“Para mí la pregunta sería ¿por qué tuvieron interés de culparnos (a él y Edgardo Zúniga)? No pedimos que nos defiendan, sino que busquen e investiguen. Pedimos que denuncien y digan quién fue”, dijo Walter Urbina –que anoche murió por infarto en prisión– en exclusiva con EL LIBERTADOR en marzo de 2009, abordado por el caso que lo involucró como uno de los responsables en el crimen contra su colega, Arístides Soto, comentarista deportivo de Televicentro, asesinado de manera, hasta hoy misteriosa, en un hotel de San Pedro Sula, previo a un juego de la Selección Nacional de Fútbol.
¿Apunta hacia la impunidad el caso de Arístides Soto?, se le preguntó esa vez a Urbina, y respondió: “Creo que sí, porque nunca hubo interés por resolverlo, hubo un interés de culparnos, ¿pero ahora a quién van a llamar a declarar, qué pruebas van a revisar, qué cosas nuevas hay?”.
Redacción
EL LIBERTADOR
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Tegucigalpa. En marzo de 2009, la Corte Suprema de Justicia confirmó la condena de 17 años de prisión, que emitió la Corte de Apelaciones, contra Edgardo Zúniga y Walter Urbina –que anoche falleció por infarto–, por el asesinato de Arístides Soto, hallado sin vida con evidencia de fuerte golpiza el 9 de octubre de 2001 en el sótano de un hotel en San Pedro Sula, norte hondureño, tres días después de declararlo perdido.
Al respecto, el portavoz del Ministerio Público, Elvis Guzmán, indicó en ese entonces que la Corte Suprema negó un recurso de casación presentado por los abogados de Urbina y Zúniga, luego de la condena que fue dictada el 16 de noviembre de 2007.
Guzmán explicó en ese entonces que ahora la Corte de Apelaciones regresaría el fallo al Juzgado Unificado de lo Penal, «para que cite a los acusados y que escuchen la sentencia. En caso que no se presenten, se les dictará orden de captura». Por su parte, Urbina sostuvo que las dos pruebas de luminol (para detectar rastros de sangre) practicadas en la habitación donde se hospedaron, fueron contaminadas: «En la primera prueba hay una mancha en las dos camas, en la segunda ya no hay una huella si no dos, en el pasillo también colocaron más manchas, en la pared del cuarto existen manchas que en la primera prueba no existían. La verdad es que existe algo raro, interpreto que hay contaminación de la escena», afirmó en la entrevista exclusiva que hace quince años concedió a este periódico.
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Los padres de Soto establecieron una denuncia el 11 de agosto de 2003 contra el Estado ante la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, «la respuesta del Ministerio Público fue girar orden de captura al día siguiente contra nosotros».
«El ex Fiscal General Roy Medina pidió la orden de captura contra nosotros para evitar la denuncia contra el Estado, o sea, que le puso precio a nuestra cabeza, de esta manera se culpó por decirlo así a los pobres», enfatizó Urbina en esta entrevista con EL LIBERTADOR publicada en la edición impresa de marzo 2009 y que ahora retoma este periódico por el contexto de la muerte de Urbina, que así habló y dejó dicho.
– ¿Por qué cuando Rodrigo Soto (hermano de Arístides) dejó entrever que usted y Edgardo Zúniga eran culpables de la muerte de Arístides, le respondió que él sabía quiénes eran los culpables?
– Rodrigo Soto cambia su declaración, dijo cosas diferentes a las sucedidas. La primera vez dijo haber escuchado cerca de los ascensores la voz de Zúniga, de Arístides y mía, y que pudo ver que el ascensor derecho se cerraba con Arístides adentro.
Él dice que sospecha de los guardias de seguridad del hotel, pero para mí Rodrigo sabe qué pasó. Si él anda con su hermano y éste no llega a dormir en toda la noche, ni le avisa dónde está, ¿cómo no va a ir a buscarlo de inmediato y más que se sabía que eran inseparables? Además, ¿por qué Rodrigo cuando llegó a mi cuarto y le pregunté por Arístides me dijo que «se fondeó» (durmió)?
– ¿Siente que el Ministerio Público los defraudó?
– Defraudó y continúa defraudando, porque no se procedió nunca contra Francisco Herrera, Walter Mejía y Amílcar Rodas. Están tranquilos y felices de la vida, porque nos acusaron por no afectar la credibilidad del Ministerio Público.
– ¿Hay intereses de grupos de poder detrás de la muerte de Soto?
–Para mí la pregunta sería ¿por qué tuvieron interés de culparnos? No pedimos que nos defiendan, sino que busquen e investiguen. Pedimos que denuncien y digan quién fue.
–¿Por qué no denuncian ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos lo que está pasando?, ¿por qué no extraditan a Tania Padgett?, ¿por qué no toman en cuenta la sangre de los padres del occiso para comprobar el resultado?
–Afirmo que por el asesinato de Arístides Soto persiguen a los pobres.
–Si tuviera pruebas para verificar que personas de poder económico y político son las involucradas en el crimen de Arístides Soto, ¿estaría dispuesto a denunciarlos para probar su inocencia?
–Sí estaría dispuesto, si yo supiera denunciaría a quien fuera por todo lo que nos causaron a nosotros, pero precisamente por lo que le hicieron a mi madre, relacionado a esto, la madre de Edgardo sufrió un desgaste terrible, incluso, la señora murió a inicios del año anterior.
–¿Cómo ha afectado su vida privada y la de su familia este caso?
–Me afecta en el sentido que me robaron dos años de mi vida, me separaron de mi hija, era una niña en aquel tiempo por cumplir 6 años, ella no sabe lo que pasó porque no era suficientemente grande para comprender, ni pequeña para ignorarlo.
–Sin aún esclarecer los actores materiales e intelectuales del crimen ¿qué mensaje envía al Poder Judicial, en términos de la lentitud para esclarecer este caso?
– Les pido que examinen las pruebas consignadas en los expedientes, le pido a la Corte Suprema que corrija el grave error de la Corte de Apelaciones.
¿Apunta hacia la impunidad el caso de Arístides Soto?
– Creo que sí, porque nunca hubo interés por resolverlo, hubo un interés de culparnos, pero ahora a quién van a llamar a declarar, qué pruebas van a revisar, qué cosas nuevas hay.
Creo que en el caso de Arístides Soto se perdió tiempo valioso, algo que tuvo que hacerse en su momento fue pedir un listado de todos los huéspedes del hotel y llamarlos a declarar a todos, y no hacerlo en forma selectiva como lo hicieron.
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