¡ABUSO! CONTRA MIGRANTES SITIADOS EN DANLÍ, DD.HH. NO RESPONDE

Cientos de migrantes que han quedado varados en la ciudad de Danlí, oriente hondureño, sufren abusos y violencia de habitantes, las autoridades de Migración y Policía, según denuncia de un ciudadano que habló con EL LIBERTADOR; Este periódico buscó hablar con la secretaria de Derechos Humanos, Natalie Roque, para obtener reacción oficial pero no respondió llamadas ni mensajes.

El hondureño, que ha pedido anonimato por seguridad, contó que estos migrantes están desde septiembre de 2021, “algunos siguen sin poder movilizarse y entre ellos hay niños desde 2 o 3 años o son recién nacidos, hay adultos mayores. Ellos pasan por Danlí porque entran por Trojes, frontera con Nicaragua y su objetivo principal es llegar a los Estados Unidos”.

 

Redacción Central / EL LIBERTADOR

Tegucigalpa. Un poblador de la ciudad de Danlí, ubicada a 95 kilómetros hacia el oriente del Distrito Central (Tegucigalpa y Comayagüela), ciudad capital, ha denunciado a través de EL LIBERTADOR, que un grupo de más de 250 migrantes procedentes de Venezuela, Haití, Cuba e incluso algunos africanos, llevan varios meses “atrapados” sin poder seguir su viaje a Estados Unidos, ya que autoridades de migración les piden 4,800 lempiras para emitir un salvoconducto.

El ciudadano, que ha pedido reserva sobre su identidad, se abocó a este periódico para informar sobre el lamentable suceso que la autoridad nacional condena cuando los hondureños son asediados en Guatemala y México, según dijo desde hace meses varios migrantes han cruzado desde Nicaragua por el punto fronterizo de “Las Manos” buscando una ruta para llegar a Estados Unidos.

Además, dijo que los migrantes están siendo víctimas de constantes violaciones de Derechos Humanos, ya que comerciantes locales suelen subir precios de alimentos e insumos de conveniencia y que incluso hay cierta complicidad de efectivos de la Policía Nacional para el maltrato: “Buscan sacarles dinero, piensan que porque son extranjeros andan mucho dinero”.

Mencionó que el rubro de transporte es el que más abusa de los migrantes: “Se comportan de forma grosera con ellos porque al momento de pagar una carrea que vale 25 lempiras, les cobran hasta 100 dólares”.

Lamentó que ante el descornamiento de la moneda nacional y el tipo de cambio frente al dólar, los migrantes pagan los más de 2,400 lempiras por carrera.

El 19 de enero de 2021 una caravana de hondureños fue atacada por Ejército guatemalteco, justificando «política de país seguro», un filtro creado por Estados Unidos para detener la masiva llegada de migrantes; desde 2018, al menos 8 caravanas han salido de Honduras.

“La barbarie que cometen los transportistas no termina allí, ya que si suben a tres personas a la unidad de taxi, a cada uno le cobran 50 dólares haciendo más de 3,600 lempiras por sólo llevarlos desde la terminal hasta la colonia Las Colinas, cuando normalmente es un viaje de 25 lempiras”, criticó.

El ciudadano indignado comentó que además del abuso en transporte, los comerciantes en ocasiones cobran exagerado por productos que cuestan un máximo de 50 lempiras y, por si fuera poco, los agentes de migración y de seguridad les emiten salvoconductos para transitar por el país sólo si pagan 4,800 lempiras.

Al respecto, EL LIBERTADOR, se comunicó con la secretaria de Derechos Humanos, Natalie Roque, para obtener una declaración oficial sobre este tema y conocer las decisiones que se tomará al respecto; sin embargo, pese a las llamadas y mensajes enviadas, no se obtuvo respuesta.

Desde hace varios meses cientos de migrantes de varios países con graves condiciones de pobreza, han pasado por Honduras buscando llegar a Estados Unidos, hace algunas semanas incluso fue detenido un hondureño que trasladó a los exiliados que estaban varados en la frontera, siendo acusado por el delito de “trata de personas”.

Mientras tanto, los migrantes –al igual que nuestros connacionales en Guatemala y México–, se ponen a merced del crimen durmiendo en la calle o en casetas de peaje, unos cuantos tienen recursos para pagar hotel y otros optan por refugiarse en albergues de iglesias.

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