecto “ferrocarril interoceánico”. Cien años nos llevó cancelar ese crédito güeviado. Ninguno pagó el delito, pero los periódicos londinenses de entonces decían que Gutiérrez “vivía en un palacio en que estaba rodeado de lacayos y ofrecía festines”; mientas Herrán, más vivo, se consignó una partida de 240 mil francos como honorarios durante 20 años. ¿No les parece conocido ese ADN, esa mala sangre?
La herencia de la corrupción en este país es como si se hubiera metido en el alma del territorio, donde crecen los frutos que comemos y, ahí, como un virus se expande y penetra por el cordón umbilical de los espíritus frágiles, que se prestan al crimen y la injusticia, ya nacen malos y enemigos de Honduras y del pueblo; por eso fue fácil para el extranjero tomar nuestra Patria y hacerla suya o verla como una vaquita para ordeñar, hombres y mujeres con carácter afeminado creando las ZEDE, golpes, fraudes y bases como “Palmerola”, son esos que sienten odio contra el hondureño que pone claro a un extranjero abusivo, son los mismos que se derriten ante una expresión que consideran “fuerte” contra quien los jode y humilla, margina y mata, siempre como esclavo, frente al de arriba agachan la cabeza, mientras al de abajo lo tratan con altanería y desprecio; siendo incapaces de nacimiento para la virtud, decidieron esconder el ideal de Morazán y, si viviera, lo matarían y lo dejarían otra vez bajo la lluvia tirado sobre el suelo, mientras suenan las campanas de la vieja Comayagua y, los curas, en juegos de perreo, se pierden en el neón lujurioso de “Indie”.
La génesis de la maldad, la trajeron los españoles con su cruz y la muerte, el terror calló al criado para hablar alto en una tribuna y decir lo que quiere y no le gusta; el mínimo asomo de insatisfacción fue quebrado en la mente del sometido, luego lo reforzó el yugo inglés y, finalmente hasta hoy, la adoración al gringo, a las viejas conservadoras se les cae la peluca cuando escuchan un canciller orgulloso decir “¡Esa es injerencia!”, mientras el cobarde presentador brama con acento inflado: –Es que si ellos quieren nos envían los migrantes. Como si eso no fuera causa de las desgracias que los Estados Unidos han provocado en estas tierras con la complicidad de la casta política y económica que por siglos ha mantenido en el poder a “punta de verga”, como dice “Toño mascota”. El hondureño no tiene más opción que irse ¿Ese es el miedo de ustedes de hablar fuerte? ¿Qué les quiten la visa? ¿Qué los eliminen de la lista de invitados para el próximo “Fourth of July” ¡Ja! Almas rotas y atormentados, tontos útiles nada más que eso, simples bazofias desmemoriadas.
Basta una hora en el hemiciclo para oler las envidias y las miradas enajenadas de personas sombrías, tahúres calculadores de la hora exacta para hundir las puñaladas en la espalda del hondureño, como poseídos por el vividor Herrán y el delincuente de Gutiérrez, esconden detrás de sonrisitas malsanas la incapacidad de ver a quien les dice la verdad enfrente, como solo pueden hacerlo hombres y mujeres que no les deben nada y pueden trasladarles qué piensa el taxista, busero, ama de casa o estudiante ¿Qué pasa cuando no pueden esconder ya la vergüenza detrás de un celular? Cuando con estadística y ciencia se les señala lo que son ante la tribuna de la historia y de los resultados de su gestión: mediocres. Entonces al terminar el discurso nadie aplaude, no miran, no se levantan, como quien busca lo que no ha perdido y se distrae con un papel o un lápiz.
En su discurso, Jhonny Lagos, expuso que viendo el país en el presente, después de 200 años –que este 29 de agosto de 2024 cumple el Congreso Nacional— la tragedia social y económica de Honduras es responsabilidad de la élite política, cuya mentalidad de esclavo y actitud entreguista del traidor y, por eso mismo recompensados por el extranjero, los volvió los opresores del yugo en el cuello del pueblo hondureño, hoy hundido en pobreza, ignorancia y enfermedad, frutos de la gigantesca y planificada desigualdad acumulada en el país, donde solo “el 12 por ciento de la población concentra más del 80 por ciento de la riqueza”, mientras “siete de cada diez hondureños subsisten en pobreza y miseria”.
“Si nos vamos a situaciones extremas, nos vamos a encontrar que […] hace 20 años, haciendo investigaciones, encontré que el Estado de Honduras no se queda ni con el uno por ciento de producto importado de la minería, estamos regalando nuestras riquezas”, dijo el Director Fundador de este medio de comunicación.
También insistió la necesidad de reformar la educación y la salud, eliminar el actual modelo educativo colonial y, en su lugar, construir uno moderno que no solo enseñe a leer y escribir, sino que ejercite la capacidad de razonar y cultivar el amor a nuestra Patria. Es imperativo edificar un sistema económico hondureño que fomente la producción nacional, porque es una locura tanta prebenda y exoneraciones durante 34 años a un modelo de exportaciones que no funciona y genera pobreza, precisamente porque, ¿qué va a vender el país si la débil producción no genera ni los alimentos del pueblo hondureño? En los últimos cuatro años, el Estado ha destinado 70,000 millones de lempiras en importación de comida, eso significa que las compras en el extranjero en 2023 superaron en más de 6,000 millones de dólares, comparado con las exportaciones del país, eso conlleva a mayor endeudamiento del país. ¡Apoyemos la producción! No a un grupito de exportadores que se han enriquecido sobre el lomo de la sociedad con la devaluación del lempira y, de paso, gastan los dólares de los migrantes.
El Director solicitó la demolición del vetusto Hospital Escuela que, aparte de los problemas en la calidad de atención al hondureño, carece de una infraestructura moderna que pueda servir dignamente a las necesidades de la población del país.
Sin duda, después de tantas décadas, alegra al pueblo que se está hablando de la construcción de nuevos hospitales, eso debió hacer cualquiera en el pasado, y si sirve a nuestro pueblo, entonces, estaremos felices en EL LIBERTADOR y lo destacaremos. Nosotros somos el “Primer Auditor Social de Honduras”, siempre hemos estado y estaremos en el lado de la causas y intereses de los hondureños.
Y si alguien duda de la sinceridad del poeta Ramón Ortega, escribió “Verdades Amargas”. Los observamos “compas”, sabemos cómo piensan, qué quieren y qué han hecho… Avanti.
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