¡Descaro! Sinager y Copeco, bajo el mando del reguetonero, Max Gonzáles, han caído en lo más bajo de la mentira. Mientras permiten hasta 3,600 aficionados –mayoría sin vacuna– en estadios de fútbol y obligan a los niños a ir a la escuela y la gente va a trabajar, se ha prohibido que el Congreso Nacional tenga actividad presencial.
Desde hace 17 meses los diputados han trabajado desde casa, sin reducción de su salario y hasta cobrando viáticos, en temporada regular sólo laboran 130 días al año, tienen hasta cuatro periodos de vacaciones y, en el marco de la pandemia, muchos ya recibieron hasta tres dosis de la vacuna; pese al “miedo” de contagio, se les ha visto activados sin mascarilla y apretados en campaña electoral.
Redacción Central / EL LIBERTADOR
Tegucigalpa. El Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (Sinager), bajo control del Comité Permanente de Contingencias (Copeco), que dirige el reguetonero, Max “Killa” Gonzáles, ha tocado fondo en incompetencia luego de concluir que el edificio legislativo no es apto para que los diputados, tras 17 meses con sesiones virtuales y golpes al pueblo, regresen al hemiciclo.
Las instituciones de emergencia no han dado la talla a lo largo de la pandemia, la negligencia ha sido el sello en las compras de insumos médicos, vacunas y más, tampoco pudieron con el embate ciclónico de Eta e Iota el año pasado y desde el juramento de Gonzáles, el 21 de octubre de 2020, ya había críticas que no era apto para salvaguardar vidas.
El “Killa” fue premiado por el Gobierno de Juan Hernández por su afiliación política al Partido Nacional y supuesta “capacidad técnica” tras ser el director nacional de los parques “Vida Mejor”, especialistas en materia cuestionaron que en funciones sólo seguiría instrucciones del jefe de Estado.
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Y, en fecha más reciente, Copeco y Sinager dieron luz verde a las autoridades de la Liga Nacional de fútbol para que sus encuentros se jueguen con público, supuestamente al 30 por ciento de la capacidad total de los estadios, condiciones que a la fecha no se cumplen porque se suele sobrepasar la cantidad permitida, no se respeta el distanciamiento y a veces ni siquiera se porta mascarilla.
De forma insólita, las instituciones que permiten la exposición al virus en escuelas y estadios de fútbol, han determinado que los diputados del Congreso Nacional, pese a haber recibido la vacuna “VIP” –hasta con tres dosis–, no pueden regresar a sesiones presenciales porque las instalaciones reciben entre legisladores y equipo de apoyo y seguridad, alrededor de 1,200 personas.
Considerando que los empleados del Congreso, como afiliados al Seguro Social, sólo cuentan con una dosis de la vacuna, Sinager / Copeco “concluye que no es seguro sostener sesiones presenciales”; lo anterior llama la atención porque cuando se ordenó abrir escuelas y estadios, no se tomó en cuenta la vacunación y, de hecho, a la fecha sólo el 10.6% de 9.7 millones de personas, está completamente vacunada.
Además, resulta insólito justificarse con la cantidad de personas, ya que mientras se prohíbe la presencia de 1,200 empleados del Congreso, se permite hasta 3,600 aficionados en un estadio, tomando como referencia la cantidad permitida en el estadio Francisco Morazán de San Pedro Sula, de acuerdo con la evaluación que realizó el doctor Carlos Umaña el pasado jueves.
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Por otro lado, el pueblo hondureño ha visto de mala gana que los mal nombrados “padres de la patria” que en “temporada regular” sólo trabajan 130 días al año con salario que supera los 100 mil lempiras según el cargo en junta directiva y que desde la pandemia han sesionado desde la comodidad del hogar, no ponen escusas cuando se trata de salir a campaña electoral.
De momento sólo diputados de los partidos Libertad y Refundación (Libre), Innovación y Unidad (PINU), y algunos liberales, han protestado para regresar de forma presencial, la bancada nacionalista se resiste aunque sus miembros “más destacados” a diario pautan publicidad en redes sociales donde aparecen en visitas a comunidades pobres con “ayudas”, porque estos funcionarios se acuerdan del pueblo cada cuatro años, cuando la miseria se transforma en un potencial voto.
Lo irónico es que desde el Congreso se aprobó la “reapertura” de la economía que comenzó el 30 de julio de 2020 –sin haber logrado dar baja a la curva del covid–, todas las empresas comenzaron a trabajar de forma gradual hasta reintegrarse todo el personal, incluso instituciones del Estado han vuelto a la “normalidad”, sólo el Poder Legislativo sigue de vacaciones.
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