Redacción Central / EL LIBERTADOR
Tegucigalpa. La mañana comenzó con un cielo grisáceo y bajas temperaturas en Tegucigalpa –que junto a Comayagüela, se forma la capital hondureña–, con esto se anticipó un día histórico por la celebración de la IX Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que comenzó desde las 8:00 de la mañana.
Sobre la larga alfombra roja desplegada en el Banco Central de Honduras (BCH), desfilaron uno a uno los gobernantes y representantes de los países que son parte del organismo, un evento que prometía reforzar los lazos de amistad en la región.
La presidenta Xiomara Castro, anfitriona y figura central del encuentro, aguardaba con una sonrisa radiante que contrastaba con la solemnidad de su traje negro, impecable, salvo por la pequeña insignia en el pecho –el símbolo de su liderazgo–.
Cada apretón de manos, cada beso cordial en la mejilla, el intercambio frente a la pantalla que proyectaba las banderas entrelazadas de Honduras y las naciones visitantes. Un pequeño gesto, que también resaltó por el honor de Honduras y el respeto a los países invitados y, la reciprocidad en el trato, y entre tanto fervor, un momento inadvertido que también resaltó: uno de los nietos de la presidenta Castro, que se sumó a los saludos de bienvenida y abrazaba a los mandatarios en esa alfombra roja.
Con la llegada de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ambas se mostraron emotivas: riendo y dialogando, entre “flashes” y saludos, se convirtió en un paseo magnífico. Con todos los invitados reunidos, alzaron la voz, uno tras otro, los representantes tomaron la palabra, para presentar los problemas que cada país enfrenta y con esto poder llegar a un acuerdo y fortalecer e integrar las naciones.
Hoy, Honduras ha hecho historia, en un ámbito positivo que refleja una recuperación de su credibilidad internacional tras doce años bajo tinieblas del narco y la corrupción.
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