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HONDURAS / POLÍTICA LACRA ASALTÓ BARRACA MILITAR O LOS “GUACHIMANES” DEL PODER

HONDURAS / POLÍTICA LACRA ASALTÓ BARRACA MILITAR O LOS “GUACHIMANES” DEL PODER

Después de décadas de tirante crisis en el espíritu verde oliva hondureño, finalmente, la Fuerza Armada cayó desplomada, fue infectada por la política partidaria corrupta. Hace 12 años el mal sometió todo el cuerpo; mientras Romeo Vásquez sonríe apenado, el dictador le aprieta el bracito; era la victoria consumada de la política lacra, había asaltado las barracas del honor y de la lealtad militar con el soberano, que les dio vida y armas para que protegieran la república y el bienestar del pueblo. La milicia terminó a los pies del traidor, siendo escolta, cómplice y “guachimán”.  

 

Las tropas influenciadas por la maquinación criminal del político levantaron el fusil, equivocando justicia social con “comunismo satánico”, mientras reían ejecutando civiles, perdieron las batallas para defender la Patria de Cabañas y Morazán, pasó en 1969, con sólo 100 horas de lucha y pasa ahora, con el golpe, con fraude electoral, con reelección y con las ZEDE. El “generalísimo” “Tito” responde haciéndose el serio que las “ciudades privadas” no les concierne, antes se reunió en “Consejo de Seguridad” donde manda el jefe de jefes.

 

Reflexión

EL LIBERTADOR

redaccion@ellibertador.hn

 

Tegucigalpa. En el suelo sagrado de la Academia Militar de Honduras “General Francisco Morazán” ondea orgullosa la bandera nacional; un joven caballero cadete, cruza sus 21 años, sin ninguna oportunidad de superación, sus padres lo inscribieron “para que no se muera de hambre mijo”, además para que fuera un hombre de bien, bañado con los valores del uniforme, «Honor, Lealtad, Sacrificio». Allá en una esquina del cuarto compartido, cuando todos duermen el muchacho arma y desarma con destreza su fusil Galil Ace 21, el cronómetro marca 30 segundos, y el soldado piensa y piensa cómo cuidará el territorio y todo el país.

 

Con dificultad ve bajarse al gordo Teniente Coronel de su Jeep blindado y de lujo, de los que se ven en las películas (de narcos), hoy les toca reunión a los “toros” pues ya vienen las elecciones y las Fuerzas Armadas deben cumplir su deber, salvaguardar la alternabilidad en el poder y que se respete la voz del soberano, que no es otro que el pueblo hondureño, el ciudadano que vive y piensa. Mientras el muchacho corre y canta “Mambru se fue a la guerra” y susurra bajo la lección de cívica; otros autos llegan a la reunión, extrañamente son políticos y los reconoce, porque ha leído que son corruptos y su abuelo decía que son léperos y mala leche. ¿Qué tienen que ver mis coroneles con esos políticos?

 

Y la reunión se extiende hasta la noche ¡tenemos fiesta! Hay mujeres, música de baja escolaridad y comida para los soldaditos de abajo, pero allá arriba, sigue la reunión de los jefes, al trasluz de la noche, se observa los puros encendidos, las bulliciosas carcajadas, los abrazos de los civiles y los uniformados, las botellas de líquido embriagador fluyen imparable. Aquellos uniformes poco valen y el civil irrespeta usando la gorra militar hacía atrás para tomarse una selfie como recuerdo, jajajaja, se oyen las carcajadas –100 “pecho tierra” y limpiar cloacas con cepillo de dientes sería poco castigo si el soldado común vistiera así–, el jefe se le cuadra al político y le extiende el pesado maletín. Todo está cerrado ya, los no beligerantes militares han firmado el contrato de la corrupción. El joven se acuesta temprano, pero no puede dormir.

 

Al siguiente día en la clase: B. Artículo 272. “Las Fuerzas Armadas de Honduras, son una Institución Nacional de carácter permanente, esencialmente profesional, apolítica, obediente y no deliberante. Se constituyen para defender la integridad territorial y la soberanía de la República, mantener la paz, el orden público y el imperio de la Constitución, los principios de libre sufragio y la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República”. ¡Jum! Que poco se parece a la realidad, ni profesionales, ni apolíticos, y obedientes ¿a quién?, pero sobre todo, dudosamente deliberantes.

 

Después de décadas de tirante crisis en el sistema verde oliva hondureño, finalmente, FF.AA cayó desplomada, fue invadida por completo por la política partidaria corrupta, le metió el Caballo de Troya en los cuarteles y la exterminó como mosca ¿Cuál Cabañas, cuál Morazán?; el declive no nació el golpe de Estado, ni cuando se agarraban 60 millones de lempiras y nunca hubo explicación de ese dinero público, pero como una simbología hermosa, mágica es ese instante que Romeo Vásquez, intenta esconder el rubor de las mejillas tras una gorra moteada, con la cabeza gacha y la dignidad aún más doblada; fuerte, muy fuerte el anciano dictador Micheletti le toma la mano, la aprieta el bracito, porque si no se lo sostiene se cae, se desploma, así como una institución mancillada y deshonrada. Fue entonces cuando el fusil se levantó contra el pobre, el descalzo y la bala vomitada lo persiguió, alcanzó y mató.

 

Los criminales en Honduras, se sostienen sobre el fusil del traidor militar. Ese gestó del bracito en el parque, era la victoria consumada de los políticos lacras, habían derrotado las barracas del honor y de la lealtad de la institución militar. Es tanto el peligro que los constituyentes miraron en los políticos, que determinaron darle armas a ciudadanos para que defendieran la república, la soberanía, la estabilidad social, el Gobierno de Honduras y la prosperidad del pueblo hondureño.

 

¿Y qué pasó? La marihuana, la pereza y la ignorancia hacen fiestas en los batallones patrocinadas por el poder, porque el político sucio ama corromper lo que toca y donde halla carencia ética y valores morales quebrados, ahí es donde mejor germina, no se olvida al frente nacional contra el presidente “Pepe” Lobo, cuando Miguel Facussé en comunicado pagado en los medios tradicionales lo amenazó con usar las Fuerzas Armadas para sacar a los campesinos de las tierras que él con viveza y picardía les quitó, simples “guachimanes” del poder en contra de una población empobrecida (en verdad su comandante general) y aquí es cuando ya no tienen razón de existir. Los militares han muerto y el cadáver podrido que anda como zombi pernicioso, debe ser enterrado.

 

¡Claro que se piensa en las barracas y en los centros de formación! Pero son los soldaditos, los que no hablan, los humillados, los de abajo, porque al final son pueblo con fusil, pero pueblo, en fin. Saben que los “de arriba” vendieron la institución por un plato de lentejas, como un Esaú falto de entendimiento, fuerte, pero bruto, así entregaron a los picaros la primogenitura; los sabios constructores de la Constitución previeron eso, por eso crearon un brazo protector de la sociedad, considerando esa condición del político de siempre querer mantener el poder, de los grupos de poder de adueñarse de los bienes nacionales y convertirlos en fondos privados; pues, advirtiendo esos malnacidos, los constituyentes determinaron que un grupo de la población tendría la responsabilidad de portar armas, de ser los veedores, un aislante entre todas esas ambiciosas fuerzas y una población desprotegida. ¡Cuánta dignidad tendrían! ¡Cuánto honor! ¡Cuánta responsabilidad!

 

El “Espíritu de cuerpo” abandonó el organismo de la institución militar, cayó hace mucho la geoestratégica, la geopolítica y el compromiso con la patria de los altos mandos de Fuerzas Armadas, en una guerra que ya ganaron los políticos vinculados a “poderosos” del patio y extraños, así acabó en el cesto de la basura la seguridad nacional frente al crimen organizado, habitualmente se lee castrenses involucrados en el submundo de los sicarios, apagando radares para que pasen los buques y aviones con drogas, y siendo guardaespaldas de altos narcotraficantes condenados, allá en Nueva York, hay algunos.

 

Ya en el ocaso, estas milicias terminaron siendo humilladas, utilizadas bajo el interés del político de turno, les montaron un Consejo de Seguridad y Defensa, solo se agachan, parecen esos malos porteros de la Liga de Ascenso; apoyaron una reelección ilegal, dispararon contra el inocente; miramos un “Tito”, pobre “Tito”, mientras habla de cabezas y gusanos, le instalan en la cara las ZEDE por todo Honduras y le bailan en el lomo con carreteras fantasmas, como una “chapita” de humillación al mandato de proteger la soberanía del país, él dice que no es tema para el Ejército y el abogado Edmundo Orellana le muestra que él conoce mejor el rol de los milicos, el general mueve la cola con las sobras de Casa Presidencial. Ya sentate muchacho, ni la gallina de la casa te hace caso.

 

Allá en la academia o en alguna barraca, un joven rompe su propio récord y arma su Galil en 28 segundos, rememora el 28 de junio y piensa en el 28 de noviembre, y los pobres soldados saben que viene su papel final, ya el telón está en el suelo, pero en ese código “28N-2021”, solo tienen dos opciones, cumplir la misión para la que fueron creados o como hasta hoy, volver a levantar el fusil contra la cara de su gente. Allá en alguna academia, en alguna barraca alguien lee este escrito y alguien afina su puntería, apunta el fusil ¿contra quién? El momento es ahora, aunque, a solas, mirando esta sala de redacción de EL LIBERTADOR, sabemos que ya es tarde, desaparecerán. Entonces despídanse con elegancia.

 

¡Soldado fiiirmee! No olvides, jamás desenfundes tu espada sin honor.

 

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